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Oblicuidad

´Citizenfour´, la pasión de Edward Snowden

´Citizenfour´, la pasión de Edward Snowden

Sería difícil identificar un colectivo para el que no resulte imprescindible el examen detenido de Citizenfour, la película que narra la pasión de momento incruenta del chivato Edward Snowden. No es un documental, sino un documento histórico sobre la falsificación de la experiencia humana atrapada en las redes del espionaje norteamericano. "Lo saben todo" ha dejado de ser un eufemismo paranoico. Estados Unidos juega con cartas marcadas, el planeta se deja hacer trampas sin rechistar.

Orson Welles hubiera envidiado la captura de la inmediatez de Citizenfour, la ambigüedad que el genio ibicenco tuvo que recrear en diferido en su hasta ahora insuperable F is for fake. La directora Laura Poitras ha retratado a Snowden como una figura más crística que crítica. El espía con acceso privilegiado, que se revolvió contra la NSA, suena más articulado que los elaborados juristas de la Administración estadounidense. Es un veinteañero hipnótico o mesmerizing, por tomar el adjetivo subyugante que el idioma inglés adoptó del visionario francés Mesmer.

En el convincente relato de los motivos de su denuncia antes que delación, Snowden oscila entre el libertario y el entusiasta de Obama defraudado por un presidente que fue votado para que su chivatazo fuera innecesario. De hecho, el inquilino de la Casa Blanca se guarda mucho de atacar frontalmente a un espía de magnetismo sobrecogedor. Obama se disculpa indirectamente por los excesos cometidos. Se limita a reprochar a Snowden su radicalismo en público, a falta de saber si en privado pilota un dron para que lo fulmine en cuanto abandone su refugio ruso.

Citizenfour va más allá de los hechos que narra. Supera la siempre difícil simultaneidad, porque Poitras provoca los acontecimientos que graba mientras se desenvuelven. El nerviosismo de Snowden ante una detención que se ve inminente es al mismo tiempo real y actuada, otra vez Welles. La intervención de periodistas como Glenn Greenwald o Jeremy Scahill equivale a contemplar a los auténticos Woodward y Bernstein, elaborando ante la cámara sus piezas sobre el Watergate. Material genuino.

Washington interviene las comunicaciones de Angela Merkel. Un destacado agente de inteligencia como Snowden solo teclea su ordenador con la cabeza y el teclado cubiertos por una toalla que lo proteja de intrusos. El espionaje absoluto de Washington no persigue evitar peligros, sino procurar beneficios en las guerras comerciales. Citizenfour es su primer traspié.

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