Investigación

Niega zarandear a su bebé de cuatro meses en Zaragoza pese a quedar ciego de un ojo

El progenitor dio un manotazo a su hijo ya que no paraba de llorar de madrugada | El niño fue trasladado al hospital con síntomas del síndrome del niño sacudido

El niño fue atendido en el servicio de Urgencias del Hospital Infantil Miguel Servet de Zaragoza.

El niño fue atendido en el servicio de Urgencias del Hospital Infantil Miguel Servet de Zaragoza. / Ángel de Castro

A. T. B. / L. M. G.

De acuerdo a un informe de Oftalmología del Servicio Aragonés de Salud fechado en enero de 2023, un bebé zaragozano de un año y cuatro meses sufre ceguera en su ojo derecho y ha perdido la sensibilidad al contraste en el ojo izquierdo. Son las consecuencias de los zarandeos de su padre cuando apenas tenía cuatro meses y que han derivado en un reconocimiento de un 81% de discapacidad por parte del Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS). A pesar de ello, D. G. C. B., de 32 años de edad y nacionalidad ecuatoriana, negó los hechos ante el Juzgado de Instrucción número 4 de Zaragoza y se acogió a su derecho a no declarar asistido por su abogado Luis Ángel Marcén. Su declaración forma parte del proceso de indagación judicial a lo largo de la fase de instrucción.

El bebé fue trasladado la mañana del 20 de mayo de 2022 por su madre al servicio de Urgencias del Hospital Infantil Miguel Servet de la capital aragonesa, donde los profesionales sanitarios apreciaron síntomas compatibles con el síndrome del niño sacudido como, por ejemplo, hemorragia retiniana, abuso/maltrato infantil y hematomas subdurales. Al parecer, el acusado no aguantaba los lloros de su hijo de tres meses durante la madrugada por lo que le propinó una bofetada en el moflete, le mojó y lo envolvió en una manta. También le había gritado "cállate" y "qué te pasa", unos gritos que escuchó el hijo mayor de la pareja. Mientras, la madre estaba trabajando.

La víctima permaneció ingresada diez días en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y abandonó el Miguel Servet con el alta hospitalaria el 3 de junio. Varios meses después, se le reconoció un Grado II de Dependencia por discapacidad del sistema neuromuscular y disminución de eficiencia visual. La naturaleza de todo lo anterior es traumática. Por su parte, la pareja del procesado y madre de la víctima aseguró en su día a los agentes de Policía Nacional que esa misma madrugada su esposo le había llamado a eso de las 01.40 horas para decirle que el pequeño no paraba de llorar y no podía dormir. Ella le aconsejó que le cogiera en brazos y le diera un biberón balanceándolo, unas indicaciones que no cumplió.

La abuela materna del bebé llegó al domicilio a las 04.30 horas, ya que el acusado tenía que marchar a esa hora a trabajar. Encontró al niño asustado en una hamaca, con la mirada perdida hacia atrás. Le notó molesto cuando le dio un biberón y, al cogerlo en brazos, comprobó que tenía el moflete izquierdo de color rojo. Cuando fue a cambiarle el pañal, el bebé empezó a llorar desconsolado.

Todas estas molestias llevaron a su madre a trasladarlo al servicio de Urgencias del Hospital Miguel Servet de Zaragoza. Antes, el acusado le ordenó que no lo hiciera por temor a ser denunciados aludiendo a que la ley no permite dejar solo a un bebe cuando la madre se encontraba en lactancia. "Ellos lo denunciarán. Me calmaré por favor y no volverá a pasar. Soy un mierda y pagaré las consecuencias", le escribió por WhatsApp.

El síndrome del lactante zarandeado se caracteriza por traumatismo craneal, hemorragias, retinianas y encefalopatía aguda. Presenta una mortalidad en las siguientes horas y días el incidente de entre el 5 y el 23% y, habitualmente, suele haber un evento desencadenante, como el llanto inconsolable del niño. Así sucedió en este caso.

Desde el año 2009, la Academia Americana de pediatría recomienda usar el término Traumatismo Craneal por Maltrato (TCM), ya que con este término se abarca una gama más amplia de mecanismos traumáticos y se centra en el daño craneal producido. Se trata de la causa más frecuente de muerte traumática en la infancia y el pronóstico a largo plazo en los supervivientes se traduce en discapacidad intelectual, parálisis cerebral infantil y epilepsia.