"No me dejen salir porque lo volveré a hacer". Nada más sentarse ante la jueza tras ser detenido por violar y matar a Laura Luelmo, Bernardo Montoya confesó el crimen, afirmó con rotundidad que, si tenía oportunidad, volvería a atacar a otra mujer y suplicó a la magistrada que ordenara de inmediato su ingreso en la cárcel.

Lo hizo, en opinión de los investigadores consultados por CASO ABIERTO, el canal de investigación y sucesos de Prensa Ibérica, en "uno de los pocos momentos de arrepentimiento y lucidez" que el asesino, de 50 años (y que había pasado ya 20 de ellos en prisión por otro crimen y dos robos con violencia), ha tenido desde que el 12 de diciembre de 2018 secuestró y acabó a golpes con la vida de la profesora zamorana de 26 años que acababa de llegar a El Campillo (Huelva) para dar clases de Plástica en un instituto de la localidad vecina de Nerva.

Ahora, a Montoya le toca sentarse frente a nueve miembros de un jurado popular que decidirán su futuro en el juicio que arranca este lunes en la Audiencia de Huelva. Está acusado de detención ilegal, agresión sexual y asesinato. Y, después de cambiar su versión de los hechos al menos en tres ocasiones, en un intento desesperado por desdecirse y declararse inocente, los investigadores no confían en que repita aquel "arranque de sinceridad", pero sí lo hacen en las múltiples pruebas recabadas por la Guardia Civil. 

La "vigiló y acechó"

La llegada de Laura Luelmo, una chica joven y guapa, a El Campillo, un pueblo de la cuenca minera de Ríotinto de 2.000 habitantes, no pasó desapercibida para Montoya, su vecino de la casa de enfrente. Hacía dos meses que el hombre, nacido en Badajoz, albañil y soldador en paro, había recuperado la libertad tras cumplir su condena por matar a una anciana y, desde entonces, pasaba sus días apostado en la puerta de una vieja casa familiar ubicada en el número 1 de la calle Córdoba, a las afueras de El Campillo, frente a una lumbre que él mismo sacaba a sus pies para calentarse mientras miraba a sus vecinos. 

Apenas dos días "vigilando y acechando" a Laura le bastaron para "encapricharse" con ella, según las pesquisas de la Guardia Civil. Poco antes de su desaparición, la joven envió un mensaje de whatsapp a su novio alertándole de que se sentía inquieta en su nuevo destino: "tengo un vecino gitano que me da un poco de miedo". Era Montoya. La vio salir de casa aquella tarde de invierno para ir al supermercado y "decidió que era el momento perfecto para asaltarla", según las fuentes consultadas por CASO ABIERTO. 

Su padre, su punto débil

"En cuanto se alejó un poco, yo corrí a por mi coche. Me monté y dando un rodeo llegué primero al callejón. Allí esperé a que llegara ella", declaró Bernardo Montoya tras ser detenido. Incluso los asesinos más crueles tienen un punto débil, su talón de Aquiles. El del asesino de Laura, según averiguó la Guardia Civil, es su padre, al que tiene "muchísimo respeto". Por eso, nada más ser arrestado "estaba empeñado en desvincular el crimen de la casa de El Campillo, que pertenece a su padre. Montoya era consciente de que cuando se descubrieran las atrocidades que había cometido con Laura allí dentro, su familia nunca podría habitarla o venderla", recuerda un investigador.

El empeño de Montoya fue inútil. La investigación de la Guardia Civil descubrió que el hombre introdujo a Laura en su casa por la fuerza o con engaños con la intención de agredirla sexualmente. Según ha podido saber este diario, Montoya cometió un error que estuvo a punto de salvarle la vida a su víctima. "Cuando ya tiene a la chica dentro de su domicilio y a su merced, recuerda que ha dejado la lumbre fuera, en la puerta, a la vista de todos los vecinos y, como teme que alguien vaya a su casa a avisarle mientras está cometiendo el crimen, decide salir a recogerla y deja a Laura dentro", explican fuentes del caso. 

A punto de escapar

"Montoya le dice a Laura que si se queda quieta y le espera en casa no le hará daño, se confía en que le hará caso y sale. Pero cuando él vuelve a entrar con el brasero, encuentra a la joven en la cocina, la estancia más próxima a la calle, tratando de escapar. Él reconoce que se enfada mucho, forcejean y, en ese forcejeo, a él se le cae la lumbre al suelo". La Guardia Civil encontró restos de ceniza en el suelo de la cocina, muy cerca de la puerta que da salida a la calle, lo que corroboraría esa primera versión que Montoya dio a los investigadores.

Entonces, el acusado "comenzó a propinarle golpes y puñetazos a Laura en la cabeza y el cuerpo (la autopsia determinó como causa final de la muerte un último golpe muy fuerte en la frente) con un objeto duro y pesado, como un palo, un martillo o una piedra" para evitar que huyera, le ató las manos y le tapó la boca con cinta adhesiva para impedir que gritara. Cuando la chica ya estaba "malherida e indefensa", la trasladó a una de las habitaciones y la violó. Durante la inspección ocular, los agentes hallarían sangre de Laura en el dormitorio

Seguía con vida

Con la chica ya inconsciente, Montoya envolvió su cuerpo semidesnudo en una manta, lo metió en el maletero de su Alfa Romeo junto a la ropa de la joven y se deshizo de él en un camino rural de jaras en el paraje de Las Mimbreras, a cuatro kilómetros de El Campillo, donde los investigadores afirman que la dejó todavía con vida. Su cadáver fue recuperado por la Guardia Civil cinco días después de su desaparición, a solo 200 metros de donde encontraron los pantalones vaqueros y otras pertenencias de Laura.

"La desnudé de cintura para abajo e intenté violarla", llegó a reconocer Montoya en su primera declaración. Pero añadió que no consiguió culminar la agresión sexual: "a pesar de que ella estaba inconsciente, no pude". Una vez en prisión y por recomendación de su abogado, Montoya se sometió a unas pruebas médicas para tratar de demostrar que tiene problemas de erección y es impotente.

Restos en la vagina y el pecho

Lo cierto es que los forenses que practicaron la autopsia al cadáver de Laura no encontraron en su cuerpo restos de semen de su agresor y asesino, pero sí restos biológicos del hombre en la vagina y el pecho de la chica, según ha sabido CASO ABIERTO. Para la fiscalía y las acusaciones "no hay duda" de que Montoya violó a Laura "con penetración vaginal" y confían en que se podrá acreditar durante el juicio.

El acusado sometió a Laura a "padecimientos innecesarios y un sufrimiento más intenso que el necesario para causarle la muerte", asegura el ministerio público, que recuerda que Montoya es un asesino "reincidente" porque ya mató a una anciana y, tras asesinar a Laura, amenazó con volver a matar si quedaba libre.

Cuatro años antes de ser asesinada, Laura Luelmo se expresaba así en redes sociales: "Te enseñan a no ir sola por sitios oscuros en vez de enseñar a los monstruos a no serlo". El suyo, Bernardo Montoya, se enfrenta ahora a prisión permanente revisable.