Investigación

Fraude de Autoclick: «Salvador Llinás me pidió que lo demandara para no ser deportado de Taiwán»

Un exsocio del fugitivo mallorquín en el país asiático explica que se apropió de sus clientes de un negocio de importación de coches y que «vendía los vehículos a precio de coste para un posible lavado de dinero»

Salvador Llinàs, a la derecha, al recibir cien vehículos Mercedes para su empresa Autoclick en 2016 en Italia.

Salvador Llinàs, a la derecha, al recibir cien vehículos Mercedes para su empresa Autoclick en 2016 en Italia. / DM

Marcos Ollés

Marcos Ollés

La estancia en Taiwán de Salvador Llinàs también ha dejado víctimas en el país asiático. El mallorquín implicado en una gran estafa de 50 millones de euros a través de la empresa de alquiler de coches Autoclick engañó a un socio al que robó decenas de clientes, según explica el perjudicado, el empresario danés Diego Al Safi. «Vendió más de 150 coches a clientes que yo le había presentado. Violó nuestro acuerdo e intentó excluirme del negocio», señala el afectado a Diario de Mallorca. Al Safi sostiene que Llinàs «vendía coches a precio de coste, lo que levantó sospechas de posible lavado de dinero» y llevó a cabo otras «prácticas poco éticas, como la evasión de impuestos». Pese a que le llevó a los tribunales, el mallorquín acabó recurriendo a él para tratar de frenar su deportación a Europa cuando se vio acorralado. «Se puso en contacto conmigo para pedirme que lo demandara de nuevo para retrasar su salida del país. Incluso me ofrecieron una compensación por ello», asegura.

Llinàs llegó a Taiwán en julio de 2018, huyendo de la avalancha de denuncias que se empezaban a acumular en Mallorca por la estafa de Autoclick, junto a su pareja y sus dos hijos. Se presentó en la Casa de España de Taipei, una organización social y cultural, como un emprendedor en busca de contactos. Y ahí conoció al empresario danés, afincado en el país de 2013 y dedicado a la compraventa de coches. «Acordamos que les ayudaría a establecer un mercado para coches importados en el centro y sur de Taiwán con un reparto de beneficios del 40 por ciento para mí y el 60 por ciento para ellos. No consiguieron vender un solo coche en tres meses», cuenta el perjudicado, que desconocía entonces el «pasado problemático» del mallorquín.

Al Safi les presentó a diversos «contactos de confianza» y finalmente Llinàs pudo cerrar su primera venta. «Entonces su comportamiento cambió. Sus empleados empezaron a contactar con mis clientes e intentaron captar otros nuevos en mi territorio, lo cual violaba nuestro acuerdo. Con el tiempo descubrí que había vendido más de 150 coches a clientes que yo le había presentado», detalla. El empresario danés supo poco después, a través de la asociación de importadores de Taiwán, del historial delictivo de Llinàs: «Me advirtieron de que tratara con él con precaución. Él me dijo que era inocente».

La sociedad acabó en los tribunales. «Intentó excluirme del negocio y yo exigí una compensación por mi tiempo y los perjuicios sufridos. Presenté una demanda y pedí una indemnización de 100.000 euros. Aporté pruebas de que había importado coches valorados en más de 36 millones de dólares. Salvador Llinàs ignoró las solicitudes del tribunal para proporcionar documentación», recuerda Al Safi. El juez acabó dictando una compensación de 846 dólares. «Fue frustrante, el proceso judicial me costó 8.000 euros», expone el perjudicado.

Evasión fiscal y blanqueo

El empresario danés afirma que también los trabajadores contratados por Llinàs para sus negocios en Taiwán acabaron siendo víctimas de sus irregularidades. «A algunos no les pagó lo pactado. Cambiaban continuamente a sus empleados, muchos renunciaron al trabajo debido a sus prácticas poco éticas, entre ellas la evasión de impuestos», sostiene. De hecho, las autoridades taiwanesas inmovilizaron más de 30 coches en la aduana «ante las sospechas de evasión fiscal». Al Safi averiguó que Salvador Llinàs se había dedicado a vender coches a precio de coste, «una práctica inusual que levantó las sospechas de posible lavado de dinero».

La presencia en Taiwán de Llinàs, sobre quien pesaba desde 2019 una orden internacional de búsqueda y captura dictada por un juzgado de Palma, era conocida por las autoridades. Pero el país no forma parte de Interpol ni tiene acuerdos de extradición con España. «Hace dos años me dijeron que, aunque eran conscientes de su presencia en el país, no podían actuar», cuenta Al Safi.

La situación cambió a mediados de este mes, cuando la Agencia Nacional de Inmigración ordenó a Llinàs abandonar el país en un plazo de diez días. El mallorquín intentó impedir su deportación con una treta que implicaba a Al Safi. «Un representante de Salvador contactó conmigo para preguntar si consideraría demandarlo de nuevo para retrasar su salida del país. Me ofrecieron una compensación por esa ‘asistencia’. Me negué; mi único interés es que haga justicia por los daños que me había causado», señala. Llinàs acabó siendo detenido y trasladado a Fráncfort (Alemania), donde está preso a la espera de su extradición a España o Italia.

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