Pedro Ladaria, jefe de los Bombers de Mallorca, estaba de guardia la tarde del 9 de octubre. Sobre las cinco y media recibió una llamada del operador del 112: "No me gusta esto, empezamos a tener muchas llamadas por achiques en domicilios". Había un aviso de lluvias fuertes, pero hasta entonces no parecía nada fuera de lo normal. Sin embargo, sobre las seis y media hubo un cambio radical. El teléfono de emergencias empezó a recibir una avalancha de llamadas que alertaba de situaciones de serio peligro para las vidas de vecinos de Sant Llorenç y otras localidades del Llevant.

El jefe de los Bombers decidió partir hacia allí. "Fue el momento más difícil que ha vivido durante toda mi carrera profesional", confiesa. Los bomberos y el restos de organismos de emergencia se encontraron con un escenario de devastación total y condiciones muy adversas. Las comunicaciones telefónicas cayeron, las carreteras estaban cortadas, muchos puntos eran inaccesibles... y empezaron a aparecer las primeras víctimas.

"Había una sensación de impotencia ante la magnitud del desastre", recuerda Ladaria. "Hubo una movilización total de los efectivos, pero había lugares donde no podíamos llegar en esos primeros momentos". Los Bombers realizaorn el primer día 45 rescates de personas que estaban atrapadas, muchos en tejados o encaramados sobre árboles, y 56 achiques. Y en los días siguientes había una gran incertidumbre ante la posibilidad de que hubiera más turistas desaparecidos sobre los que no hubiera denuncia.

Ladaria rechaza las críticas que hubo en los días siguientes por parte de miembros de los Bombers de Palma, que se quejaban de que no habían sido movilizados. "Yo hablé con la jefatura de los Bombers de Palma y acordamos que ellos quedarían para cubrir la parte de la isla que quedaba desasistida por nuestra movilización en Sant Llorenç. Además allí no teníamos falta de hombres, al principio tuvimos problemas de accesibilidad, pero no faltaron nunca efectivos".