Se llama Sandra Culi. Desapareció el 26 de diciembre de 2020 en Vilassar de Mar (Barcelona). Tenía 44 años, desde hace casi dos, no está. Decidió dar un paseo tras una comida familiar en casa de su suegra -en Cataluña se celebraba Sant Esteve (la pequeña Navidad). Lo hizo sola y sin teléfono. Quería despejarse, "bajar el turrón". Salió a las cinco de la tarde. A las ocho saltaron las alarmas. No regresaba. A las nueve se encendieron aún más fuerte. No regresó.

Amante de los animales, estudió veterinaria. Sandra, junto a un dálmata que tuvo años antes de su desaparición. CASO ABIERTO

Acudieron a comisaria la misma noche de su desaparición. "Se cometieron algunos fallos", apuntan desde su entorno. "Su teléfono se miró dos semanas más tarde, sus movimientos bancarios también...". Se batió dos días más tarde. Escasos días después de iniciarse, la búsqueda se paró. Los Mossos d'Esquadra apuntó al suicidio como causa de la desaparición. Sus amigos, su "núcleo duro", como se definían siempre ellos, discrepa: "Sandra no quería desaparecer". Mireia y Carles -junto a Sandra, otra amiga que se llama igual- conforman el citado núcleo. Team indisoluble, familia elegida. Los dos primeros retroceden junto a CASO ABIERTO a esos días, a esa búsqueda. Al fatídico momento en que Sandra dejó de estar.

La última conversación

"Recuerdo", apunta Carles, "que la llamé el día 24 y no me contestó. La envié un mensaje: 'Estamos haciendo las maletas, nos vamos a Vilassar. Hablamos... Me contestó. Aún tengo los mensajes guardados". Nada sonaba a despedida. Tecleó, "hablamos", dos día antes de desaparecer.

Mireia retrocede también, "esos días estábamos todos con la familia, celebrando Navidad, Sant Esteve..". Ajetreo y comidas en exceso, un año más. "Siempre hacíamos la comida de amigos. Ese, con la covid, no se pudo hacer. Pero estábamos en contacto continuo. También había quedado con ella cuando pasaran los días de fiesta. De nuevo, planes post desaparición. Nada indicaba que Sandra Culi quisiera desaparecer.

La alerta, para ambos, saltó el día 27: "No está Sandra, no la encontramos, me dijo llorando Jordi, su pareja", recuerda Carles. Este llamó a Mireia. Activaron a Sandra, la otra amiga, también. "Cuando me enteré", se duele aún Mireia, "me cayó todo como agua fría de golpe". Nadie se lo podía creer.

Sandra, en una de las imágenes que se utlizaron para alertar de su desaparición.

Sandra tras la comida junto a su suegra, junto a Jordi (su marido), en Vilassar de Mar, salió a dar un paseo, como había hecho muchos días antes. Las horas pasaban y no volvía. Los agentes les pidieron calma, que dejaran pasar algo de tiempo, 24 horas.

"No hubo disputa familiar ni ningún incidente", apuntaría el agente

Por la mañana se hizo oficial: "mujer, complexión delgada (mide 1,68 metros, pesa unos 50 kilos), pelo rubio, largo y liso. Salió de casa a las cinco de la tarde", tecleó un agente al activar la denuncia. "En el momento de la desaparición vestía pantalones, anorak, bufanda y zapatillas de color negro. Llevaba una mochila de color verde fluorescente".

El coche seguía aparcado en el mismo sitio, las llaves no se las llevó. Confirmaron que no estaba tampoco en su casa (Barcelona), ni en las otras tres de su propiedad (Terrasa y Manresa). "No hubo disputa familiar ni ningún incidente", apuntaría el agente. Sandra salió sola aquel día simplemente porque Jordi, enfermo, no podía caminar. No llevaba el teléfono encima, "ella es despistada con el teléfono, que no lo llevara no es algo que nos sorprenda...", recuerda Mireia. Arrancaron las batidas. Arrancó la investigación.

Las cámaras: Sandra camina hacia al mar

En cuestión de horas, cientos de voluntarios respondieron a la llamada de auxilio. "Se creó un comité de emergencia", recuerdan. Se pidió ayuda por redes sociales. Un auténtico batallón compuesto por centenares de personas -muchos ni conocían a Sandra- se lanzó a buscar. "Carles estuvo en el terreno, batiendo. Yo no podía, porque me daba miedo encontrarla en según qué estado. Me iba a doler, así que pensé que sería más útil detrás del teléfono y coordinando a la gente, junto a Sandra, nuestra otra amiga, y Dani, una persona que, de forma desinteresada, coordinaba todo".

Mapa en mano, distribuyeron el pueblo de Vilassar en cuadrículas. Rastrearon palmo a palmo, tanto en el pueblo (especialmente en el frente marítimo, donde solía pasear) como en los entornos del municipio. Buscaban y gritaban su nombre. No había nada de Sandra.

Los Mossos d'Esquadra revisaron las cámaras. Solo consiguieron verla en las primeras, las que la captan saliendo de casa. "Si se sigue la ruta que ella hacía siempre, tendría que pasar por un paso subterráneo. Esas cámaras no funcionaban, casualidad", lamentan sus amigos. "Y luego, las cámaras del Club Náutico, que serían las siguientes, no la captan ya. O sea que solo sabemos que salió de casa de su suegra a las 17:00 h de la tarde. No hay más". Se miraron las cámaras de la estación con resultado negativo. Sandra no había subido a ningún tren.

Un grito en la montaña

Durante días se batía el pueblo, el mar. La investigación no avanzaba. La familia de Sandra, su marido, quizá superado por la situación, puso fecha de fin a las búsquedas: Nochevieja, no se extendería más. "Entonces, debíamos mirar la montaña. No se había batido", recuerda Mireia. A contrarreloj se dio un giro a la búsqueda. "Se batió una zona, la Pedrera. Pensamos: si alguien la ha cogido, la he hecho algo allí... Es más fácil deshacerse de ella allí, o que la dejen ahí tirada, malherida, que en una calle, ¿no?".

En esa batida se escuchó un grito. Un grupo de voluntarios afirmó que se oyó la voz desgarradora de una mujer en un cantera. Dijeron que sonó en forma de respuesta cuando gritaron el nombre de Sandra. "Yo estaba allí", recuerda Carles. "No sé si era un grito ya, o un animal... no lo sé. Quizá había muchas ganas de encontrarla y el ruido se asoció a ella. No lo sé...". Sandra había desaparecido cuatro días atrás.

Al punto, una zona frecuentada por senderistas que se encuentra a unos 9 kilómetros -unas dos horas andando desde el edificio del que había salido la mujer- llegaron 12 dotaciones de bomberos. "Fue la única batida respaldada por agentes y personal experto, el resto fueron voluntarios". Se sumaron perros adiestrados en la búsqueda de personas. No volvieron a escuchar más voces. Abandonaron sin más.

"No busquéis más"

La Navidad llegó a su fin. El 8 o 9 de enero, Carles volvió a recibir una llamada, letal: "No hace falta que sigamos buscando a Sandra. Se ha suicidado". Era Jordi, su marido. Era la hipótesis policial. Pasadas dos semanas de su desaparición, los Mossos habían accedido a su móvil. "Un teléfono que pasaba de mano en mano, se usó en la búsqueda de Sandra, podría haberlo cogido cualquiera. Fue entregado dos semanas después". En el móvil, según apuntaba Jordi, los agentes habían hallado que la mujer habría buscado cómo acabar con su vida.

"Imposible", apunta Mireia. "No lo podemos creer". Se agarra a mil razones para hacer fuerte su argumento: su fuerza, su energía. Sus planes. "Tenía planificado un viaje de trabajo", recuerda. "Se acaba de comprar un coche, hacía escasos meses. No son comportamientos de querer dejar, de repente, todo atrás".

Se agarra también a la meteorología. A cuestiones físicas. "El día 26, el mar estaba en calma. Algunos voluntarios dieron fotos del paseo marítimo, de ellos, que habían estado ahí. Los días de búsqueda hubo un temporal. Con lo cual, la teoría de que se suicidó, de que se ha tirado al mar, la descartamos. El mar la habría devuelto". Carlees, a su lado, afirma. "Es que para acabar con su vida, en esa zona, no hay acantilados. Es todo playa. Debería haberse metido al agua, caminando y no salir...".

Sandra, junto al 'núcleo duro", sus amigos. CASO ABIERTO

Estudió veterinaria, amaba los animales, pero dio un giro a su vida e hizo un Master de Ensayos Clínicos: trabajaba en Laboratorios Alcon. Divertida, sonriente. Superó momentos oscuros, perdió a su madre y su hermano, necesitó ayuda, pero lo superó. Le fallaron las fuerzas una vez, de adolescente, y quiso acabar con todo, "por eso quizá lo fácil es creer se suicidó", lamenta su amiga.

Urbanita, cosmopolita, amante de 'Tous', de la comida gourmet, Sandra Culi disfrutaba a ritmo de música. Le encantaba bailar, Zumba y las sevillanas. Su familia, la que ella eligió: Carles, Mireia y Sandra, la recuerdan fuerte, feliz. "Sandra es actividad, vitalidad", añade él. "Hacer cosas, ir a museos. Todo lo que no fuera estar en casa". Han batido, pero Sandra no esta. "Creemos que su cuerpo habría aparecido...". Era San Esteban, recuerdan, "la gente está en casa, con la familia. A las cinco de la tarde mucha gente no habría. Quizá la pararon. Que pasara por ahí un cazador, por decirlo de algún modo, y la presa fuera ella".

Necesitan respuestas. Necesitan a Sandra. El "núcleo", no dejará de buscar.