JUSTICIA MILITAR

Juicio por la muerte del legionario mallorquín: de la bala rebotada a la amnesia

La declaración de los ocho acusados apenas arroja luz al caso: unos cuestionan el informe de la Guardia Civil y los otros no recuerdan nada relevante

Reconstrucción del ejercicio en el campo de Agost realizada por la Guardia Civil. | DM

Reconstrucción del ejercicio en el campo de Agost realizada por la Guardia Civil. | DM / xavier peris. palma

Xavier Peris

Xavier Peris

Las dos primeras sesiones del juicio que se celebra en Sevilla contra ocho militares por la muerte del legionario mallorquín Alejandro Jiménez Cruz, fallecido el 25 de marzo de 2019 tras recibir un disparo en el campo de maniobras de Agost (Alicante), permiten establecer sus líneas de defensa. El presunto autor del tiro, el sargento Saúl Guil, para quien el fiscal solicita siete años de prisión, mantuvo que él no disparó en la última fase del ejercicio y atribuyó la muerte del soldado a una bala rebotada. El capitán que estaba al mando, Antonio Cabello, que se enfrenta a una petición fiscal de cinco años de cárcel, coincidió con él al señalar que, a su juicio, la herida «no era un tiro directo». Un teniente afirma que él no disparó en toda la maniobra, ya que su cometido era supervisarla, aunque dijo que no recordaba en qué posiciones habían acabado. El teniente del otro pelotón afirma que ni él ni sus suboficiales usaron sus armas y vigiló que sus hombres no dispararan en oblicuo para evitar precisamente rebotes de proyectiles. Los otros cuatro acusados dicen que no recuerdan si el sargento disparó.

La ronda de declaraciones de los acusados no ha aportado excesiva luz al caso. Alguno de ellos ha cambiado su versión respecto a la que dio inicialmente a la Guardia Civil, y otros incurren en contradicciones. Por ello seguramente serán cruciales las testificales previstas para la semana que viene -forenses, investigadores y expertos en balística de la Guardia Civil- para aclarar si, como concluyeron en el atestado, Alejandro Jiménez murió a consecuencia de un disparo directo que partió del fusil asignado al sargento de su propio pelotón.

El juicio se abrió el martes con la intervención del sargento. Su defensa había presentado una solicitud para declarar después de los peritos y para anular sus informes por una «ruptura de la cadena de custodia». Ambas fueron denegadas. Saúl Guil admitió que había disparado su arma durante el ejercicio -en contra de lo que declaró inicialmente a la Guardia Civil-, aunque no en su fase final, cuando ya había terminado y se inventó un nuevo enemigo en el faldón de la montaña. Añadió que vio que los tenientes de los dos pelotones también disparaban.

En un tono desafiante ante los letrados de la acusación, rechazó haber disparado por encima de las cabezas de sus hombres para bromear, calificó de «erróneos» los informes de los peritos de la Guardia Civil y mantuvo que, a su entender, el proyectil que mató a Alejandro era una bala rebotada.

Tras él depuso el capitán Antonio Cabello, que admitió que no se encontraba en el campo de maniobras cuando ocurrió el incidente, y que al día siguiente hizo una reconstrucción de lo ocurrido antes de la llegada de la Guardia Civil y ordenó retirar las vainas que había en el suelo. Cabello insistió en la teoría del rebote. Dijo que había visto heridas de bala anteriormente y la que presentaba Alejandro Jiménez no correspondía a un disparo directo.

El siguiente en declarar fue el teniente al mando del pelotón de Alejandro. Afirmó que, en contra de lo que dijo el sargento, él no hizo uso de su arma en todo el ejercicio, ya que su cometido era vigilar y corregir las posiciones. Cuando le preguntaron en qué posición habían acabado el sargento y los soldados, dijo que no lo recordaba.

La sesión del miércoles arrancó con la declaración del teniente del otro pelotón, ya ascendido a capitán, que destacó haber controlado especialmente a sus hombres para que no disparasen en oblicuo y evitar así rebotes que llegaran al pelotón del Alejandro Jiménez. Los otros acusados, un cabo y tres soldados, incurrieron en contradicciones sobre sus posiciones y admitieron que siguieron las órdenes del capitán para cambiar sus ubicaciones en la reconstrucción ante la Guardia Civil y retirar las vainas del terreno. Ninguno recordó haber visto disparar al sargento.

Para la semana que viene está previsto que declaren los forenses, los guardias civiles que llevaron a cabo la investigación y los peritos del laboratorio de Balística de la Guardia Civil que determinaron que la bala salió del fusil del sargento.

Suscríbete para seguir leyendo