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Jaume Pla Forteza Inspector retirado de la Policía Local de Palma

«La Policía Local de Palma tiene desatendidos los problemas de convivencia»

El inspector cree que la asunción de competencias contra la delincuencia convencional ha mermado la capacidad de respuesta ante lo que denomina «violencia de baja intensidad», pero que crea graves perjuicios a los ciudadanos

El inspector de la Policía Local de Palma Jaume Pla, jubilado desde este verano. B. Ramon

Jaume Pla Forteza (Inca,1951) entró en la Policía Local de Palma «por casualidad» en 1982 y se ha jubilado este verano. A lo largo de estos casi 40 años creó y dirigió el Grup Operatiu, un equipo de investigación criminal con funciones de Policía Judicial; la Unitat de Protección Familiar, pionera en la lucha contra la violencia de género; puso en marcha el Grup d’Actuació Preventiva (GAP) y dirigió los cursos de autoprotección de víctimas de violencia de género, a los que han asistido más de 200 mujeres.

¿Qué diferencias hay entre aquella Policía Local de Palma de sus comienzos y la actual?

En el año 82 hacía pocos años que habíamos salido de la dictadura y el alcalde, Ramón Aguiló, buscaba una policía democrática y dirigida al ciudadano. Buscó un gran líder, Joan Feliu, y apoyó económicamente el proyecto. Entraron muchos nuevos policías a través de la Escuela Municipal y se consiguió un capital humano con ideas muy claras de nuestro cometido. Han pasado casi 40 años y ha habido una gran evolución, tanto de la delincuencia, de las necesidades y de la manera de trabajar. La amplitud de las competencias de la Policía Local ha provocado una serie de bandazos y se ha perdido un poco la claridad del modelo.

Le veo un poco decepcionado con esa evolución.

No, no exactamente. Pero la forma en la que hacemos ahora el trabajo está propiciada por el propio modelo policial español. El desarrollo de las funciones policiales está muy enfocado a la delincuencia convencional. Y aquí se destinan demasiados esfuerzos tanto humanos como económicos. Y esos esfuerzos que dedicamos a las competencias que compartimos con la Policía Nacional, dejamos de dedicarlos a las competencias propias, especialmente tráfico y ordenanzas municipales. Y eso conduce desde mi punto de vista a una violencia ambiental, de baja intensidad, pero que perjudica mucho la convivencia en el entorno urbano.

Explíqueme mejor cuáles son estas parcelas que considera que están siendo desatendidas.

El control del tráfico y el cumplimiento de las ordenanzas de convivencia, que son las que permiten vivir con cierta normalidad. Por ejemplo, si usted tiene un vado, que pueda salir y moverse libremente. O estar en un parque sin verse alterado por la música que otra persona tiene a todo volumen. Son cosas que afectan a nuestra salud. O los patinetes eléctricos que circulan por las aceras y que suponen un gran riesgo. Por no hablar de las personas que llevan un perro con una cuerda de cuatro metros o no recogen los excrementos. O la gente que aparca en las esquinas de las aceras e impiden pasar, por ejemplo, a un carrito de bebé o un discapacitado. Todo esto es violencia ambiental, y es competencia propia de la Policía Local. Pero este trabajo no es atractivo y no se hace.

¿Considera que no se está trabajando correctamente frente a estas conductas incívicas?

Entiendo que la Policía Local debería dedicarse más, pero como se está haciendo ese esfuerzo en las competencias que compartimos con la Policía Nacional y tenemos unos recursos limitados, estamos desatendiendo muchos de los problemas del día a día del ciudadano.

Me dice que se desatiende el trabajo diario para centrarse en actuaciones más vistosas y que dan un mayor rédito político, porque esto no deja de ser una decisión política.

Si hacemos una aprehensión de droga es un buen servicio, aunque yo creo que debería ser básicamente de la Policía Nacional. Pero si destino diez policías durante tres meses a ese servicio, son diez efectivos menos que tendré controlando las ordenanzas municipales. Y deja un hueco que otro compañero tendrá que cubrir como pueda y que posiblemente le va a desmotivar.

¿Cuáles son los grupos más onerosos de la Policía en ese sentido?

En el caso más extremo están los grupos de antidisturbios. Las Unitats d’Intervenció Immediata (UII) estaban pensadas para atender emergencias, pero nuestras emergencias. Pero ahora se ha convertido prácticamente en una unidad antidisturbios a nivel de medios y preparación. ¿Cuánto cuesta eso? ¿Y cuánto cuesta rellenar los huecos que dejan?

¿Y la Policía Local de Palma se lo puede permitir?

Se lo puede permitir legalmente porque forma parte de esas competencias compartidas con la Policía Nacional. Pero como ciudadano yo creo que no. Yo quiero a una Policía Local que cumpla sus propias competencias, y la Policía Nacional, por supuesto, que cumpla las suyas.

En resumen, ¿cuáles son los principales problemas de convivencia que la Policía Local no está atendiendo correctamente?

Ruidos, tráfico, perros, aceras, patinetes, suciedad... Es muy fácil de comprobar, dese usted un paseo por cualquier barrio periférico y juzgue.

¿Y qué se puede hacer para mejorar esta atención?

Tener una voluntad política clara en este sentido. Esto es lo primero. Y luego tener un técnico, con ideas y empuje, que sea capaz de poner en marcha ese proyecto.

Entiendo que cree que los políticos actuales no lo están solucionando.

Tampoco se les puede responsabilizar de esta situación. El problema es el modelo, un modelo que a partir de 1986 permite esa asunción de competencias compartidas. Y a veces se utilizó de forma correcta. De igual manera que Ramón Aguiló creó una verdadera policía de barrio, Fageda, años después, implantó el modelo de seguridad ciudadana. En ese momento era algo necesario. Eran principios de los noventa y las Fuerzas de Seguridad del Estado estaban muy volcadas en la Expo y las Olimpiadas. Y en Palma había poca Policía Nacional y mucha delincuencia. Pero diez años después la situación se había normalizado. Y el propio Fageda volvió al modelo de policía de barrio y a desmantelar el de seguridad ciudadana. El problema es que ese desmantelamiento no finalizó, se hizo mal. Se mantuvo una coexistencia de los modelos con las alcaldesas Cirer y Calvo.

No había unas funciones claras de la Policía Local.

Sí, pero el modelo de seguridad ciudadana iba languideciendo. Entonces llegó el alcalde Isern, y volvió a implantar un modelo muy fuerte de seguridad ciudadana. Es algo legal, pero se aleja mucho de las necesidades reales de las personas.

Pero fue muy bien recibido por muchos policías.

Sí, claro. Se subieron al carro muchos policías porque había mucha desmotivación, y ese trabajo ilusiona mucho a los agentes. Los policías por lo general prefieren detener a atracadores que denunciar a personas por no recoger excrementos de perro. Pero eso es algo que hay que hacer, aunque moleste. Y luego se complica más. Vuelve a ganar la izquierda y se supone que se tenía que desmontar ese modelo. Pero no solo no se desmonta el modelo de seguridad ciudadana, sino que se potencia. Y la actual regidora se encuentra con todo esto. La regidora Adrover está gestionando esto como buenamente puede, pero no se le puede achacar a ella toda la responsabilidad.

Lo que usted me cuenta es que ha habido una falta de objetivos claros desde hace décadas, demasiados bandazos.

Tal cual.

Es curioso que esto lo diga usted, que participó en la creación de unidades de investigación.

Yo he estado 25 años en policía judicial. He estado en investigación criminal, policía científica y he tenido la suerte de desarrollar muchos proyectos. Mi bagaje profesional está en las antípodas de lo que le digo, pero yo he sido fundamentalmente un servidor público y he hecho lo que me mandaban. Si me mandan crear un laboratorio de policía científica lo hago con toda la ilusión del mundo, y si me mandan dirigir una comisaría de policía comunitaria, también lo hago con el mismo cariño. Me gusta más la rama de seguridad ciudadana, cierto. Pero soy policía local y tengo que hacer lo que toca, y hacerlo con toda la ilusión.

Hábleme del Grup d’Actuació Preventiva (GAP), el proyecto estrella de Isern.

No exactamente. Fue el proyecto estrella de Álvaro Gijón. Se trataba de crear un grupo de especialistas en códigos verdes, que son precisamente los servicios de baja intensidad.

Se trataba de agilizar las respuestas.

Sí, la idea era de un equipo potente que actuara con rapidez y con gran impacto visual. Imagínese una calle como Ramón y Cajal, con mucha densidad de tráfico y mucho coche mal aparcado en doble fila, que llegan seis motoristas y que en un minuto denuncian seis coches y se van. Eso es impactante, para todos los que lo ven y para los infractores. Y previene un montón de futuras conductas incívicas. Esa era mi visión

No es eso lo que se llevó a la práctica.

Para empezar esa visión no la entendía nadie. Al final Álvaro Gijón me dijo que lo montara, pero las instrucciones fueron más dirigidas a un control de pandillas, control de plazas. De nuevo, más seguridad ciudadana y alejado de mi idea inicial, que era atender a códigos verdes, las funciones propias de la Policía Local.

También participó en la creación del grupo especial contra la violencia de género, uno de los pioneros en España.

Fue una iniciativa del mayor Ricardo Mínguez, que fue un visionario en identificar el problema. Ya propició que las víctimas de violencia de género, que en aquella época ni siquiera se llamaba así, sino violencia doméstica, tuviera una asistencia psicológica de crisis. Esto todavía se mantiene a día de hoy. Y se adquirieron dispositivos con GPS para tener localizadas a las víctimas, toda una innovación.

Daban ya una atención a las víctimas que iba más allá del trabajo estrictamente policial, de detener a los agresores. Hacían un seguimiento a la víctima, una atención posterior, e incluso cursillos de autodefensa para mujeres agredidas.

Eso llegó un poco más tarde. En 2003, antes de la ley de Violencia de Género, presentamos una carta de servicios en que adquirimos una serie de compromisos en este tema, como agilizar el tiempo de respuesta ante la emergencia, asistencia psicológica, tomar denuncia preferente, facilitar intérprete, asistencia jurídica o el control de agresores. Y más tarde, en 2009, diseñamos junto a mi compañera Cati Sastre los cursos de autoprotección a víctimas, que es una de las cosas de la que me siento más satisfecho.

Hacían mucha incidencia en la prevención, en tratar de que estas mujeres no volvieran a ser víctimas de violencia.

Nos movemos en actuaciones paliativas. Es muy difícil impedir una agresión, pero cuando esta se ha producido tenemos que disminuir su victimización. Se trata de ayudar a esas mujeres para que no les vuelva a pasar. El control de los agresores tiene una incidencia, pero poca. Y las mujeres que han hecho el curso de autoprotección no fueron muchas, algo más de doscientas en todas las ediciones. Pero lo que intentábamos trabajar era la autoestima de estas mujeres, de forma que pudieran evitar estas situaciones. La idea era que la mujer que recibíamos con la cabeza baja, con una autoestima muy baja, se sintieran atendidas y salieran reforzadas.

¿Por qué se hizo policía?

Pues un poco por casualidad. Es un mundo que siempre me había llamado la atención, pero yo de joven trabajaba en una carnicería. Y un buen día vi un anuncio en un periódico de que se creaba la escuela de Policía Local de Palma. Lo probé y entré. No fue una decisión muy meditada.

Y ahora, si echa la vista atrás, ¿volvería a hacerlo?

Sí, sin duda. Pero haría algunas cosas de otro modo. Me centraría más en las personas y no tanto en el trabajo. En los tiempo duros del Grup Operatiu mi cabeza estaba demasiado centrada en el trabajo y dejé abandonada a la familia. Y esa presión la extrapolaba a los compañeros. Ahora no lo haría.

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