Un payés mallorquín de 41 años ha sido juzgado hoy en Palma por maltrato animal por dejar morir de hambre a su piara de más de una decena de cerdos en una finca en Consell a principios de 2014.

El acusado ha alegado que no podía alimentar a sus animales por discrepancias con el nuevo inquilino de la finca porque no le dejaba entrar allí. "Él me sacó a la calle y no me dejaba entrar. Me exigió las llaves de la finca y yo le entregué las llaves y todo y me fui. Alguna vez tuve que entrar saltando para cuidar a los cerdos. Pero él me dijo que no volviera a saltar y yo le dije ´los cerdos tienen que comer´. Él no me dejaba atenderlos bien. Yo allí molestaba", ha destacado el hombre.

La fiscal ha solicitado para él una pena de diez meses de prisión por un delito de maltrato animal y dos años de inhabilitación para el ejercicio de cualquier profesión, oficio o comercio que tenga relación con los animales y para la tenencia de estos. Mientras, el abogado defensor ha reclamado su libre absolución al considerar que los hechos son atípicos y no constituyen un delito de maltrato animal.

El encausado ha admitido que dejó de alimentar a los cerdos y en 2014 casi todos se murieron de hambre. Según su versión, no los podía trasladar a otro lugar porque los animales no estaban dados de alta, no estaban registrados. Por este motivo, la conselleria de Agricultura i Pesca le multó con 2.800 euros.

"Los cerdos los tenía para mi propio consumo. Él me dijo que se cuidaría de ellos", ha indicado en referencia al nuevo inquilino. "Lo conocí en 2013, el quería la finca para él. Yo la había explotado desde hacía 20 años. De repente, vino este hombre que había alquilado la casa y me dijo que me tenía que ir. Yo le dije que la finca la llevaba yo. Él me sacó a la calle", ha insistido el payés.

"Yo le decía que él había alquilado la casa, no la tierra. Este señor vino de la península y tuvo sus problemas. Él quería montar allí un prostíbulo pero no le fue bien. Luego, hicieron una plantación de marihuana. Yo le molestaba. Alguna vez me acompañó hasta la pocilga. Le cortaron el agua porque no pagaba", ha señalado el sospechoso para tratar de desacreditar al inquilino.

El arrendatario ha reconocido que en 2013 alquiló la parcela rústica en Consell. "Murieron los cerdos debido a la falta de alimentación y agua porque el acusado no venía a atenderlos", ha manifestado. Según su versión, nunca aceptó quedarse al cuidado de la piara. "Yo no soy payés, soy de ciudad, no entiendo de animales. Yo les di el alimento que encontré allí hasta que se acabó. Me cortaron el agua, yo estaba en el paro y no podía alimentarlos", ha asegurado hoy durante la vista oral.

El hombre ha explicado que fue varias veces a denunciar los hechos al Seprona de la Guardia Civil. "Yo le prohibí que entrara por la puerta principal porque invadía mi intimidad, pero había otra puerta. La finca tiene dos entradas. Le dije que tenía que entrar por la puerta de atrás", ha detallado.

El testigo también ha negado que quisiera montar un prostíbulo en la finca, pero ha confirmado que se plantó marihuana allí. "El acusado vino un par de veces pero luego se desentendió de los animales. La piara fue en decadencia progresivamente, de más a menos", ha subrayado.

Un perito, veterinario de la conselleria de Agricultura, ha recordado que el Seprona de la Guardia Civil les comunicó que en la finca de Consell había animales en mal estado. Según su versión, la piara constaba de 21 cerdos. La primera vez que acudieron, a principios de julio de 2013, constataron que los animales no tenían comida y estaban muy delgados. También comprobaron que había cúmulos de heces en la pocilga. "Había una cabeza de cerdo y muestras de canibalismo", ha señalado el especialista, añadiendo que los animales se habían comido el ejemplar muerto.

Los agentes del Seprona regresaron al cabo de un par de días a la parcela y vieron que las deficiencias se habían subsanado y la pocilga se hallaba en mejores condiciones higienicosanitarias. "Habían limpiado las heces y habían puesto paja", ha recordado hoy un guardia civil, quien también ha detallado que la puerta principal de la finca estaba cerrada.

Sin embargo, casi un año después, a principios de mayo de 2014, los técnicos descubrieron un panorama desolador. "El espectáculo era dantesco. Los animales estaban sin agua ni alimentación. Diez cerdos habían muerto, cuatro o cinco estaban en un estado de extrema delgadez que nunca antes había visto y otros dos pataleaban en el suelo moribundos", ha destacado el veterinario de la Conselleria. Según su versión, se les causó un sufrimiento evidente. Además, las condiciones higiénicas de la pocilga eran "lamentables". No se limpiaban las instalaciones. "Caminaban sobre las heces. Los dejaron morir de hambre", ha sentenciado el perito. "Después de ver aquel desastre, se tuvo que sacrificar a los animales que aún vivían", ha agregado. El caso ha quedado hoy al mediodía visto para sentencia.