Sentada en una silla en mitad de la acera y con la cara desencajada, una vecina del segundo piso temía por la suerte de sus dos mascotas. "¡Qué desgracia! ¡Mis perritas!", repetía mientras su hija trataba de calmarla y pedía que algún médico se acercara para atenderla. El panorama no era nada halagüeño: tras la mujer se veía una enorme humareda negra con pinta de estar colándose hasta el último rincón del edificio.

"Ha empezado a explotar todo dentro del taller", recordaba María, que vive en un edificio cercano. El estruendo alarmó a los vecinos, que se asomaron para ver qué ocurría y comprobaron alarmados la magnitud del incendio. "Hemos salido todos corriendo. Los bomberos han venido muy deprisa. Con tanta cosa inflamable como hay dentro, tardarán mucho en apagarlo", comentaba la mujer.

Entre el incesante trajín de bomberos, policías y sanitarios, los vecinos del edificio afectado aguardaron, tensos y nerviosos, poder volver a sus pisos. Temían que el fuego y el humo estuvieran destruyendo sus casas. "Es un desastre. Pagas toda la vida una casa para que ahora pase esto... Esperemos que los seguros se hagan cargo", afirmaba con la voz entrecortada Miguel Gomis, residente en la finca.

Ya por la tarde, con el incendio completamente extinguido, pudieron regresar a sus domicilios. Lo hicieron acompañados por los bomberos y solo unos minutos, para recoger ropa y efectos personales. Las altas temperaturas y el humo que generó el incendio habían causado importantes daños y la finca, sin agua ni suministro eléctrico, quedó precintada. "La escalera está hecha un desastre. Mañana [por hoy] vendrá un técnico municipal a revisar el edificio, pero parece que tardaremos unos cuantos días en poder volver a casa", lamentaba Gomis.