La Serra de Tramuntana tardará 80 años en recuperarse del mayor desastre de su historia. El fuego desatado durante cuatro días, entre el 26 y el 30 de julio de 2013, solo se pudo contener con un titánico esfuerzo y después de agotadoras jornadas de las 370 personas que participaron en las tareas de extinción.

La otrora frondosa vegetación de la carretera que comunica Andratx con Estellencs quedó convertida en un paisaje lunar y desolador. Un total de 28 aeronaves sobrevolaron continuamente las llamas para arrojar más de 100.000 litros de agua sobre el fuego. A ras de suelo, las brigadas del Institut Balear de la Natura (Ibanat) combatían el fuego codo con codo con el contingente de la Unidad Militar de Emergencia (UME), los bomberos y los voluntarios. Todos ellos trabajaron hasta la extenuación con una mezcla de rabia e impotencia.

Un total de 2.400 hectáreas, buena parte de ellas catalogadas como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se habían tornado en cuatro días en un paisaje negruzco e inhóspito. El fuerte olor a quemado no tardaba en irritar la garganta. Las lágrimas afloraban con frecuencia en residentes y en fervientes amantes de la Serra al ver en lo que se había convertido. La inmensa mayoría era plenamente consciente de que no podrán volver a verla en su vida tal y como estaba antes del desastre y de la más absoluta devastación que sufrió.

Casi 800 personas fueron desalojadas de sus viviendas. El único consuelo que queda de la mayor catástrofe ecológica de Balears, si es que eso es posible, es que no hubo que lamentar ningún daño personal.