Dos incidentes ocurridos esta semana han mostrado lo amable y lo desagradable que puede ser un policía. El miércoles hubo un aparatoso incendio en un aparcamiento subterráneo de Palma. Sofocado el fuego, una mujer se disponía a salir de allí con su coche. Pero iba con un bebé y no era plan de meter a la niña en el recinto, lleno de hollín y con un olor a quemado que echaba para atrás. Un agente se ofreció entonces a hacerse cargo de la pequeña hasta que la conductora saliera con su vehículo. La pequeña estuvo encantada en brazos del policía, que hizo bueno el lema oficioso del cuerpo: "Estamos para servirte".

Un policía con malos modos

Una imagen diametralmente opuesta a la que ofrecía el día antes otro agente del mismo cuerpo. Sobre las nueve de la mañana, un motorista de la Policía Local de Palma que regulaba un semáforo en la calle Manacor deja su vehículo en un lugar prohibido, marcado con una línea amarilla. Al ir a recoger la moto, una clienta de un bar situado enfrente le llama la atención y le dice que él, como policía, debería dar ejemplo y dejarla en un aparcamiento de motos cercano.

El agente, según explican varios de los testigos, reaccionó de muy mala manera. Se dirigió a la dueña del bar y le requirió la documentación sobre el establecimiento y la terraza. Cuando otro parroquiano se quejó de los malos modos, el policía ni le miró y se dirigió a la empresaria: "Dígale a sus clientes que se callen". La mujer terminó llorando mientras insistía en que lo tenía todo correctamente. La cosa quedó ahí, aunque el policía se despidió con una amenaza velada: "Procure tenerlo todo en regla para cuando volvamos".

Chalecos antibala femeninos

La Junta de Gobierno del Ayuntamiento de Palma ha aprobado esta semana la adquisición de 240 chalecos antibala para la Policía Local de Palma por un total de 120.000 euros, a razón de 465 euros cada uno. Por primera vez se han incluido 30 chalecos especialmente diseñados para mujeres, que serán distribuidos entre las agentes destinadas en unidades operativas. Se cumple así una vieja reivindicación entre las mujeres, que tenían dificultades para utilizar los chalecos de hombre.

Pedir disculpas y ayuda

Hace varios días, un matrimonio fue juzgado en Palma por robar en un domicilio y en dos locales de la ciudad. La pareja, que está presa, reconoció que llevaba un destornillador, una llave inglesa, guantes y pasamontañas. Ambos confesaron que accedieron a estos inmuebles porque necesitaban dinero para comprar drogas, ya que son adictos. El hombre acusado, en el turno de la última palabra, pidió perdón por lo ocurrido y también solicitó ayuda para superar su adicción a las drogas.

Ponencia en el Parlament

Esta semana, durante un juicio a una asociación de cannabis de Llubí en la Audiencia de Palma, uno de los acusados recordó que unos años atrás participaron en una ponencia en el Parlament de las Illes Balears. "Todos los grupos políticos votaron a favor, salvo el Pi que se abstuvo", indicó. Uno de los directivos de la entidad señaló que organizaban conferencias sobre el funcionamiento del club de cannabis, el consumo responsable de esta sustancia y cómo reducir los riesgos para la salud.

La Guardia Civil lo sabía

Los acusados de la asociación cannábica indicaron que informaban cada año a la Guardia Civil y la Policía Local de Llubí de los cultivos de marihuana y el número de socios que tenían. Según su versión, hablaban con un teniente del puesto de Santa Margalida, que era el jefe de ese cuartel. Uno de los agentes que participó en la incautación de más de un centenar de plantas en varias fincas de Llubí y Sineumás de un centenar de plantas en varias fincas de Llubí y Sineu aseguró que él no tenía ningún contacto con esta asociación, si bien luego reconoció que tenía conocimiento de esta entidad, pero no de cómo funcionaba. Otro guardia civil detalló que podía ser que el antiguo comandante del puesto de Santa Margalida hubiera podido saber algo más del club cannábico, pero, según indicó, este oficial había fallecido.

Refuerzo policial

El juicio con jurado que se ha celebrado estos últimos días por un crimen de Eivissa ha obligado a reforzar la seguridad en la Audiencia de Palma. Los dos jóvenes acusados fueron despedidos y recibidos dos días consecutivos con abucheos y gritos de "asesinos" por parte de los allegados a la víctima, Santiago Garrido, de 23 años, que falleció en la Nochebuena de 2017 de un botellazo en la cabeza. Por ello, el número de policías nacionales aumentó tanto dentro como fuera de la sala. No hubo que lamentar incidentes, ya que los agentes trataron de evitar cualquier tipo de confrontación entre los sospechosos y los familiares del fallecido.

Desafiante y contestón

A lo largo de la vista oral por el crimen de Eivissa, el principal sospechoso, que finalmente fue declarado culpable de asesinato y robo, se mostró desafiante y contestón. El magistrado presidente de la sala tuvo que llamarle la atención en varias ocasiones. El muchacho, peinado con una cresta en la cabeza, interrumpió el juicio varias veces. "¡Mentira, todo mentira!", insistió. El juez le ordenó que se callara. El jueves pasado, cuando la abogada de la acusación particular realizaba sus informes, volvió a interrumpir. "¡No saben una mierda!", se quejó. El presidente agotó la paciencia y le expulsó de la sala.

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