Antonio Polo (Doña Mencía, Córdoba, 1955) se jubiló la semana pasada tras pasar 45 de sus 65 años en la Guardia Civil, buena parte de ellos en la Policía Judicial, lo que le ha convertido en un testigo privilegiado de la evolución de la delincuencia en las islas.

P Cuarenta y cinco años en la Guardia Civil, que se dice rápido. Usted ha vivido grandes cambios en el Cuerpo.

R Estuve durante muchos años en los grupos de investigación, y luego pasé doce años en el puesto de Algaida. Y cuando me llamaron para volver a la Policía Judicial estaba perdido. La tecnología, los medios, han cambiado mucho la forma de trabajar. Antes las investigaciones se hacían fundamentalmente en la calle y, como mucho, intervenías un teléfono.

P ¿Cómo era la Guardia Civil en la época en la que usted entró, en 1976?

R En aquella época cobraba 18.000 pesetas, poco más de cien euros al cambio. Mi primer destino fue el puerto de Barcelona, durante dos años. Hacíamos turnos de doce horas. Doce horas de trabajo y doce de descanso, sin librar ningún día. Solo librábamos 24 horas cuando hacías el cambio de turno. De allí todo el mundo salía sancionado porque no podías evitar quedarte dormido. Y el día que llegó Tarradellas estuve treinta horas de servicio. Después pedí venir para acá y me enviaron a Eivissa. Estuve allí dos años y luego vine a Mallorca.

P ¿Cómo recuerda las islas de aquellos años?

R Maravilloso. En Eivissa viví los últimos años del boom hippy. Nosotros éramos muy jóvenes y lo pasábamos muy bien. Y luego, cuando llegué a Mallorca, como guía de perros para la detección de droga en el puerto y aeropuerto, conocí a Jesús Losilla, que fue mi gran maestro. Y en 1981 nos fuimos voluntarios a Eibar, en el País Vasco, junto a Bartolomé del Amor.

P Eran tiempos duros en Euskadi. ¿Cómo fue aquel año?

R Pues la verdad es que muy bien. Yo he sido un privilegiado, porque nunca he tenido ningún problema. Cuando he salido fuera de servicio nunca me ha gustado llevar el arma encima, y allí tampoco lo hacía.

P Pero la Guardia Civil era uno de los objetivos de ETA. ¿Se vieron envueltos en algún atentado.

R Pues no, pero por semanas. Nosotros estábamos de seguridad en el banco de pruebas de la fábrica de armas de Eibar, que era un objetivo de ETA. Y a las pocas semanas de ser destinados a San Sebastián hubo un ataque allí, con un tiroteo que duró media hora.

P Pasado ese año regresa a Mallorca.

R Sí, volvimos los tres. Y en 1984 pasé al Grupo Antidroga.

P También le tocó una época muy difícil, con el auge de la heroína y la delincuencia que conllevaba.

R Sí, en aquella época murió muchísima gente por la heroína. Eran años muy duros. Y había una delincuencia muy violenta, sobre todo yonquis desesperados por conseguir una dosis. En los años anteriores, en la calle Sindicato de Palma no había ningún comercio que tuviera rejas, y a raíz de la heroína, como el Barrio Chino estaba al lado, empezaron a poner rejas en todos sitios.

P El Barrio Chino era territorio comanche.

R Sí, yo estuve muchos años trabajando allí, con otra persona que me enseñó mucho, que fue Fernando Matilla.

P ¿Tuvo algún enfrentamiento violento en aquellos años?

R Yo presumo de que nunca, en mis 45 años de servicio, he tenido que usar la pistola. Como mucho, en un par de ocasiones, años más tarde, he tirado al aire. Pero en aquella época cuando detenía a alguien ya los pocos días me lo encontraba por la calle, me saludaba: ¡Hola, Polo! Y no tenía ningún problema en pararme a tomar una copa con él.

P ¿Alguna vez ha calculado a cuánta gente ha detenido en todos estos años?

R Ni idea, no le he pensado nunca. Pero bastantes.

P A finales de los 80 lo destinan al equipo de Policía Judicial de Manacor y luego al de Palma. ¿Recuerda algún caso especial de aquellos años?

R Sobre todo el del médico que mató asus dos hijos pequeños en sa Coma. Y el del taxista al que mataron por error y quemaron en Eivissa. Ahí estaba bajo el mando de Jaime Barceló, que era el capitán de la Policía Judicial, y que durante todos estos años ha sido como un hermano para mí.

P También ha participado en misiones internacionales, en Mozambique y en Colombia.

R Sí, estuve un año en Mozambique, con el entonces capitán Joaquín Molina, en 2001. Estuvimos formando a los oficiales de Policía de allí. Para mí representó un antes y un después, cuando vi lo feliz que era la gente sin nada, me cambió la forma de ver la vida.

P ¿Tuvieron algún problema?

R Bueno, la primera semana que llegamos nos atracaron. Acabábamos de llegar y yo llevaba el dinero encima, en un cinturón con un bolsillo camuflado. Con la mala suerte de que llevaba la cámara de fotos enganchada al cinturón. Y una mañana, dando una vuelta cerca del palacio presidencial en Maputo, nos salieron siete u ocho chavales con pistolas y machetes. Y me querían coger la cámara, pero yo sujetaba el cinturón. Y Molina me decía: ¡Dásela, dásela! Hasta que pegaron un tirón y me arrancaron la cámara. Y Molina me dice: ¿Por qué no se la dabas? ¡Pues porque llevo todo el dinero escondido aquí! Luego me di cuenta de que me habían pegado unos pinchazos con un machete en el brazo, pero no fue nada.

P Y después de doce años de patrullero en el puesto de Algaida, en sus últimos años vuelve a la Policía Judicial y participa en algunas operaciones muy importantes.

R Ahí me llamó un día Barceló. Estaba con el sargento Juan Carlos Rubert, que es el tío más listo que he conocido en la Guardia Civil. Y me ofrecieron formar parte del equipo de Policía Judicial de Algaida. Y sacamos la operación Iron Belt. Hemos hechos muy buenas operaciones, con chavales jóvenes, muy bien preparados y muy implicados. Más que un grupo éramos amigos. Ha sido una última etapa estupenda.

P Después de todos estos años en la Guardia Civil, cuando echa la vista atrás, ¿qué le viene a la cabeza?

R Bueno, recuerdo con mucho cariño los primeros años, cuando era joven y te pilla con una ilusión y unas ganas de trabajar tremendas. Luego también la época en el puesto de Algaida, que lo pedí porque llevaba muchos años trabajando de paisano y Algaida es mi pueblo, me conoce todo el mundo y me sentía orgulloso de patrullar por allí de uniforme. Tengo grandísimos amigos y cualquiera que tenía un problema pasaba más tiempo en mi casa que en el cuartel.