Sobre las 13.35 del pasado domingo 25 de agosto, un helicóptero Bell 206 Long Ranger de la compañía alemana Rotorflug, con cinco personas a bordo, colisionaba en pleno vuelo en el cielo de Inca con un ultraligero Aeroprakt A22L2, con dos ocupantes. No hubo supervivientes. Los restos mortales carbonizados de los siete fallecidos quedaron esparcidos en un radio de unos 400 metros. La titánica tarea de la identificación de los cuerpos se puso en marcha.El Servicio Criminalístico de la Guardia Civil (Secrim) verificó la identidad de todos los fallecidos, de manera indubitada, en tan solo cuatro días.

Los expertos del Laboratorio Criminalístico de la Guardia Civil de Balears realizaron el primer trabajo de campo. El estado de los cuerpos de los dos ocupantes del ultraligero permitió tres días después una completa identificación de las víctimas -Juan José Vidal Calero, de 46 años, y Gustavo Adolfo Serrano Zambrana, de 50 años- por medio de las huellas dactilares. El Secrim lo completó con el análisis del ADN. Ese mismo día estos especialistas del instituto armado también desvelaron por completo la identidad del piloto del helicóptero: Cedric Leoni, de 44 años.

La labor más compleja, dado que los familiares más directos se encontraban en Alemania, era determinar de manera indubitada que los otros cuatro fallecidos era la familia Inselkammerlos otros cuatro fallecidos era la familia Inselkammer. La tarde del 28 de agosto, en dos vuelos procedentes de Munich, las muestras genéticas de sus familiares más directos para cotejarlas con el ADN de las víctimas llegaron a las dependencias del Secrim en Madrid.

Después de seis horas de trabajo ininterrumpido cotejando el material genético recibido desde Alemania con los marcadores de los restos recogidos en Inca, se determinó el 29 de agosto, sin ningún género de dudas, que los otros cuatro fallecidos en el helicóptero eran August Inselkammer, de 43 años, su esposa Christina, de 42, y sus hijos Max y Sophie, de 11 y siete años respectivamente.

La colaboración de los investigadores del Laboratorio y el Servicio Criminalístico de la Guardia Civil con los médicos forenses y el Instituto de Medicina Legal de Palma también fue crucial. De esta manera todos los trabajos llegaron a buen término en un periodo muy breve de tiempo.

"No se trata de batir un récord de velocidad y no hay que acumular métodos. Uno solo puede bastar. Lo importante es lograr la completa identificación", subraya el teniente coronel Nicomedes Expósito, jefe de la sección de Identificación y Escena del Crimen del Servicio Criminalístico de la Guardia Civil.

La completa identificación de los fallecidos en innumerables catástrofes jalonan la intachable hoja de servicios del teniente coronel Expósito, en sus 34 años al frente del Secrim. En muchos casos los cadáveres habían sido hallados en las condiciones más extremas. Tal fue el caso del accidente del avión de Spanair, el 20 de agosto de 2008, con 154 víctimas mortales, 81de ellas carbonizadas. El Secrim desveló la identidad de todas ellas después de nueve días de trabajo ininterrumpido.

Nicomedes Expósito se desplazó personalmente a los Alpes después de que Andreas Lubitz, el 24 de marzo de 2015, estrellara intencionadamente un Airbus A-320 contra la cordillera. Hubo 150 fallecidos, incluido Lubitz. El Secrim identificó a las 49 víctimas mortales españolas.

Los métodos científicos considerados concluyentes para determinar la identidad son las huellas dactilares, el análisis odontológico y, por supuesto, el ADN. "No siempre es necesario cotejar el material genético si las otras pruebas han servido para identificar a la persona", precisa. El Secrim de la Guardia Civil también fue determinante el pasado año durante la devastadora riada que azotó Sant Llorenç des Cardassar. Una docena de sus trece víctimas mortales fueron identificadas por estos especialistas. La decimotercera fue identificada por la Policía Nacional a través de las huellas dactilares.

Así, tres fallecidos fueron identificados por las pruebas odontológicas y genéticas. Una más por la combinación del análisis del ADN y las huellas dactilares. Finalmente, la identidad de tres víctimas mortales se determinó al cotejar los marcadores genéticos y cuatro por lofoscopia (huellas).

Medio centenar de expertos

El complejo trabajo que supone esclarecer la identidad de las víctimas mortales en estas recientes catástrofes ocurridas en Balears supone que se pongan en marcha tres grupos del Secrim de la Guardia Civil con labores bien diferenciadas: antemortem, postmortem e inspección ocular. Más de medio centenar de expertos trabajan codo con codo en la titánica tarea de tratar de arrojar luz sobre las personas fallecidas en un trágico suceso.

El antemortem requiere recabar toda la información previa de la víctima antes de su fallecimiento. La investigación es muy compleja y hay que hacer acopio de informes médicos en hospitales, radiografías de la dentadura y el ADN de los familiares más directos de la víctima, preferentemente en primer grado.

El material genético que se coteja es el ADN mitocondrial y el nuclear. El equipo de postmortem se encarga de extraer estas muestras de los restos mortales. A esta se unen las pruebas odontológicas, que se cruzarán con las recogidas por el equipo antemortem.

Por su parte, el grupo de la inspección ocular escudriña hasta el último rincón del lugar donde ha tenido lugar la catástrofe en busca de vestigios. Esta concienzuda labor facilitará sobremanera el trabajo de los equipos antemortem y postmortem.

Este trabajo es completado por las unidades territoriales de la Guardia Civil para acordonar la zona. El objetivo es evitar cualquier posible contaminación de la escena y de las muestras encaminadas a su identificación.

Pese a todos los éxitos cosechados por el Servicio Criminalístico de la Guardia Civil en innumerables catástrofes ocurridas en España y en multitud de países donde también hay desplazadas tropas o militares españoles, el teniente coronel Expósito reconoce que también se topan con muros infranqueables. "El juez siempre tiene la última palabra sobre lo que se hace con un cuerpo no identificado", recalca.

En restos mortales expuestos a elevadísimas temperaturas, el material genético se acaba esfumando y no se puede cotejar. Así ocurrió en el atentado de las Torres Gemelas, donde hubo víctimas que desaparecieron por completo sin dejar rastro. Salvo estas excepciones, Nicomedes Expósito confía en poder esclarecer la identidad del fallecido. "Siempre que haya ADN, allí estaremos", sentencia.

Riada de Sant Llorenç

Doce de las treces víctimas de la riada mortal de Sant Llorenç de 2018 fueron identificadas por el Servicio de Criminalística de la Guardia Civil. La identidad de la otra la determinaron los expertos de la Policía Nacional. La dificultad añadida fue la diversidad de nacionalidades y la complejidad para cotejar el material genético con sus allegados para identificarles sin ningún género de dudas.

Así, siete víctimas mortales eran españolas. A estas hubo que sumar que tres fallecidos eran de nacionalidad alemana, dos británica y otra holandesa. Todas fueron identificadas de manera indubitada.