n El pirómano de contenedores de Palma mantiene su desafío. Desde diciembre de 2017, cuando comenzó la oleada de incendios intencionados, se han registrado 75 fuegos que han destruido 213 depósitos de basura a lo largo de toda la ciudad, provocando pérdidas de más de 200.000 euros, además de poner en riesgo la vida de personas al menos en una ocasión. La situación es tan grave que la Policía ha encargado la investigación al Grupo de Atracos, pero sus agentes se han encontrado con enormes dificultades para identificar al responsable, que al parecer utiliza pastillas de barbacoa para provocar los fuegos, lo que le da bastante tiempo de margen para desaparecer antes de que se declare el incendio. El estado en el que quedan los depósitos, de material plástico, que prácticamente se volatilizan con el fuego, complica mucho la obtención de pruebas.

El último acto de este pirómano o pirómanos fue este viernes. Sobre las seis de la madrugada se declaró un incendio que destruyó un grupo de cuatro contenedores en la calle Biniali, en la barriada de Son Gibert. El fuego provocó una gran alarma, obligó a un vecino a mover a toda prisa su coche para alejarlo de las llamas y afectó al muro de un solar.

Ha sido el último de una oleada de actos vandálicos que comenzó en diciembre de 2017. Desde entonces se han producido 75 incendidos intencionados en contenedores, con un balance de 213 depósitos destruidos, según informa Emaya. La empresa municipal indica que cada contenedor está valorado en unos 700 euros, aunque si se añaden otros gastos derivados de los incendios, como la limpieza, transporte y trabajo de los operarios, las pérdidas alcanzan los 1.000 euros por cada contenedor quemado. De manera que el monto total de los daños provocados por la oleada de incendios de contenedores sería de 213.000 euros.

Intento de homicidio

A ello habría que añadir los desperfectos provocados por el fuego en fachadas, coches y diferente mobiliario urbano. Y algo peor, los riesgos para las personas. El pasado 21 de abril se registró un gran incendio que destruyó cinco contenedores en la confluencia de las calles Agustí Buades y Francesc Suau. Las llamas se extendieron a seis coches estacionados y a la fachada de una finca. Ochenta vecinos tuvieron que ser desalojados con urgencia a las cuatro de la madrugada y un hombre que dormía en el interior de un bazar chino tuvo que ser trasladado a Son Espases al resultar intoxicado por inhalación de humo. Por ello, el pirómano podría ser acusado también de intento de homicidio.

Los datos de Emaya reflejan claramente que se trata ante una oleada inusitada de incendios intencionados. Los 213 depósitos destruidos desde diciembre de 2017 contrastan con los datos de 2016, cuando se quemaron 32 depósitos en todo el año. En 2017 ardieron 28 contenedores, aunque la mayoría fue en diciembre, cuando empezó la oleada. Durante 2018 se han destruido 188 depósitos, aunque si suman los de diciembre del año pasado la cifra se eleva a 213.

A principios de año, cuando se constató que la oleada de fuegos respondía a las actividades de un pirómano, la Policía Nacional encargó el caso a uno de sus mejores equipos de investigación, el Grupo de Atracos. Estos agentes, sin embargo, se han encontrado con enormes dificultades para dar con el autor o autores de los fuegos.

La primera dificultad es la gran movilidad demostrada por el pirómano, que ha provocado incendios prácticamente en toda Palma: desde la Bonanova a s'Arenal, pasando por todo el Ensanche de la ciudad. El único distrito en el que no se han registrado estos incendios ha sido el casco histórico, por la sencilla razón de que allí no hay contenedores fijos.

Durante la etapa inicial de la investigación se puso el foco en un grupo de menores ingresados en es Pinaret, ya que varios incendios se declararon por los alredores de esa zona. Las gestiones policiales en esa línea han sido negativas, al tiempo que los siguientes fuegos se extendían por toda la ciudad.

La Policía Científica ha tenido también grandes problemas para localizar pistas en el lugar de los incendios. Los contenedores, construidos con material plástico, quedan prácticamente volatilizados por las altas temperaturas, lo que convierte en imposible la obtención de pruebas. Solo en una ocasión, en la que el contenedor no llegó a arder, los investigadores localizaron un hallazgo relevante. Bajo los depósitos habían dejado unas pastillas de barbacoa, lo que permitió descubrir la forma de actuar del incendiario.

Este procedimiento le daría al responsable varios minutos de margen, desde que prende fuego a las pastillas junto a los contenedores hasta que estos se incendian, lo que le permite desaparecer antes de que la alerta llegue a los organismos de emergencia.

Por ello resulta esencial contar con la colaboración ciudadana, para que todo testigo que haya podido ver a alguna persona con un comportamiento sospechoso en los alrededores de los lugares donde se produce un incendio se ponga en contacto con los investigadores a través del teléfono 091 de la Policía Nacional.