Han vuelto a nacer. "No sé cómo estamos vivos, pudimos haber muerto todos. Fue como una bomba, horroroso, salimos como pudimos". Margalida Martorell Pujol, de 82 años, recuerda el tremendo susto que sufrieron el viernes por la noche cuando los dos techos de su casa en La Vileta se derrumbaron. En ese momento, en la vivienda también se hallaba una de sus hijas, de 54 años, y dos de sus nietos, de 24 y 26 años. Todos ellos salieron ilesos. "Fue como un milagro que nadie resultara herido", detalla una familiar.

"Eran las nueve de la noche pasadas. Mi hija y yo estábamos en una salita, en la planta baja, con la puerta abierta. Como no hacía mucho calor, no pusimos el aire acondicionado y no cerramos la puerta de la sala. Por suerte, estaba abierta porque tras el derrumbe no hubiéramos podido salir de allí. Hay una ventana pero tiene rejas. Mis nietos estaban en el primer piso en las habitaciones y nosotras mirábamos la televisión", señala la vecina octogenaria.

"Al irme a sentar escuché como un 'pum'. Pensé que se les había caído algo a mis nietos arriba. Luego, de repente fue como una bomba, fue horroroso. Todo se llenó de humo. No podíamos ni respirar, teníamos la garganta repleta del polvo que se formó. Salimos como pudimos", añade la afectada, que fue desalojada del inmueble, ubicado en el número 2 de la calle Degà Tous, en Palma, junto a sus familiares.

El techo del primer piso se derumbó. El suelo de la terraza superior cedió y, con el peso, también se vino abajo el techo de la planta baja. Fue un doble derrumbe posiblemente causado por las lluvias, que obligó a actuar a los Bombers de Palma y a la Policía Local. "En el barrio llovió mucho y también granizó", recalca la hija de la perjudicada.

"Tras el derrumbe se formó una nube de humo enorme y no se podía respirar. Se fue la luz arriba, era de noche y no se veía nada", destaca la hija de 54 años que también fue desalojada.

Su madre asegura que vivieron momentos de angustia. "Después del estruendo, empezamos a llamar a mis nietos y ellos no nos contestaban. No podían salir de sus habitaciones en un primer momento. Uno tenía agua hasta los tobillos y el otro tuvo que romper una puerta para poder salir. Luego, al final, pudieron bajar y vimos que todos estábamos bien", aclara Margalida Martorell.

Uno de sus nietos explicó que estaba medio dormido en la cama cuando escuchó un ruido muy fuerte. "Me levanté, me asomé y vi una gran nube de polvo y muchos escombros. No había luz y se acumuló agua en el suelo. Me llevé un buen susto", reconoce el joven. "Mi hermano estaba en otra habitación. Su pared estaba pegada a la zona del derrumbe. No podía salir. Él pegó patadas a la puerta y yo le abrí y le ayudé a salir", señala el muchacho.

Su abuela detalla que los daños materiales en la casa fueron cuantiosos. "La mesa del comedor y las sillas no están, han desaparecido, quedaron enterradas", subraya. La vivienda ha quedado precintada y nadie puede entrar. Mañana está previsto que un arquitecto del ayuntamiento de Palma inspeccione el inmueble.

A principios de esta semana, la familia afectada detectó una gotera en el primer piso y llamó al seguro. El perito no compareció. "El viernes al mediodía llamamos al 112 pero la centralita estaba colapsada y no era un incidente de vida o muerte. Ese mediodía estuvimos siete personas sacando agua del primer piso, del salón, la zona que luego se derrumbó. Volvimos a llamar al seguro. Pudimos haber muerto todos allí", lamenta otra hija de Margalida Martorell.