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La prisión mantiene a raya al virus

La eliminación de visitas y las medidas de control han permitido que no haya ni un solo recluso contagiado en Palma

El interior del Centro Penitenciario de Palma, sometido a un especial blindaje durante el estado de alarma. B. Ramón

Ni un solo caso de coronavirus entre los cerca de 1.200 internos de la prisión de coronavirusPalma. Las extremas medidas de control impuestas en el centro desde antes de que se decretara el estado de alarma han convertido el centro penitenciario en un bastión frente a la pandemia. Entre los funcionarios ha habido solo tres casos positivos, contagios externos según todos los indicios. Los tres se han recuperado y dos de ellos ya han vuelto al trabajo. La cancelación de todas las visitas y recepción de paquetes del exterior ha conllevado además un corte drástico en la entrada de droga al centro, pero esta situación no se ha traducido en un incremento de la conflictividad. Apenas se han producido incidentes graves durante las últimas semanas.

Cuando se detectó el pasado mes de marzo la rápida expansión de la pandemia en España creció el temor entre los responsables de los centros penitenciarios por sus posibles efectos. Eran conscientes de que se trataba de lugares donde el virus podría tener una incidencia explosiva por las dificultades de mantener una distancia segura, tanto entre los internos como entre funcionarios.

El 10 de marzo, cuatro días antes de la declaración del estado de alarma, la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias difundió instrucciones para limitar los contactos con el exterior. En el Centro Penitenciario de Palma se aplicaron de inmediato estas medidas. Se cancelaron todos los vis a vis y las visitas se limitaron a los locutorios, en los que los presos y sus familiares estaban separados por mamparas. A partir del 14 de marzo, con el estado de alarma, se eliminaron también estas visitas y se canceló la entrada de voluntarios y trabajadores externos a la prisión. Los presos se quedaron sin los talleres, actividades deportivas y clases que llevaban a cabo estos profesionales.

Se trataba de medidas muy duras para los internos. La falta de contactos con sus familias y la ausencia de actividades hacían temer un incremento en la tensión y la conflictividad. Los responsables de la prisión de Palma lo compensaron incrementando los horarios y el número de llamadas telefónicas que los presos podían hacer al exterior. Posteriormente la Secretaría General distribuyó teléfonos móviles -a Palma llegaron cinco-, con los que se habilitó la posibilidad de realizar videollamadas a sus familias. En este tiempo han hecho cerca de 1.200 de estas videollamadas.Medidas de higiene

Al mismo tiempo se han incrementado las medidas de higiene en el interior del centro, como incrementar los lavados de manos, la colocación de dispensadores de geles desinfectantes y el refuerzo de la limpieza de zonas comunes, como escaleras, pasamanos, comedores y salas de televisión. También se ha ofrecido a los presos la posibilidad de permanecer en sus celdas y no bajar a los patios durante el día y se han desdoblado los turnos de comedor para facilitar el distanciamiento.

Todas las personas que han ingresado en prisión durante este tiempo han tenido que pasar una cuarentena de dos semanas, aislados en el módulo de ingresos, para asegurarse de que no eran portadores del virus. Y ante la eventualidad de que se registraran contagios la prisión tenía previsto habilitar un módulo, que tiene una baja ocupación. En el caso de que hubiera presos enfermos esta zona se vaciaría y los contagiados se trasladarían allí, donde estarían aislados del resto. Finalmente no ha sido necesario tomar esta medida.

Aunque durante los primeros días de la crisis hubo críticas de los funcionarios por la falta de equipos de protección individual, estas carencias se han ido solventando. La Secretaría General ha repartido entre los distintos centros varias remesas de mascarillas, pantallas y guantes. La prisión se ha beneficiado también de donaciones, como la de la Asociación de Diseñadores de Palma que entregó 400 mascarillas de tela, y otras como las realizadas por la Policía Nacional. En la actualidad todos los funcionarios disponen de mascarillas, al igual que los internos que reparten la comida o los que trabajan en contacto con otras personas.

Los responsables del centro han estado estas semanas conteniendo el aliento. Ahora que la pandemia parece remitir en toda España, todo indica que la prisión, a priori uno de los puntos donde podría haber tenido efectos devastadores, ha mantenido a raya al coronavirus.

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