El asesino confeso de Ika Hoffmann, de 59 años, en la Colònia de Sant Jordi de se sentará el lunes en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial. El juicio por este crimen machista se celebrará por el procedimiento del jurado. El fiscal pide para el acusado Celestino Rodríguez Sabina, de 61 años, 16 años de prisión y una indemnización de 100.000 euros a cada uno de los dos hijos de la víctima.

Los hechos que se enjuiciarán el próximo lunes tuvieron lugar sobre las seis y media de la mañana del 22 de septiembre de 2019 en la Colònia de Sant Jordi. Veronika Ruth Hoffmann, Ika como era conocida cariñosamente, se encontraba entonces en la terraza de su domicilio situado en el número 14 de la Avenida Primavera de esta localidad turística mallorquina del término municipal de ses Salines. La vivienda la compartía con Celestino, que se convertiría en su asesino.

De acuerdo con el escrito de acusación del fiscal, Celestino fue a la cocina y cogió un cuchillo. Antes de que la víctima pudiera reaccionar ni defenderse, este individuo le asestó numerosas cuchilladas en el tórax y en el abdomen que le causaron la muerte.

En concreto, la víctima presentaba una cuchillada en la axila izquierda, otra en el hemitórax izquierdo, una en el flanco izquierdo, otra en la fosa ilíaca izquierda, un corte en la mitad izquierda del labio superior, una dermoabrasión en el pecho y un hematoma en la mama derecha. Tras el crimen, el asesino confesó los hechos.

Tras el crimen de Ika Hoffmann, el asesino confesó los hechos y no dudó en expresar su supuesto arrepentimiento por el horrible crimen machista que acababa de cometer. «Lo siento, lo siento», repitió una y otra vez Celestino en el momento de su detención.

Según los vecinos, el arrestado por el asesinato conocía a Veronika Ruth, aunque era llamada Ika por los vecinos, desde hacía apenas dos meses. Los dos eran amantes de los gatos. Esa pasión por los felinos les llevó a iniciar una estrecha relación. Además, los dos eran simpatizantes de la asociación local que se encargaba de alimentar y cuidar a las numerosas colonias del pueblo.

Su comportamiento, entonces, no hacía presagiar que él pudiera desatar un brutal ataque con un cuchillo contra ella. «Él es un hombre tranquilo», le definían en su entorno más cercano.

Las pautas de conducta de celestino, residente en la Colònia de Sant Jordi desde hacía ocho años, sorprendieron a los residentes en este núcleo vacacional de ses Salines. Así, las personas que le conocían describían a Celestino como una persona solitaria. Otro aspecto que llamaba la atención era que no poseía ni teléfono móvil ni coche y que solía madrugar mucho.