Una fuerte tempestad al sur de Mallorca que supuestamente les trasladó directamente a más de 1.000 kilómetros de distancia hasta alcanzar la isla de Sicilia. Esta fue la explicación que aportó ayer Álvaro Aguirre Presa, de 67 años, tras acercarse al velero Dreamland para recoger sus pertenencias. "Nos sorprendió a 30 millas al Sureste de Mallorca y corrimos el temporal para no volcar", argumenta el patrón del velero.

La embarcación llegó a Palma poco antes de la medianoche del viernes. Cuando estaban entrando en la Bahía de Palma, anunciaron su llegada con una llamada telefónica a la empresa que les había alquilado el Dreamland.

Hasta las cinco de la madrugada de ayer, los tres tripulantes permanecieron en las dependencias de la Comandancia de la Guardia Civil prestando declaración sobre la supuesta motivación de su viaje. Debido a esta circunstancia, se acercaron ayer al muelle de La Lonja en torno a las doce del mediodía.

El arrendamiento se materializó el pasado 4 de enero. Solo podían navegar por Balears, como establecía el contrato. No regresaron el 15 de enero como habían firmado y aparecieron hace unas semanas en el puerto siciliano de Siracusa. Un halo de misterio rodea la extraña singladura.

Pese a que habían estampado su firma en el contrato y aseguraban que se dirigían a Eivissa, su destino fue bien distinto. En lugar de a las Pitiüses se dirigieron hacia Italia, contraviniendo lo estipulado, hasta recalar en Sicilia.

El patrón del barco, Álvaro Aguirre Presa, era muy experimentado. Buena prueba de ello es que había trabajado más de siete años en Salvamento Marítimo. A pesar de ello, omitió supuestamente mirar las condiciones del mar antes de zarpar.

Cuando llegaron a puerto, los tripulantes se percataron de que tenían que hacer frente a una multa de 7.300 euros para correr con los gastos de la entrega tardía de la embarcación y los daños y perjuicios ocasionados al propietario. "Le hemos entregado 3.000 y ahora vamos al banco para pagar lo que falta", resaltaron.

La Guardia Civil, por su parte, escudriñó todos los rincones del velero Dreamland para tratar de esclarecer si había oculto algún vestigio que arrojara algo de luz sobre el motivo de la travesía. Los agentes utilizaron perros adiestrados para olfatear todos los rincones.

La supuesta motivación para esta singladura era para acompañar a uno de los tripulantes "que le habían detectado un cáncer, indicaron. De acuerdo con su testimonio, la travesía habría sido una suerte de despedida jalonada por numerosos interrogantes, que seguían ayer sin tener respuesta.

Su comportamiento fue inexplicable para afrontar el temporal en el que aseguraban haberse visto inmersos. Buena prueba de ello es que no activaron la radiobaliza, con la que va equipada esta embarcación, prevista para estas ocasiones de mala mar. "Nos habían cobrado una multa de 18.000 euros", espetaron, pese a que su activación en una tempestad estaría plenamente justificada.

"Han mentido todo el tiempo"

Su nula comunicación durante la prolongada singladura contribuyó a avivar los interrogantes. De hecho, su supuesto infortunio no tenía parangón. Hasta el punto de que aseguraban haber perdido los teléfonos móviles y un carísimo satelital "al arrastrarnos una ola".

El propietario de la embarcación, José María Jiménez, también se personó en el muelle de La Lonja y se topó con los tres tripulantes que le alquilaron la embarcación a principios de enero y se la devolvieron la noche del viernes. "Han mentido todo el tiempo", aseguró.

Los investigadores del Instituto Armado prosiguen con una exhaustiva investigación de la embarcación para tratar de esclarecer los motivos de la extraña singladura.

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