"¡Soy Pablo Escobar, soy un narco!". Estas palabras, teñidas de ironía en alusión al histórico capo del cártel de Medellín, clamaba ayer por la mañana un presunto traficante de droga mientras era conducido eposado detenido a un autobús del Instituto Armado. "No tengo nada. No me habéis pillado nada", gritó el arrestado.

El detenido trataba a voz en grito de excusarse y negar cualquier relación directa con el tráfico de drogas. Otra arrestada mantuvo una actitud parecida, alzando la voz, aunque esta no negaba que se dedicara a la venta de estupefacientes. "Soy la Tamara. ¿Qué pasa soy la única que se dedica a la droga?", bramó.

La contundente irrupción de los dos centenares de efectivos de la Guardia Civil a primera hora dejó el asentamiento conmocionado cuando se encuentra en los últimos estertores de su casi medio siglo de existencia. Sin capacidad de reacción. Mientras los investigadores se abrían paso a través de los supuestos búnkeres con dinero y droga, otros residentes en el poblado marcaban distancias y acompañaban a los niños al autobús para que pudieran ir al colegio.

Así, los agentes habilitaron luego un corredor para que los menores, acompañados por sus padres, pudieran tomar el autobús para ir al colegio como cualquier otro día.

Ajeno a todo un perro-lobo se dedicaba a husmear entre la montaña de basura hacinada en la entrada del asentamiento. Un empleado de Emaya dedicado a la titánica tarea de recoger la ingente cantidad de desperdicios acariciaba al animal.

Estrecho pasadizo

La imponente presencia de los efectivos del Grupo de Reserva de Seguridad (GRS) servía de filtro en los accesos al poblado. Dos todoterrenos atravesados impedían la huida con un coche de los sospechosos. Solo dejaba un estrecho pasadizo por el que ir a pie.

Algunos toxicómanos habían sido sorprendidos por la redada cuando trataban de adquirir la dosis de droga en Son Banya. Su presencia fue aprovechada por los investigadores para tomarles declaración en calidad de testigos y acreditar que en algunas casas había instalado un punto de venta de droga.

El despliegue había sido minuciosamente estudiado y, de madrugada, había sido repasado para que no hubiera el menor error. No habían dejado resquicios para que los traficantes de droga pudieran escapar. Los potenciales puntos de venta habían sido señalados con precisión.

En aquellas viviendas en las que no se apreciaba a simple vista la sustancia esupefaciente, los perros adiestrados en la detección de droga de la Unidad Cinológica emplearon su agudo olfato para marcar donde se encontraban.

La espectacula redada de la Guardia Civil en Son Banya concluyó con la detención de una decena de sospechosos.