"Me desperté por la mañana cuando María se puso encima mío, quería tener sexo, pero la noté fría y con el pelo húmedo, entonces vi que los niños no estaban en la casa y me dijo: Estate tranquilo, están en paz, están con Dios". Esa es la versión que mantuvo este lunes durante su declaración ante un jurado popular Gabriel Salvador C. A., el padre de los dos niños asesinados a golpes en Godella en marzo de 2019, que supuestamente no se enteró de nada y que fue la madre de los pequeños, Ixchel y su hermano Amiel —de cinco meses y tres años y medio— quien acabó con sus vidas de noche, sin que los llantos de una bebé todavía lactante o los ladridos del perro labrador que tenían en la caseta lo despertaran, negando a su vez que hicieran vigilias para proteger a los menores de una supuesta secta. "Los he matado, he abortado a dos hijos, pero tú puedes hacerlos renacer", le confesó su pareja, según alegó después de relatar la angustiosa búsqueda de los menores.

El acusado del doble infanticidio, para el que el Ministerio Fiscal solicita una pena de 50 años de prisión, negó que realizara rituales de purificación o de regresión de las almas, que practicara magia negra e incluso que creyera en sectas, pese a que posteriormente el fiscal le hizo leer una a una las anotaciones recogidas en un diario donde recopilaba los informes de sus "guardias" nocturnas y que ahora también niega. En ellas hace referencias a "enemigos nocturnos", "las energías invisibles planean contra mí" o "al mayor control sobre los objetivos a proteger". Para justificar estos escritos, cuya autoría él mismo reconoce, Gabriel los atribuye a una redacción "pintoresca y fantástica" con la que trataba de tranquilizar a su hijo de tres años porque "tenía amigos imaginarios y creía ver fantasmas".

Este martes se retomará la vista ante los miembros del jurado popular —formado por seis mujeres y cinco hombres— con la declaración Gabriel, en la que no estuvo presente la coacusada por expreso deseo de ésta. Tras su interrogatorio será el turno de la madre de los niños. María G. M., que es inimputable por el trastorno esquizofrénico de tipo paranoide que sufre, prestará por primera vez declaración ya que durante la fase de instrucción las únicas manifestaciones que constan de ella explicando lo ocurrido son las que realizó al médico psiquiatra en el hospital tras su detención, al que le confesó que "Dios le había ordenado matar a los niños", y las realizadas durante las entrevistas con los médicos forenses del Instituto de Medicina Legal de València, quienes llegaron a la conclusión de que la joven no era consciente de sus actos al sufrir un brote agudo de su enfermedad.

Separados por un biombo, ambos padres eludieron mirarse durante la primera sesión del juicio por el doble crimen. Sus versiones son totalmente contradictorias. Por un lado, la defensa del padre de los niños remarcó ante el jurado que no hay pruebas contra su cliente y que el ADN solo incrimina a la madre. "Se ha construido el caso no sobre indicios, sino en base a sospechas, muchas subjetivas que se han ido disolviendo durante la instrucción como un azucarillo", argumentó el letrado Arturo Peris. "No se juzgan personas, se juzgan hechos", puntualizó.

Por su parte la letrada Luisa Ramón, que ejerce la defensa de la madre, también niega que María matara a los niños, según adelantó a la sala, su cliente se los encontró ya muertos y que los enterró, de ahí el hallazgo de ADN de los menores que la incrimina. Asimismo aclaró que en las cartas aportadas por la defensa del padre, "María no pide perdón por los crímenes, sino por no haber sabido proteger a su familia, lo que más quería".

El procesado reconoció ante las insistentes preguntas del fiscal que es un apasionado de la cultura maya y que durante un viaje de tres meses a México estuvieron de retiro espiritual en una vivienda donde un chamán, al que definió como una persona con conocimientos, les trasmitió mucha información sobre la cultura precolombina. De hecho, admitió que a María no le interesaba la mitología maya. Sin embargo, negó que le pusieran a su hija el nombre de Ixchel en referencia a una deidad maya, sino simplemente porque "sonaba bien" y significa "niña arcoiris". Así, incluso se mostró especialmente irascible al asegurar que para ellos solo hay un dios creador. "No tienen dioses, son abuelos", corrigió al fiscal.

Resulta llamativo que a lo largo de sus casi tres horas de declaración el acusado no se dirigiera a sus hijos por sus nombres, sino por "la bebé", "el niño", un matiz más de la extraña frialdad que ha mostrado tras los crímenes, salvo alguna pequeña lágrima dejó brotar delante del jurado al relatar cómo buscaba a los niños con un palo en la piscina tras ver restos de sangre en los escalones.

Sobre el incidente ocurrido el 11 marzo de 2019, dos días antes de los crímenes, en los que la Policía Local de Godella acudió al domicilio tras un supuesto aviso de suicidio, después de que la abuela materna de los niños recibiera un mensaje de su hija en el que decía: "Gracias creador, me voy contigo", el padre argumentó que como le preguntó y ésta y se río, pensó que era una forma de "chinchar" a su madre, ya que ambas discutían a menudo.

El fiscal Javier Roda sostiene que éste transmitió a su pareja todo este tipo de creencias místicas sobre la reencarnación y los rituales de regresión de forma intencionada. "Gabriel le metió en la cabeza la idea de matar a sus hijos", aseguró, a la vez que definió al acusado como una persona "manipuladora y autoritaria", que tenía abducida a María. "Le tenía comida la cabeza, le metió esas convicciones y luego se quedó de brazos cruzados y no hizo nada por evitarlo", indicó.