La misión comienza a las diez de la noche. Tras pasar lista y un 'briefing', los efectivos del Grup d'Acció Preventiva (GAP) de la Policía Local de Palma se disponen a recorrer las principales arterias más conflictivas de la Playa de Palma. Peleas, robos al descuido y prostitución callejera conforman los principales problemas a los que se enfrentan en este epicentro del turismo masivo, básicamente, alemán y holandés.

Una decena de motos encabeza la comitiva. A escasos metros de distancia, el furgón, con el oficial del GAP al mando, sigue de cerca sus pasos. Los policías parten del cuartel de la Avenida de América, se dirigen a la calle Canyes y atraviesan la calle Pare Bartomeu Salvà. La noche acaba de comenzar en la tumultuosa calle del Jamón.

Nada más enfilar la calle Llaüt, surge la primera incidencia. Los motoristas se percatan de que hay un gran agujero en la calzada. La rejilla de la alcantarilla ha sido levantada por un autobús. Sin más dilación, los motoristas la colocan en su sitio y evitan el peligro.

En primera línea, en la calle Cartago, la Patrulla Verde está inspeccionando varios locales de la Playa de Palma. Otros efectivos hacen de escolta de los servicios de limpieza de Emaya para que hagan su trabajo sin miedo a posibles amenazas.

A la altura del Balneario seis, varios vendedores ambulantes subsaharianos se ven sorprendidos por la súbita llegada de los del GAP. Ante la presencia policial, huyen despavoridos a la carrera mientras se desprenden de los bolsos baratos que pretendían vender. "Nunca les perseguimos. Es una infracción administrativa y es mucho peor el mal que se puede generar con una persecución", recalca el oficial.

"¿Qué es lo que pasa?"

Al poco tiempo, en el Balneario tres, varias decenas de jóvenes holandeses participan en una ruta en distintos pubs de la zona teledirigidos por una guía de los Países Bajos. "¿Qué es lo que pasa?", pregunta curiosa al ver la gran cantidad de agentes.

La ronda nocturna repite su paso por la calle del Jamón. El público germano de los Biergarten tararea y pronuncia al unísono, en un castellano ininteligible, la letra de la inevitable 'Despacito'. Mientras, vendedores ambulantes africanos emprenden la huida.

Instantes después, los efectivos del GAP son requeridos por personal de un hotel de la calle Trasimé. Una vecina ha increpado al personal por el supuesto comportamiento incívico de algunos clientes. A los agentes le toca hacer de mediadores entre las dos partes. Una vecina se queja del ruido en una terraza y los empleados aseguran haber recibido amenazas. Al poco tiempo, los ánimos se calman.

A medida que pasan las horas, los robos al descuido se suceden. Prostitutas africanas toman posiciones. Un agente de paisano le entrega al GAP un bolso sustraído sin efectos de valor.

Cuando la comitiva regresa a la zona holandesa de la Playa de Palma, junto al Balneario tres, varios jóvenes se dirigen a los motoristas del GAP. También acaban de ser víctimas de un robo al descuido. "Necesita identificarse para poner la denuncia", le explica el agente al joven de los Países Bajos. Pero le han sustraído la cartera. El consejo del policía es que les avisen si ven al sospechoso.

De vuelta a la calle del Jamón, un grupo de jóvenes alemanes requiere la presencia de los agentes del GAP. "Cuando estábamos en la discoteca, nos han pegado. Nos han dado un puñetazo", les denuncian. Los turistas germanos dan una pormenorizada descripción del presunto agresor y afirman que tiene parte de lesiones. En ese preciso instante, el sospechoso de agredirles, un suizo, pasea por delante, con su novia. Los agentes le identifican, aunque él niega haberles pegado, y levantan acta. A pocos metros, los funcionarios tienen que terciar también en un conato de pelea. Un joven germano ha escupido a otros. De hecho, a punto están de pegarse ante los policías. La ronda nocturna se prolonga sin que haya que lamentar incidentes graves.