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Llorenç Navarro Oficial de la Policía Local de Palma, jubilado hace dos semanas

«Utilizamos mucho los desfibriladores, hemos salvado muchas vidas con ellos»

El oficial de la Policía Local Llorenç Navarro rememora los inicios de las UII: «No había ambulancias y teníamos que trasladar nosotros a los heridos»

Llorenç Navarro: "Lo más gratificante del trabajo como policía es ver que has ayudado a una persona en peligro"

Llorenç Navarro: "Lo más gratificante del trabajo como policía es ver que has ayudado a una persona en peligro" G. Bosch

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Llorenç Navarro: "Lo más gratificante del trabajo como policía es ver que has ayudado a una persona en peligro" Xavier Peris

La Unitat d’Intervenció Immediata (UII) de la Policía Local de Palma se creó en febrero de 1980, y un año después Llorenç Navarro, recién llegado a la Policía, se incorporó a ella. En 2008 sufrió un infarto mientras asistía a las víctimas de un incendio, y en 2013 casi pierde una mano en un grave accidente. Las dos veces le dijeron que no podría volver al equipo de intervención. Y las dos veces les cerró la boca a todos. El oficial Navarro, de 60 años, se jubiló hace dos semanas tras desarrollar prácticamente toda su carrera en esta unidad especial.

La UII se creó con el objetivo de prestar una primera asistencia en casos de emergencia.

Nuestro trabajo ha sido siempre un 90% asistencial y un 10% policial, como controles en aglomeraciones o peleas. Cuando yo entré en la Policía en Palma solo había una ambulancia de la Cruz Roja. Y nuestros furgones iban equipados con camillas plegables y unas trampillas, de manera que reconvertías la jaula de detenidos en un habitáculo para meter la camilla. Y hacíamos todos los traslados de heridos. Esto hoy en día es impensable.

¿Cuáles eran los servicios más habituales a los que se enfrentaban en aquellos años?

Sobre todo accidentes con heridos e incendios. Luego también interveníamos en peleas y muchos casos de beodos, con la gente que estaba en el Hospital de Nit. Cada noche nos llamaban porque los encontraban tirados en el suelo y los tenías que acompañar. Hacíamos de taxi. Y cuando no quedaba más remedio los llevábamos al cuartel. En aquellos tiempos existía el Depósito Municipal de Correcciones, pero también era una barbaridad y se dejó de hacer. Y ya entonces llevábamos los oxidocs y material médico para atender a infartados. Esto no ha cambiado. Los medios se han modernizado, pero el trabajo es el mismo.

¿Recibían alguna formación especial?

Lo bueno de nuestra unidad es que se nutría del conocimiento de los propios compañeros. El que tenía alguna especialidad, enseñaba al resto. Aunque siempre hemos tenido formación externa, con cursillos impartidos por médicos de emergencias o por bomberos. La formación es continua, y cuando entra alguien nuevo, los demás le enseñan.

En el caso de los incendios es importante decidir si tenían que meterse o no.

Que yo recuerde, nunca hemos tenido ningún percance en un incendio, salvo alguna intoxicación leve. Porque siempre hemos tenido claro que nosotros no somos bomberos, no íbamos a apagar el fuego. Si el incendio es pequeño e intervienes, puedes evitar que vaya a más. Pero si ves que las llamas salen por las ventanas y no hay nadie atrapado, no entras. Te dedicas a facilitar el acceso a los bomberos, a informarte de todo lo que necesitan saber ellos para ahorrar tiempo.

El oficial Llorenç Navarro, jubilado tras cuarenta años en la Policía Local. Guillem Bosch

Pero también se encuentran casos en los que no saben si hay gente atrapada dentro.

Ante esa duda, se entra. Pero ojo, tenemos que ser egoístas. Porque si voy a hacer una cosa y no estoy seguro de que la voy a hacer bien, añado un problema. No puedo hacer que los bomberos luego tengan que rescatarme a mí. Es verdad que hay situaciones límite, que te la tienes que jugar, pero son las menos.

¿Y ahora, cuáles son las actuaciones más normales?

Tenemos los botellones y las grandes aglomeraciones, como las que se dan en el Paseo Marítimo. Y aquí pasa una cosa curiosa, que si no estás de forma permanente, evitas conflictos, porque los grupos cuando nos ven se envalentonan y se producen enfrentamientos. ¿Y qué haces? Pues te pones en las proximidades, para poder intervenir rápidamente si hace falta, pero evitas estar todo el tiempo allí. Y últimamente hacemos también muchos desahucios en casas del Ibavi y del Ayuntamiento, que han sido okupadas.

¿Y siguen interviniendo en emergencias sanitarias?

Sí, seguimos teniendo. Varios médicos del 061 insistieron en que nos dotaran de desfibriladores. Hay muchas ocasiones en que llegamos antes que la ambulancia y los cinco primeros minutos en un caso de infarto son vitales. En casos así iniciamos el masaje cardíaco y enchufamos el desfibrilador. Y lo hemos utilizado mucho. Hemos salvado muchas vidas con esto.

¿Cuántos casos podían tener a lo largo de un año?

Pues unos quince o veinte. Algunos por desgracia no salían, pero muchos sí.

¿Qué es lo peor que se ha encontrado a lo largo de todos estos años?

Lo que no superas nunca es cuando mueren niños. En casos de incendios o muertes súbitas. Esto te afecta especialmente cuando tienes hijos y te encuentras víctimas de la misma edad.

Y por contra, ¿qué es lo más gratificante?

Cuando asistes a alguien, a un infartado por ejemplo, y la máquina te dice que hay que darle porque no tiene pulso. Y ves que pasa como en las películas, que reacciona, y abre los ojos y respira. Te da un subidón. Es una satisfacción brutal. O en incendio, cuando puedes sacar a una persona que estaba atrapada. Eso es lo más gratificante, cuando ves que has ayudado a alguien.

¿Y se han encontrado luego a gente a la que habían auxiliado?

Hay gente que ha venido tres o cuatro veces al cuartel de Sant Ferran, hasta que nos ha encontrado, para darnos las gracias. Hubo una mujer que llamó pidiendo ayuda. Cuando llegamos nos encontramos la puerta de su casa abierta y la mujer en el suelo, en parada. La reanimábamos y se volvía a parar. Hasta tres veces la reanimamos. Cuando se la llevó la ambulancia oímos llorar a un niño. Miramos por las casa y encontramos a su bebé en la cuna. La mujer se había dado cuenta de que le pasaba algo grave y tuvo la serenidad de dejar al niño en la cuna y abrir la puerta. Y al cabo de unos meses, cuando se recuperó, vino a darnos las gracias.

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