Un oficial de la Guardia Civil que ha cambiado de destino recientemente decidió celebrar su marcha con sus antiguos compañeros. Colocaron unas mesas en un patio interior cubierto que hay en el sótano de la Comandancia de Palma, y les agasajó con comida y bebida. Más de treinta personas participaron en la celebración, que se prolongó durante varias horas, desde el mediodía hasta las siete de la tarde. La cosa no tendría más importancia, de no ser porque ocurría el viernes de la semana pasada, con Balears en Fase 1 del estado de alarma y las concentraciones de más de diez personas prohibidas. Cuando el coronel jefe de Balears, Alejandro Hernández, se enteró de lo ocurrido, llamó a capítulo al oficial en su despacho y parece que la bronca fue de órdago. No en vano la Guardia Civil se ha batido el cobre durante estas semanas para hacer cumplir el confinamiento.

Un crack en calvià

Otro oficial que ha cambiado de destino estos días es el teniente Manuel Martínez Palomo, que desde el pasado 1 de mayo dejó el Grupo de Homicidios para dirigir el puesto de Calvià. Palomo se ha destacado desde su llegada a Mallorca como un investigador infatigable y retomó algunas investigaciones que parecían enquistadas. Tuvo su premio el pasado mes de diciembre, cuando logró devolver con su padre a la pequeña Olivia Encinas, que había pasado ocho años retenida por su madre en Poloniaocho años retenida por su madre en Polonia. La insistencia de Palomo fue clave para resolver felizmente el caso.

Shhhhhh!!!

El pasado martes fue detenido un hombre por asestar una puñalada a su compañero sentimental durante una discusión en su domicilio, en la urbanización Tolleric de Llucmajor. Al parecer los dos implicados habían bebido cuando se produjo la violenta pelea, y el agresor presentaba un fuerte golpe en la nariz. Fue atendido por un médico y trasladado a los calabozos del cuartel de la Guardia Civil de Llucmajor, donde pasó la noche. Al día siguiente, cuando se disponían a tomarle declaración, presentó una queja formal: no había podido dormir en toda la noche, con tanto guardia yendo y viniendo por los pasillos de los calabozos.

Socorristas de pelea

Las playas están casi desiertas por la crisis del coronavirus. Pese a ello, el servicio de socorrismo ha empezado ya a funcionar para mantener cierto orden y vigilar el uso que se hace de los arenales. Hace unos días, los socorristas de Magaluf tuvieron que atender a una persona. No era un bañista que estuviera en apuros, sino un albañil que se enfrentó a golpes a un compañero de trabajo en una obra de la zona. El hombre había sufrido diversas heridas en la cabeza y acudió a los socorristas para que le prestaran los primeros auxilios.

Primeras vistas

La pandemia ha dejado la actividad judicial bajo mínimos. En la Audiencia Provincial han empezado a avanzar hacia la nueva normalidad con los primeros señalamientos. Esta misma semana se han celebrado dos vistas previas, una por tráfico de drogas y otra por robo con violencia, y para la próxima está previsto otro juicio.