"Querían enterrarlo vivo", aseguró ayer Luis Manuel Montoya, tío de Gonzalo, el preso de 29 años al que el domingo dieron por muerto tres médicos preso de 29 años al que el domingo dieron por muerto tres médicos (dos de la cárcel de Asturias y la forense de guardia) y que "resucitó" en plena mesa de autopsias. El error de los facultativos tuvo como origen -según diversas fuentes consultadas- una sobredosis de un cóctel de sustancias estupefacientes que lo sumieron en un estado de coma profundo cuya apariencia es similar a un deceso.

A lo largo del día de ayer, la evolución de Gonzalo Montoya Jiménez fue muy favorable. Su padre, José Carlos Montoya, aseguró que estaba mucho mejor, "pidiéndome pitos y algo de comer". El padre le preguntó qué había pasado, y le respondió que no se acordaba de nada, solo que le habían metido en una bolsa y se había quedado "paralizado", sin poder moverse. Si no surgen complicaciones, hoy martes o mañana miércoles pasará a planta, donde completará su recuperación, siempre custodiado por dos guardias.

En el exterior del HUCA, su familia se quejaba amargamente de la rocambolesca historia de Gonzalo Montoya, que ayer alcanzó un fuerte impacto en los medios de comunicación de toda España e incluso en el extranjero, ya que hasta la BBC se hizo eco del caso. Un primo del recluso aseguró que "estuvo metido en la cámara frigorífica y ya lo tenían marcado para hacer la autopsia" cuando empezó a moverse y a roncar, alertando a los operarios de la funeraria y al auxiliar de autopsias, que llamaron a una ambulancia. Los familiares ya se habían desplazado a buscar el cadáver cuando les dijeron que Gonzalo no estaba muerto.

Los familiares se han mostrado indignados. "Esto es una negligencia médica", claman. Y ven en todo este asunto cierto racismo. "Yo he estado en el centro penitenciario también y nos tratan como a perros por ser gitanos. Si estás malo, te dan un ibuprofeno y te mandan para la celda", aseguró un primo del falso finado. Este mismo familiar aseguró que a los presos a tratamiento se les da la medicación para varios días, lo que aumenta el riesgo de sobredosis. "Eso no ocurre en la UTE, te controlan cada pastilla", dijeron.

Gonzalo Montoya, condenado a tres años y medio de cárcel por robar chatarra, según asegura su familia, lleva tres encerrado "a pulso". "Tiene depresión por no poder ver a su mujer y sus cinco hijos, el mayor de 15 años. En todo este tiempo no le han dado un permiso. Ha intentado suicidarse varias veces, una vez delante de mí", añadió otro primo. La esposa y los padres de Gonzalo Montoya Jiménez, apodado "El Chino", "están como locos por lo que ha pasado". Aseguran que iniciarán acciones legales por lo ocurrido, y que su objetivo es que salga de prisión e ingrese en un centro especializado para recuperarse. "Ahora que está fuera y vivo , me lo quieren meter para dentro. Y eso no", dijo el padre.

¿Y por qué sucedió algo así? Las autoridades penitenciarias subrayaron que "se ha cumplido el protocolo correctamente", aunque la dirección de la cárcel ha iniciado una investigación interna. No obstante, los médicos consultados por La Nueva España precisan que, siendo posible el error, como en tantas otras situaciones, el hecho de que varios profesionales en cadena cometan un fallo de estas dimensiones es "muy poco frecuente". Una opción que se baraja es que el consumo de barbitúricos y de "otras sustancias" produjera a Montoya una situación de coma profundo y una hipotermia que reduce la actividad del organismo y hace más difícil detectar signos respiratorios y de actividad cardiaca. Eso, sumado a que el hombre estaba rodeado de restos de sustancias tóxicas, pudo llevar a los sanitarios a dar por sentado que estaba muerto.

Los funcionarios echaron de menos a Gonzalo en el recuento de las ocho de la mañana. Cuando acudieron a su celda lo encontraron sentado en una silla, con medio cuerpo recostado en la cama. Estaba cianótico, azul, y le dieron por muerto. Lo cubrieron con una manta y luego pasaron por la celda dos médicos del centro, quienes no apreciaron signos de vida. Tampoco la forense, que acudió con la comisión judicial y certificó el fallecimiento. Luego, en la morgue, se produciría la "resurrección".