«El acusado creó un estado de terror pleno en María desde su más tierna infancia. Nunca sabremos cómo hubiera sido María de no haber sufrido estos actos. Sus problemas la acompañarán de por vida porque se ha afectado directamente a su personalidad». La sentencia de la Audiencia Provincial resume así el infierno que durante dos décadas vivió la víctima, sometida por su tío a incontables violaciones bajo amenazas durante dos décadas, entre los 7 y los 26 años en Palma. Muchos de los abusos fueron grabados en vídeo y en ellos participó otro hombre ya fallecido. El fallo impone al procesado, ahora anciano, 15 años de prisión por estas agresiones sexuales continuadas y le obliga a indemnizar con 200.000 euros a la perjudicada por las graves secuelas psicológicas que padece. La sentencia declara probado que el acusado abusó también de otra sobrina, hermana de la víctima, pero considera que esos hechos han prescrito ya.

El acusado, que tiene ahora 79 años, aprovechó que el padre de las niñas padecía una enfermedad. Las menores convivían con él y su mujer y pasó a convertirse en una figura paterna. Los abusos comenzaron en 1987, cuando ellas tenían siete años. Empezó mostrándoles revistas y películas pornográficas para luego obligarles a masturbarle y hacerle felaciones.

A partir de 1990, el acusado se centró en María, su ahijada, que tenía entonces 10 años. «A partir de ese momento, los actos sexuales con penetración se convirtieron en algo rutinario y no cesaron hasta que ella se independizó con 26 años», detalla la sentencia. El hombre no solo aprovechó su situación de superioridad -«era como un padre para mí», contó ella en el juicio-, sino que creó un «estado de terror pleno» en la víctima. Ante cualquier queja, la amenazaba con llevarla a un internado, le decía que nadie iba a creerla y que la echarían de casa.

El acusado dio una vuelta de tuerca a las violaciones cuando la menor tenía 12 años. A partir de entonces obligó a la niña a mantener relaciones sexuales también con otro hombre. Estos encuentros, que en ocasiones se convertían en tríos, se sucedieron en un barco durante varios años y eran grabados en vídeo. El acusado obligaba a la menor a ver después estas filmaciones, que utilizó también para amenazarla con difundirlas y perpetuar su silencio. La sentencia señala que el hombre aisló a la víctima del resto de su familia y le hacía regalos y promesas, «una pieza más del chantaje, en cumplimiento de un plan intimidatorio que abarcaba todos los ámbitos de la vida de la joven». Con este «sometimiento y clima de temor al que la había sometido desde la más tierna infancia», logró prolongar las violaciones hasta que la chica cumplió 26 años y se independizó en 2006. En agosto de 2018, las dos hermanas denunciaron los abusos sufridos y ejercieron la acusación particular contra su tío a través de la abogada María Jesús Isasa. La Policía encontró entonces en el domicilio del hombre numerosos vídeos de los abusos y otro material de pornografía infantil que ya había intentando borrar.

El fallo considera al acusado autor de un delito continuado de agresión sexual con intimidación y acceso carnal, por el que le impone 15 años de cárcel y una indemnización de 200.000 euros a su sobrina María. Declara prescritos los abusos cometidos sobre la otra menor, por lo que le absuelve de ese delito, así como la utilización de la víctima para elaborar material pornográfico y su exhibición. Además, le exonera del delito de tenencia de material pedófilo al no quedar acreditado cuánto tiempo lo tuvo en su poder.