Un juzgado de Palma ha condenado a una pareja alemana por enjaular de forma reiterada a la hija de ella, de nueve años, para castigarla en el domicilio familiar en la zona de Calvià en 2016 y principios de 2017. La magistrada ha impuesto a la madre de la niña una pena de un año y medio de prisión y a su entonces compañero sentimental, un año y nueve meses de cárcel y trabajos comunitarios por malos tratos habituales.

La pareja acusada sometía a la menor a continuos castigos de modo aleatorio y desproporcionado. Así, el hombre la encerraba en una litera jaula, en la que había instalado unos barrotes y un pestillo, en la habitación de casa de tal forma que la niña no podía abrirla desde dentro. El sospechoso no le permitía salir de allí salvo para ir al baño. Mientras, la progenitora no hacía nada para evitar los castigos y las agresiones hacia su hija e incluso en algunas ocasiones también la encerró en la litera jaula.

Por ello, la jueza condena a la madre como autora por omisión de un delito de malos tratos psicológicos habituales, ya que consintió y no impidió los hechos. "No es creíble que no supiera lo que estaba ocurriendo en su casa", destaca la magistrada, ya que sus otros hijos manifiestan que en algunas ocasiones castigó a la víctima en la jaula y por la información que aportaron los psicólogos, la madre ya había comentado en Alemania que le parecía bien que el hijo que está residiendo allí estuviera en una jaula, "lo que evidencia que dio su aquiescencia a esta cruel práctica, violentando de este modo su obligación que como garante como madre y guardadora de la protección de los menores le es exigible y por ello debe responder como coautora por omisión".

La jueza también recalca que, si bien solo se la condena por un delito de maltrato habitual, las consecuencias del mismo las padecieron sus tres hijos menores, de catorce, nueve y siete años. La sentencia prohíbe a la mujer aproximarse y comunicarse con estos tres menores por un periodo de cuatro años, le priva del derecho a tener armas durante dos años y le priva del ejercicio de la patria potestad por tiempo de cuatro años, "habida cuenta de que no cumplió con sus deberes de protección y garante como madre de sus hijos".

Mientras, a su excompañero sentimental se le impone una pena de un año y nueve meses de cárcel y 70 días de trabajos en beneficio de la comunidad como autor material de un delito de malos tratos habituales y otro de lesiones en el ámbito familiar, respectivamente. También se le priva del derecho a tener armas durante dos años y se le prohíbe acercarse y comunicarse a los tres niños por un periodo de cuatro años.

La sentencia, que aún no es firme, condena a la pareja a pagar una indemnización total de 6.500 euros a los tres menores por los daños y perjuicios sufridos, mientras, por otro lado, les absuelve de dos delitos de trato degradante y otros dos de maltrato habitual al no haber quedado acreditado de modo fehaciente un trato degradante hacia los menores ni los malos tratos reiterados respecto de los otros dos hijos de ella, de catorce y siete años.

La jueza detalla que solo puede dar credibilidad a la versión de la niña de nueve años, porque los otros dos hermanos no fueron explorados durante el juicio. Por tanto, no cabe la condena por tres delitos de malos tratos habituales, sino solo por uno, respecto a la menor de nueve años. Tampoco sentencia a la pareja por trato degradante, ya que sus actos no aparecen dirigidos a degradar a la víctima, menoscabando gravemente su integridad moral, como exige este delito ni que los acusados actuaran con ese dolo directo o eventual. La sentencia recalca que por más que el castigo sea "desmesurado e irrazonable" no tenía el objetivo de rebajar o denigrar a la víctima de la agresión, sino el mero propósito de "corrección o sujeción".

Según se declara probado, el acusado mantuvo una relación sentimental durante al menos cinco años con la mujer, también encausada y madre de tres hijos menores, de catorce, nueve y siete años. La pareja convivía con los niños en una vivienda ubicada en el término municipal de Calvià. En este domicilio, la menor de nueve años fue sometida a reiterados castigos desproporcionados.

A principios de 2016, el germano imputado instaló una estructura con unos palos de madera alrededor de la cama de la litera superior de la habitación donde dormía la víctima junto con su hermano de siete años. En el verano de 2016, el sospechoso colocó además un cerrojo pestillo en la parte exterior, todo ello a modo de jaula. El hombre encerraba allí a la niña como castigo sin permitirle salir salvo para ir al baño.

El 31 de enero de 2017, la menor estaba encerrada en la cama jaula y pidió al acusado salir para ir al baño. Él accedió, si bien le propinó un fuerte empujón que le causó una contusión en la pierna. La víctima precisó una primera asistencia debido a la lesión sufrida.

La madre de la niña no hacía nada para evitar los castigos y agresiones hacia esta hija ni impedía que quedara encerrada en la litera jaula. De hecho, incluso en algunas ocasiones también la castigó allí.

Esta situación generó en los hermanos de la víctima, especialmente en la mayor al tener más conciencia de lo ocurrido, un sentimiento de frustración, culpabilidad y estrés.

El Institut Mallorquí d´Afers Socials (IMAS), personado como acusación particular en este caso, declaró la situación de riesgo de los menores y luego de desamparo y asumió su tutela. Los niños presentan un grave daño psicológico y emocional como consecuencia de la situación vivida en su hogar. Tienen miedo de tener que volver a vivir las situaciones que dejaron atrás y, por ello, siguen en tratamiento psicoterapéutico en el IMAS.

La madre fue diagnosticada en Alemania de padecer el síndrome de Munchausen por poderes, si bien en España no ha dado síntomas de padecerlo. Su antiguo compañero ingresó 500 euros para pagar la responsabilidad civil, si bien la jueza no lo ha considerado suficiente como para apreciar la atenuante de reparación del daño.

Ambos acusados manifestaron en el juicio que se sentían muy arrepentidos por lo ocurrido y el hombre expresó su voluntad de pedir perdón a los menores. La víctima, que sufre además una discapacidad física por un problema en los pies, no ha querido volver a mantener contacto con su madre. Su testimonio, creíble y persistente, ha sido una de las pruebas de cargo para condenar a la pareja.