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Antalya, refugio de Adriano y San Nicolás, la última sorpresa mediterránea (I)

Espectacular anfiteatro de Aspendos que vale la pena visitar.

Si no fuera porque la frase se ha convertido en tópico casi sin valor, cabría decir que Antalya, en la costa sur de Turquía, es el secreto mejor guardado del Mediterráneo. Y en este caso no lo es porque se trate de un pequeño rincón aislado, de gran belleza, sin apenas turismo, sino por todo lo contrario. El viajero experimentado probablemente ignore que esta ciudad y sus playas reciben más turistas que la propia Estambul, pero también más que París o que cualquier destino español y solo unos pocos menos que Nueva York. Son más de 15 millones de turistas los que llegan cada año a Antalya y ocupan algunas de sus casi ¡600.000! camas. La región de Antalya, conocida como la Riviera turca, tiene una temperatura media de 24 grados y 300 días de sol al año.

Los visitantes actuales en la zona, fundamentalmente rusos, siguen los pasos que en su día trazaron los griegos tras su epopéyica victoria en Troya. Algunos guerreros y altos dignatarios de regreso de la batalla para rescatar a Helena, se fijaron en la baja costa mediterránea, la llamada Pamphylia, y allí fundaron ciudades a imagen y semejanza de las de Grecia. Lo mucho que queda de aquellas fundaciones jalona la bellísima línea costera del sur de Turquía, lugares con menos épica que la de Troya, pero cuajados de historia. Hay que verlos con calma y la mejor base para hacerlo es la capital, Antalya.

No hace falta mucho tiempo para descubrir sus encantos, hoy sin duda devaluados desde los tiempos del emperador Adriano, uno de sus más ilustres residentes, que estuvo aquí en el año 130. Sofisticada y de carácter liberal, la urbe posee todas las ventajas de las grandes ciudades -museos, restaurantes, bares, tiendas...- pero también el encanto de su barrio antiguo, Kaleiçi, cuyas murallas protegieron antaño la ciudad de los enemigos y hoy la preservan del arrollador tráfico. Tiene encantadoras callecitas cubiertas de tiendas con los inevitables souvenirs y las coloridas cajas con delicias turcas que se compran por poco más de un euro, hay un bello puerto rodeado por una antigua muralla, con buenos restaurantes y terrazas en los que disfrutar de pescado fresco y del que parten las tradicionales goletas turcas que recorren el litoral o dan simples paseos turísticos... Hay también, al menos, dos monumentos notorios: el minarete acanalado de Yivli, visible desde cualquier parte de la ciudad, y la Puerta de Adriano, de noble belleza, encajada entre dos sólidos torreones y un tanto hundida respecto al nivel de la calle, aunque ambos monumentos están un poco agobiados por una avenida que cruza la ciudad, feas construcciones modernas y coloridos anuncios de restaurantes baratos de doner kebab.

A poco más de media hora de Antalya está Aspendos, fundada, según la leyenda, por dos figuras enormemente sugestivas de la expedición griega a Troya, los sacerdotes Mopsos y Calcas. Estos dos adivinos no llegaron a ver el magnífico teatro romano de Aspendos, que data del siglo II, bajo el reinado de Marco Aurelio, el más airoso y el mejor preservado y extenso de toda el Asia Menor, con capacidad para más de 12.000 espectadores. Vale la pena subir a lo alto de su graderío para comprobar su estupenda acústica y apreciar el impresionante frontal del escenario.

En el viaje de regreso a Antalya, la otra parada obligatoria es Perge, ciudad absolutamente grandiosa aunque hoy se muestre totalmente arruinada. Como todas las poblaciones de la zona, Perge pasó de mano en mano durante siglos, siendo sus poseedores muy generosos con ella. Dice la historia que a Alejandro Magno se le rindió sin más en el 333 antes de Cristo. En Perge destacan el teatro, el estadio, del que se pueden ver sus túneles de acceso y algunas filas de asientos originales, y el ágora o plaza mayor, de la que parten las calles salpicadas de columnas, capiteles esculpidos y fuentes. Mucho de lo que brilló en Perge, Aspendos y en toda la región, se encuentra en el Museo Arqueológico de Antalya, pequeño y lleno de maravillas.

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