La mujer que desde hacía seis años trabajaba para ellos como empleada doméstica se convirtió en una auténtica pesadilla para una pareja de Palma. Se había obsesionado con el hombre y quería mantener una relación sentimental con él a toda costa. Despedida y despechada, empezó una espiral de acoso que se prolongó durante dos años, con vigilancias, seguimientos, decenas de llamadas y mensajes teléfónicos e incluso pintadas en la finca donde vivía el matrimonio. El caso ha acabado en los tribunales, con la acusada condenada y una orden de la alejamiento de tres años.

La acusada había empezado a trabajar en la casa como empleada del hogar en el año 2011, encargándose de diferentes labores. Debía de ser cumplidora y eficiente, porque mantuvo el puesto hasta finales de 2017. Las cosas empezaron a torcerse cuando ella se emperró en ser la amante de su jefe. Pese a que el hombre la rechazó sin ambages, no se dio por vencida. Su insistencia deterioró tanto la convivencia con el matrimonio que acabó siendo despedida. Llevaba semanas increpando a la pareja, acusándola de maltratarla y de haberla «atrapado en un triángulo amoroso».

La salida de la limpiadora parecía haber puesto fin a los problemas. Pero tras unos meses sin tener noticias de ella, la mujer empezó a acosar al hombre en el verano de 2018. La exempleada comenzó a llamarle y enviarle mensajes de voz para reprocharle su rechazo.

El acoso se prolongó durante dos años. La acusada vigilaba y seguía al hombre, provocando continuos encuentros con él en las inmediaciones de su casa y su lugar de trabajo. En marzo de 2019 se acercó al hombre cuando este llegaba a su domicilio con uno de sus hijos. «Me estás despreciando, tú tienes otras amantes y te he visto con otras mujeres. Eres un depredador de mujeres y como yo no me abro de piernas tú no me haces caso», le espetó. Al día siguiente lo llamó cuatro veces para insistir en sus reproches.

En noviembre de ese año, volvió a contactar con él para decirle que era un «depredador de mujeres» y llevó esta acusación hasta la fachada de la finca donde vive la pareja. El edificio amaneció un día con una pintada: «Aquí vive un depredador».

Unos días después, la extrabajadora se topó con la mujer del perjudicado y le hizo una peineta. Luego le envió una nota de audio: «Hola, depredador. ¿Le gustó a tú mujer lo que le hice? Pues ahora os va a gustar más el próximo movimiento».

La situación se volvió insostenible y la pareja, atemorizada, presentó una denuncia. La mujer fue detenida por la Policía el 22 de noviembre de 2019, pero ni siquiera así cejó en su empeño. Volvió a pasar varias veces por el domicilio y la empresa del hombre, al que abordó para llamarle «cobarde», decirle que retirase la denuncia o simplemente, dejarse ver.

En junio pasado, un juzgado decretó finalmente una orden de alejamiento y la fiscalía le imputó un delito de acoso, penado con hasta dos años de prisión. Sin embargo, el ministerio público, la defensa y la acusación particular alcanzaron un acuerdo antes de la celebración del juicio. La acusada reconoció los hechos, se declaró autora del delito y acató finalmente pagar una multa de 3.240 euros y cumplir una orden de alejamiento del hombre, su mujer y sus hijos durante los próximos tres años.