El pasado mes de enero, Frank Zingelmann, asesor fiscal residente en Hamburgo, descubrió que su chalé de s'Arenal había sido invadido por una familia de okupas. El ciudadano alemán se vio en principio desalentado por las trabas de la legislación española, que contemplan un largo proceso para desalojar a residentes ilegales de un domicilio si no se actúa en un primer momento. Sin embargo, Zingelmann decidió intentarlo por su cuenta. Durante días mantuvo la casa bajo vigilancia y, finalmente, cuando en el domicilio solo había dos personas, irrumpió allí. Entró acompañado por dos amigos, uno que habla español con fluidez y otro, profesional de la "lucha en jaula". Entre los tres consiguieron convencer a los okupas de que se marcharan y el señor Zingelmann ha recuperado su vivienda.

La peripecia de este asesor fiscal residente en Hamburgo ha sido recogida ampliamente por el diario Die Welt y el semanario Focus. Las dos publicaciones recogen la historia contada por el propio Zingelmann. El pasado mes de enero, cuando viajó desde Alemania para pasar unos días en su casa de verano en la Playa de Palma, descubrió que una familia se había instalado allí.

La prensa alemana explica las trabas legales que existen en España para desalojar a los okupas si han pasado más de 72 horas desde su irrupción en un domicilio, y que pueden conllevar largos años de litigios hasta lograr su desalojo, a causa de "unos tribunales sobrecargados".

Mientras tanto, Zingelmann, asistía con desaliento a los destrozos que los okupas estaban realizando en su chalé, que estaban desmantelando para vender los muebles y otras piezas.

Así que el alemán optó por actuar de la misma manera y okupar él mismo su propia casa. Durante días estuvo vigilando a los inquilinos, hasta un momento en el que comprobó que solo había dos personas en su interior: un joven de unos veinte años y su tío. En ese momento irrumpió en su propio domicilio, pero no iba solo. Le acompañaban dos amigos: uno que habla español con fluidez y otro que es un profesional de las artes marciales y la "lucha en jaula", con un físico imponente.

Con estos dos apoyos, el propietario del domicilio consiguió convencer a los dos intrusos para que se marcharan. "Se dieron cuenta de que no tenía sentido quedarse", dijo Zingelmann a Focus, y él se convirtió en okupa de su propia casa.

Durante tres días permaneció allí atrincherado, hasta que superó lo que la prensa alemana denomina "el límite mágico". La Policía, según cuentan, ya ha descubierto lo ocurrido y ha tomado sus datos. Los funcionarios se mostraron comprensivos, dice Zingelmann, y él está ahora "increíblemente aliviado".