Son Banya muda la piel: chozas con aire acondicionado y neveras para vender la droga

Los narcos han sacado el negocio de sus casas y ofrecen ahora la mercancía en casetas a la entrada del poblado

VÍDEO | Gran operación antidroga en Son Banya con siete detenidos y seis puntos de venta desmantelados

Marcos Ollés / Manu Mielniezuk

Marcos Ollés

Marcos Ollés

Palma

Bajo una sombrilla para protegerse del sol abrasador, una joven está sentada en una silla de plástico a las puertas de una choza de madera barata. Se llega a ella por un camino perfectamente marcado, con una pequeña empalizada coronada por decenas de banderitas de España y con focos de luces led cada poco para que nadie se pierda de noche. La chica está esposada y custodiada por varios policías que acaban de detenerla. Dentro de la caseta, dos aparatos portátiles de aire acondicionado, una nevera repleta de refrescos y un dispensador de agua embotellada. "¿Queréis? Está fresquita", ofrece uno de los agentes. "No me fío", replica otro. La escena transcurre entre escombros y basura, con el mismo hedor penetrante de siempre. En una pequeña repisa de la chabola, un plato con una roca de lo que parece cocaína y una masa marrón que huele a hachís, junto a una báscula de precisión. Bienvenidos al nuevo Son Banya.

Gran operación antidroga en Son Banya

Cocaína en roca y hachís, en el interior de una de las casetas. / Manu Mielniezuk

El poblado está casi irreconocible. Nada queda ya del desangelado e inquietante camino de acceso al poblado, por el que durante décadas se adentraban los visitantes para comprar algo de droga. Hace poco más de un año, los narcos sacaron el negocio de sus casas para llevarlo a la misma entrada. Pese a los incontables golpes policiales sufridos -que han llevado a la cárcel a muchos de ellos- no solo no se esconden, sino que presumen. Todo es de color y muy chillón: predominan las banderas rojigualdas, que están por todas partes en el circuito que han montado para conectar la media docena de casetas en las que abastecen ahora a los consumidores. La fachada de una de las chabolas está pintada con los colores patrios y otra está coronada con un gran letrero que reza "Las Vega". La 's' final se perdió o no cabía, quién sabe. Cosas del marketing.

Este nuevo modus operandi ha provocado un tira y afloja entre los narcos y el Ayuntamiento de Palma. Las construcciones son, para sorpresa de nadie, tan ilegales como lo que se vende dentro. Cort ha derribado varias veces estas casetas en los últimos meses, que rebrotan como champiñones en cuanto se marchan las excavadoras. Las actuaciones contra las infracciones urbanísticas se van sazonando con operativos policiales, como el que hoy ha llevado a cabo la Policía Nacional.

Ocho detenidos

Más de medio centenar de agentes han tomado el poblado poco después de las diez de la mañana y han pillado con las manos en la droga a ocho personas. Las que estaban en ese momento al frente de las seis casetas construidas en la entrada. Son seis mujeres y dos hombres, algunos de ellos sudamericanos. Los clanes las tienen contratadas para atender el negocio 24 horas al día. En Son Banya no se duerme, aunque en una de las casetas hay un viejísimo sofá con pinta de hacer de cama a ratos.

La Policía no ha dejado nada al azar. Varios de los agentes están pertrechados con escudos y material antidisturbios y, desde el aire, un dron permite controlar a vista de pájaro los movimientos del poblado. El aeropuerto está muy cerca y el zumbido de los aviones que cada pocos minutos despegan de Son Sant Joan es de lo poco que quiebra la calma tensa. En pleno operativo, un pelotón de jóvenes llega al poblado en patinetes eléctricos. Ninguno lleva casco ni chaleco reflectante. Algunos policías los paran antes de que sigan avanzando. "Venimos de trabajar y vamos a comer", explica uno de ellos a gritos antes de que los agentes les permitan continuar su camino.

"¡Envidiosos!"

La tensión aumenta cuando los agentes empiezan a llevarse a los detenidos, poco antes del mediodía. "¡Me da mucha rabia y mucha impotencia!", brama una mujer cuando trasladan a uno de los sospechosos, al parecer familiar suyo. "¡Envidiosos!", acusa sin precisar.

Es ya mediodía cuando el despliegue policial empieza a diluirse. El balance es de ocho detenidos, seis puntos de venta desmantelados y diversas cantidades de cocaína, marihuana, hachís y dinero en efectivo intervenidos. Las reglas han cambiado en el poblado y la Policía reconoce que ahora es más complicado golpear a quienes manejan el cotarro. Las casetas no son de nadie y quienes las atienden rara vez delatan a sus jefes. La nueva estrategia pasa por almacenar las drogas fuera e ir abasteciendo las chozas a diario. Imposible encontrar grandes alijos allí. Son Banya ha mudado la piel, pero la vida sigue igual.

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