Los cinco días comprendidos entre el 26 y el 30 de julio de 2013, ambos inclusive, serán imposibles de olvidar para los residentes en la zona cero del desastre. Unas 750 personas fueron desalojadas de sa Coma Calenta, sa Coma Freda, Estellencs, s'Arracó, del campamento de La Trapa y Font des Bosc.

Además del temor por si sus viviendas saldrían indemnes de las virulentas llamas que se cernían sobre ellas, un gran desolación se instaló en los residentes. Lo que unos días antes era un vergel, patrimonio de la humanidad por la UNESCO, se tornaba en un paisaje lunar de árboles y matorrales ennegrecidos.

Sentimientos entremezclados de rabia e impotencia se dieron también durante las extenuantes e interminables tareas de extinción del mayor incendio forestal que ha azotado nunca Balears.

Un sinfín de medios aéreos y terrestres, con refuerzos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) venidos expresamente desde la Península, lucharon sin descanso contra las llamas.

Los titánicos esfuerzos para combatir el avance del fuego dieron sus frutos al cabo de cinco días. El fuego arrasó casi 2.400 hectáreas de terreno, de las que 1.278 están catalogadas como protegidas.