Años y años de control férreo y humillaciones que desembocaron en un grave episodio de violencia machista. Un vigués se enfrenta a 39 años de cárcel acusado de encerrar a su pareja en un taller de carpintería ubicado en un anexo del domicilio, donde presuntamente la golpeó, la agredió sexualmente y la ató con una cuerda de pies y manos, llegando a realizar durante dicho ataque varias fotos que envió por WhatsApp a un amigo de la víctima. Casi dos horas de terror que solo finalizaron cuando un dispositivo policial irrumpió en el lugar. El hombre fue enviado a prisión provisional tras ser arrestado allí mismo. El juicio se celebrará en la Audiencia Provincial de Pontevedra.

La fiscal atribuye al procesado, de 45 años, cinco delitos: detención ilegal, agresión sexual, lesiones contra la mujer, revelación de secretos y maltrato habitual, con la concurrencia de las agravantes de género y parentesco. Junto a la condena de cárcel pide libertad vigilada -para cuando cumpla la prisión- y prohibición de aproximarse o comunicarse con la víctima, medida que, puntualiza, debería controlarse con pulsera telemática cuando él no esté "de forma efectiva" en el penal.

Novios desde los años 90, la pareja empezó a convivir en 2009. "Casi desde el inicio de la relación y en especial desde que tuvieron a su hija -hace casi una década-, el encausado sometió a la víctima a continuas humillaciones y menosprecios", relata la Fiscalía en su escrito de calificación provisional. Junto a "insultos y amenazas", sometía supuestamente también a la mujer a un férreo "control" para "lograr su aislamiento social y familiar" y decidía él "exclusivamente" sobre todo lo relacionado con la salud y la educación de la niña, "sin permitir injerencias de ella". A la víctima le impedía tener contacto asiduo con sus padres y sus hermanas -tenía que verlos o telefonearlos a "a escondidas"- e incluso le habría prohibido llevar a la hija de ambos junto a dicha familia materna.

Miedo

El "miedo que sentía" la víctima y la "dependencia emocional" que tenía, concreta la acusación pública, provocaron que ella "acatara" esta situación durante tanto tiempo. Hasta que ocurrió el ataque del 10 de octubre de 2019 que derivó en la detención y el encarcelamiento de este presunto maltratador.

Aquel día por la tarde un vecino le dijo al procesado que había visto a su pareja con otro hombre "unas calles más abajo". Cuando ella llegó a casa después de trabajar, a las 22.30 horas, él le pidió que le ayudase con unos muebles en el taller. Pero todo era un engaño, porque cuando ella entró allí, el acusado, describe la fiscal, cerró la puerta de manera que no pudiese salir y le preguntó por dicho hombre.

Tras contestarle ella que era un amigo, él habría empezado a agredirla. Primero le asestó supuestamente una bofetada y golpes con una mano, y después la agredió con una cuerda en varias zonas del cuerpo, junto a tirarle del pelo y empujarla. A gritos y tras empezar a quitarle ropa, le ordenó que desbloquease su teléfono móvil y, sin consentimiento de ella, le hizo presuntamente dos fotos que envió por WhatsApp al amigo de la mujer. Pese a la "negativa expresa y persistente" de la mujer, la agredió sexualmente y volvió a realizar una foto para el mismo destinatario. Y, para retenerla en el taller, le ató los pies y las manos a la espalda con una cuerda y la dejó allí tumbada y encerrada, con la luz apagada.

Poco después regresó. De nuevo supuestamente la golpeó y la atacó sexualmente. En esos momentos ya se había dado la alerta y la Policía trataba de contactar tanto con la víctima como con el acusado por teléfono. Cuando los agentes llegaron al otro lado de la puerta del taller usaron incluso megafonía para que el agresor parase: él rompió el teléfono de ella y le dijo que se "callase" y no respondiese a los requerimientos. Finalmente los policías pudieron acceder. Habían pasado casi dos horas, eran las 00.15 horas, y el hombre fue detenido. La víctima sufrió lesiones y, a raíz de lo vivido, un trastorno adaptativo.

Años de control en que llegó a dejarla fuera de casa

Junto a los hechos ocurridos esa noche de octubre de 2019 en el taller, la fiscal relata otros episodios de la convivencia de la pareja. Una vez, en 2018, cuando la mujer fue a cenar con dos compañeras de trabajo, él, para "castigarla", le cerró la puerta de casa -ella no tenía llaves "porque él no quería"- y ella tuvo que dormir fuera, en uno de los vehículos que tenían. En otra ocasión "cortó los cables de la tele" para que no pudiese verla y "no reparó la cocina" del domicilio, para que ella "tuviese que pasar más tiempo en casa y encender la cocina de leña".