Los forenses que practicaron la autopsia al cadáver de Celia Navarro Miguel, la mujer de 56 años asesinada presuntamente a manos de su marido, el profesor de instituto de baja por depresión José María C.G., en su domicilio en el barrio de Son Cotoner de Palma en noviembre de 2016, confirmaron ayer en la tercera sesión del juicio con jurado que la víctima murió estrangulada en el cuarto de baño y que sufrió más de 26 lesiones.

Los médicos detectaron una treintena de lesiones en el cuerpo de la mujer: seis heridas contusas en la cabeza compatibles con los golpes de una tetera de forja, otras diez lesiones en la cara, ocho adicionales en brazos, clavícula y otras zonas, además de dos fracturas en vértebras posiblemente causadas al caer al suelo y la rotura de los cartílagos de la laringe al ser estrangulada.

Los especialistas concluyeron que hubo ensañamiento con la perjudicada, quien fue sorprendida en la cocina de su casa en la calle Margarita Xirgu cuando se preparaba un café el 15 de noviembre de 2016. "Ella podía encontrarse distraída cuando fue atacada", manifestó uno de los facultativos. "La tetera se rompió debido a la agresión. No fueron cinco minutos, fue más", agregó.

El facultativo determinó que los golpes que presentaba la víctima en la cabeza eran compatibles con una tetera con la punta rota. "No había fracturas óseas, no había heridas en el cerebro. La mujer no murió de esos golpes. Falleció al ser estrangulada. Cuando la asfixió, ella todavía estaba viva. Creemos que la estranguló en el baño", destacó el forense ante la sala.

Señales de mordeduras

El médico también detectó en el cuerpo de la fallecida dos lesiones por mordeduras y recordó que el escenario del crimen fue pisado y manipulado. "Todo estaba enmarañado con pisadas y manchas de sangre", indicó. Según los peritos, la perjudicada trató de defenderse e incluso arañó la ropa de él, ya que se encontraron en ella unas fibras de prendas del sospechoso. Los médicos explicaron que la mujer tenía "de todo" en la cara, golpes, erosiones y heridas. "Una posibilidad es que él la transportara por la casa, se cansó y la dejó en el hall y luego la arrastró", apuntó el especialista.

Los forenses también recalcaron ayer ante el jurado en la Audiencia de Palma que el presunto asesino, de 51 años, que se enfrenta a una petición de pena de 25 años de cárcel, no quería suicidarse cuando se cortó en las muñecas e ingirió pastillas, sino que solo quería llamar la atención. "Ingirió numerosas pastillas, pero era un montaje, todo lo había hecho para llamar la atención, pero no con la intención de suicidarse", subrayó el facultativo. Las heridas que presentaba en las muñecas eran "muy superficiales". Lo hizo con intención de sangrar, "pero no de suicidarse", detalló el doctor.

Por otro lado, el médico que atendió al sospechoso el 16 de noviembre de 2016 en el hospital recordó que se hallaba sedado y somnoliento: "No presentaba ningún síntoma psicótico en ese momento. Si no, no le hubiéramos dado el alta ese mismo día".

Otra forense aclaró que el acusado no padece ninguna patología mental grave que afecte a su capacidad volitiva y cognitiva. La especialista subrayó que la primera valoración que realizó un psiquiatra en Son Espases sobre el sospechoso, justo después del crimen, determinó que no había alteración del juicio de la realidad.

Por ello, la perito descartó que padezca un trastorno delirante del tipo paranoico. "Una persona delirante no deja una nota en casa diciendo que Dios le perdone", recalcó. "Una persona delirante no se arrepiente ni reconoce los hechos. Él reconoció que estaba mal y que no tenían que haber ocurrido los hechos", añadió la forense. Por contra, otro psiquiatra propuesto por la defensa indicó que al acusado sufre un trastorno delirante. "Sabe que está mal lo que hace, pero no puede controlar la conducta que le lleva a hacerlo", detalló ayer. "Él cree que su mujer le perjudicaba, que le tenía hechizado", añadió. "Es posible que nos engañe a todos. No lo descarto".