Caso Abierto - Diario de Mallorca

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Alejandro Perdigón Subteniente de la Guardia Civil retirado.

«No podemos proteger a todas las mujeres 24 horas, la solución a la violencia no es solo policial»

Hasta la semana pasada fue el comandante del puesto de la Guardia Civil de sa Pobla, pero durante años dirigió el Emume, el equipo especial contra la violencia de género

El subteniente Alejandro Perdigón se retiró la semana pasada. B. RAMON

Le quedaban tres días para jubilarse como comandante del puesto de la Guardia Civil de sa Pobla cuando la semana pasada se descubrió que una mujer y su hijo habían sido asesinados en la localidad. El subteniente Alejandro Perdigón (Selva, 60 años) revivió durante esos tres días los años en los que dirigió el Equipo Mujer Menor (Emume), el grupo especial de la Guardia Civil contra la violencia de género, y en los que dirigió exitosas investigaciones, como la del violador múltiple de Magaluf.

Un doble crimen a tres días de jubilarse ¿Cómo ha vivido estos últimos días como guardia civil?

Sorprendido. No esperaba que ocurriera algo así. De hecho, había ido a Palma a despedirme de la delegada del Gobierno cuando me llamó mi cabo, y me informa de que habían encontrado los dos cadáveres. Llegué a pensar que era una broma, pero me dijo que era bien en serio, así que me fui para allá.

Han sido tres días de infarto.

Los dos primeros sobre todo. Luego se hizo cargo la Policía Judicial y el Laboratorio de Criminalística. Como el autor estaba ya detenido, el trabajo se centraba en recabar las pruebas para presentarlas cuando se celebre el juicio.

¿Cuáles son las primeras directrices en un caso así?

Normalmente intervienen primero los servicios sanitarios, pero en este caso estaba claro que las víctimas habían fallecido hacía horas, y aunque las causas de la muerte no estaban claras, había signos de pelea en la habitación. Lo primero es que nadie toque nada, preservar la escena del crimen para que los técnicos del laboratorio puedan recoger todas las muestras.

Usted estuvo muchos años al frente del Equipo Mujer Menor (Emume), el grupo especial contra la violencia de género de la Guardia Civil. Hábleme de aquellos años.

Fue una etapa que disfruté mucho a nivel profesional. Teníamos reuniones con la conselleria de Afers Socials, con los fiscales y jueces de menores, y creamos todo el protocolo de violencia de género. Allí propuse la creación de la UVASI (Unidad de Valoración de Abusos Sexuales en la Infancia), un equipo mixto con guardias y psicólogos, que cogiera al menor abusado desde el primer momento que entraba en dependencias policiales, para que tuviera una persona de referencia con la que poder hablar, y evitar una doble victimización. Y grabar en vídeo su declaración para hacer una prueba preconstituida que mostrar en el juicio, y que el menor no tuviera que volver a contar una y otra vez lo que había sufrido.

En los últimos años ha habido mucho esfuerzo de concienciación contra la violencia de género y por proteger a las víctimas, pero las cifras no bajan.

No creo. Cuando yo empecé en el Emume había ochenta o noventa víctimas de violencia de género al año y ahora están en la mitad. Ha habido un descenso.

Yo me refería a los homicidios.

Es complicado. En el caso de sa Pobla, la mujer tuvo una orden de protección, pero luego volvió a vivir con su marido. Tras denunciarle una segunda vez, el hombre se marchó a vivir a Marruecos, con lo que la medida de protección quedó inactiva. Y nosotros no somos adivinos. No podemos saber si él ha vuelto de Marruecos y han vuelto a vivir juntos.

¡Pero hay algo más que se pueda hacer? ¿Estamos fallando en algo?

Yo creo que estamos utilizando todas las herramientas que podemos. En un estado de derecho hay cosas que no podemos llevar más lejos. En casos de riesgo extremo tenemos a las mujeres controladas las 24 horas, con lo que estás seguro de que no le va a pasar nada. Pero fuera de ese riesgo extremo, cualquier mujer puede ser víctima de una agresión, por muchos contactos que tengas con ella y vigilancias que hagas.

Parece que la solución no es policial.

La Policía hace todo lo que puede y cumple a rajatabla todos los procedimientos, pero no podemos tener vigiladas a todas las mujeres 24 horas. La solución va más allá.

Hablamos de educación. Los agentes del Emume suelen dar charlas en colegios e institutos para prevenir casos de violencia de género entre los jóvenes.

Sí. Hay violencia de género entre los chavales y hay que concienciarles sobre las consecuencias que puede acarrear. Y hacerles ver que no son solo las agresiones físicas, sino también las verbales. Y muchas veces, tanto ellas como ellos se quedan asombrados, porque tienen normalizadas algunas conductas que no son admisibles. Y pasa lo mismo con el bullying.

En aquellos años usted dirigió la operación Anguila, para capturar al violador en serie de Magaluf. ¿Cómo fue?

Fue a partir de la agresión a Cheryl Maddison, una chica inglesa que en 2008 fue víctima de una violación extremadamente violenta. El agresor la asfixió y la apuñaló, y la dejó porque la creyó muerta. Al cabo de un año hubo otra violación muy violenta en Magaluf. Las muestras de adn confirmaron que se trataba del mismo autor. Luego hubo otro caso más, muy violento, aunque aquí no pudimos sacar el adn. En cualquier caso, nos enfrentábamos a un violador en serie, un depredador sexual.

Fue una investigación muy larga.

Duró dos años, fue un trabajazo. Por una camiseta que llevaba averiguamos que podía tener nexos con Canarias. Como las agresiones aquí eran siempre en verano, pensamos que podría ser un trabajador que hacía la temporada de invierno en Canarias. Sacamos un listado de trabajadores que estuvieran empleados en Canarias y aquí. Era una lista inmensa. Y fuimos descartando, por edad o características físicas. Y nos centramos en los que tenían antecedentes. Cheryl colaboró mucho. Le enviábamos fotos de los que teníamos, aunque a su agresor no le reconoció. Sabíamos que era fumador, porque cuando Cheryl se lo encontró estaba fumando. Al final redujimos la lista a ocho sospechosos y les seguimos. Y en cuanto tiraba una colilla al suelo, la recogíamos y la enviábamos a analizar. El primer sospechoso dio negativo. En el segundo, el adn confirmó que era el violador. Ordené que fuera detenido de inmediato. La defensa alegó durante el juicio que habíamos cogido la colilla sin su consentimiento, pero la habíamos recogido de la calle, y eso no es ilegal. Fue condenado por las dos agresiones, a 32 años de cárcel en total.

Tiene motivos para estar satisfecho.

Sí, fue un gran trabajo de todo el Emume. Y Cheryl nos lo agradeció personalmente. Y en estos casos el agradecimiento de las víctimas es lo mejor. De hecho, después de dos años de trabajo, la Guardia Civil no nos lo reconoció como creo que merecíamos. Pero bueno, en la Guardia Civil de Balears han pasado jefes muy buenos y jefes muy malos, igual que hay guardias muy buenos y guardias muy malos. Y yo siempre he tenido un defecto, que no soy muy simpático. Mi trabajo es mi trabajo y cuando estoy trabajando no soy un relaciones públicas. Cuando trabajo no tengo tiempo de venderme. Pero el reconocimiento más importante es el agradecimiento de las víctimas.

También participó en la investigación al párroco de Can Picafort por agresiones sexuales a menores. Tuvo que ser complicado, porque los hechos habían ocurrido quince años antes.

En el Emume hemos tenido muchos casos de gente mayor que viene a denunciar abusos sexuales que sufrieron siendo niños. Por eso es muy importante la reforma legal que se ha hecho, para que estos delitos tarden más en prescribir, porque nos encontrábamos con muchos delitos que ya habían prescrito.

Es esencial que estos delitos no prescriban.

O que tengan un plazo de prescripción más alto, al menos. Porque hemos tenido delitos probados, que sabíamos quién era el responsable, y él sabía que lo sabíamos, pero que se quedaban en nada porque habían prescrito.

La actitud de la Iglesia ante los casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes ha cambiado mucho en los últimos años.

Sí, además el papa Francisco se ha involucrado mucho para acabar con la impunidad en los casos de abusos sexuales de sacerdotes, y que haya mano dura. Antiguamente se preocupaban más por tapar el escándalo que por hacer justicia o proteger a las víctimas.

¿Cómo han sido estos tres últimos años en sa Pobla?

Una maravilla. A mí me gusta mucho el trabajo operativo. Como comandante de puesto tienes que hacer relaciones institucionales, pero también dirigir las investigaciones de los delitos que se cometen en el pueblo y bregar con tu personal, que también da trabajo. Lo he disfrutado mucho.

¿Cómo está la seguridad ciudadana en el pueblo?

Está bien. Sa Pobla es un pueblo muy tranquilo. Cuando yo llegué había un poco más de inseguridad, pero se han detenido a dos o tres personas que cometían muchos delitos. El juez los envió a prisión y el pueblo está tranquilísimo.

Se despidió del mando en sa Pobla con un reconocimiento del Ayuntamiento por su colaboración con la Policía Local.

Con la Policía Local siempre me he llevado muy bien. Manteníamos reuniones semanales. Esto lo instauré en mi etapa en Formentera, donde me coordinaba con la Policía Local para planificar las patrullas. En sa Pobla no ha hecho falta llegar tan lejos, pero hemos mantenido muy buena colaboración, porque al final esto redunda en un mejor servicio al ciudadano.

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