Diario de Mallorca

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Memorias de la cocina

La difícil e ingeniosa vida del pescador de posguerra

Entre las entrevistas que realizadas a centenares de personas capaces de rememorar el recetario popular de Mallorca -el de antes de la llegada del turismo masivo que cambió muchas de nuestras costumbres- siempre nos llamaron la atención las historias contadas por los hombres del mar. Muchos de ellos, pescadores solitarios, con una pequeña embarcación, frecuentemente impulsada por la vela.

El carburante, debido al aislamiento del régimen de Franco tras la guerra -lo que vino en llamarse autarquía- escaseaba y los pescadores con su llaüt optaban por la vela e incluso por el remo cuando la distancia a recorrer era corta. Cuando intuían el temporal sacaban a tierra sus embarcaciones con la ayuda de dos tablones.

Cada pescador solía trabajar en una zona determinada y capturaba sólo una serie de variedades, aunque no se descartaba jamás el factor sorpresa. Las normas de rango superior eran prácticamente inexistentes, porque cada uno -nos recuerda un antiguo trabajador del mar- sabía lo que podía hacer y donde y todos nos respetábamos y acatábamos una especie de código de honor. Aquella sociedad apenas conocía el dinero, ya que los pescadores canjeaban parte de sus capturas por legumbres u hortalizas. Para ellos y para la sociedad mallorquina en general, era básico para el sustento familiar a lo largo del año, el engorde de un cerdo que les aseguraba carne y grasa.

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