El hombre que apuñaló a un menor de edad en las fiestas patronales de Artà de 2017 aceptó ayer una condena de 11 años de prisión y pidió perdón a la víctima y a sus familiares.

El hombre, de 30 años, reconoció ser el autor del apuñalamiento, aunque mantuvo que hay partes del episodio que no recuerda. Su defensa aceptó la petición de pena de las acusaciones, después de que la rebajaran a once años de cárcel, por un delito de asesinato en grado de tentativa.

Con todo, la Fiscalía solicita que cuando alcance el tercer grado, la pena de cárcel sea sustituida por la expulsión del territorio español por diez años, puesto que el acusado se encuentra en situación irregular. Llevaba cinco meses en España.

Los hechos tuvieron lugar el 3 de agosto de 2017, de madrugada, cuando el acusado se encontraba en una plaza del pueblo durante las fiestas. Con él estaba la víctima, a quien había conocido esa misma noche, y otros amigos.

En un momento dado, y sin mediar discusión ni provocación alguna, el hombre abandonó la plaza y regresó a los pocos minutos llevando dos cuchillos ocultos. "No discutimos ni nada, no hubo una razón por la que yo hiciera eso. Quiero pedirle perdón a él y a toda su familia por causar este daño", ha declarado el hombre.

El acusado ha atribuido su comportamiento al consumo de alcohol -afirmó que aquel día bebió "veinte o treinta cervezas" porque llevaba consumiendo desde las dos de la tarde-, pero las acusaciones discuten esta afirmación.

La víctima sostuvo que no percibió al hombre como una amenaza. Se había presentado explicando que llevaba poco tiempo en Mallorca y que se encontraba perdido. "Fue muy amable conmigo", contó. Incluso le comentó que su grupo de amigos solía estar por aquella plaza, por si quería encontrarles otro día.

En el juicio, el hombre admitió que después de marcharse a buscar los cuchillos, regresó y de manera imprevista apuñaló por la espalda al menor, que se encontraba echando gasolina a una moto. Después salió corriendo del lugar. Posteriormente fue detenido por la Guardia Civil y enviado a prisión.

La víctima explicó que en el momento del apuñalamiento sintió "un golpe muy fuerte" y que en el primer instante pensó que le habían lanzado una piedra. Después vio al acusado con el arma y sintió la sangre. Vio cómo sus amigos salían huyendo, algo que, según dijo, no entendió. "Supongo que entraron en pánico", declaró.

Sangrando, el joven salió corriendo hacia su casa, solicitando auxilio por la calle. "No quería morirme en la calle, quería morirme en mi casa", relató, visiblemente afectado. El chico se desplomó al llegar a su domicilio, justo después de llamar al timbre, y su familia lo trasladó al PAC. Fue posteriormente derivado a Son Espases, donde tuvo que ser intervenido de urgencia.

El arma había alcanzado el estómago, un pulmón y el corazón. Sólo hubo un orificio de entrada, pero el chico cree que fueron varias acometidas. Como consecuencia de las heridas, la víctima entró en parada cardiorrespiratoria y sufrió un infarto cerebral, que le ha conllevado pérdida de vista en un ojo. El chico fue ingresado en la unidad de cuidados intensivos de Son Espases. Posteriormente ha necesitado terapia de rehabilitación respiratoria y requiere de tratamiento farmacológico y psicológico por las secuelas.

Por todo ello, el acusado también deberá indemnizar a la víctima con 104.000 euros y se le impondrá una orden de alejamiento durante más de 20 años en favor de la víctima.

El abogado de la víctima, el letrado Jaime Campaner, destacó en sus argumentos que el joven "está vivo de milagro" y solo gracias al "buen hacer de los facultativos" que le atendieron. Además, resaltó la indefensión de la víctima, que tenía diecisiete años, ante la "corpulencia" del agresor.