Cuatro agentes de la Policía Nacional tuvieron que reaccionar con celeridad para rescatar a una mujer maltratada que había sufrido una brutal paliza, en riesgo inminente de ser asesinada a manos de su pareja en su domicilio de Palma. "Son las lesiones más graves de violencia de género", coincidían ayer en señalar Juan Carlos Hernández, Antón López y Luis Camino. Aunque entre ellos había una agente en prácticas, Sara G.Bayón, que tuvo que afrontar esta situación tan sumamente crítica en su tercer día de trabajo.

La mañana del pasado martes, la joven, de 23 años, se encerró en los aseos de su vivienda en la calle Alfons el Magnànim y realizó una llamada desesperada a los servicios de emergencia. "Estaba atrincherada en el baño. Se acababa de despertar después de haber pasado toda la noche inconsciente", explicaron.

Al parecer, la mujer se percató de que su pareja le había cambiado la ropa después de apalearla. El supuesto objetivo del agresor era borrar las huellas de sangre, aunque la víctima presentaba numerosos golpes en pleno rostro.

Cuando los cuatro agentes se presentaron ante su domicilio, oyeron voces a través de la puerta. El hombre se acababa de despertar y comenzó a insultarla. "Ella decía que éramos de Correos", explican. De esta manera trataba de ocultar que había avisado a la Policía.

Ante la imposibilidad de que la víctima les abriera, los policías tomaron una rápida determinación. "Era una situación extrema. Podía matar a ella y al niño", explicó Luis.

Tras propinar entre siete y ocho patadas, los policías lograron echar la puerta del domicilio abajo. Aunque eran conscientes del riesgo, los cuatro irrumpieron sin vacilar. "En los domicilios, el peligro se multiplica. Hay cuchillos, botellas, es un sitio estrecho...", abundaron.

Una vez que tenían el camino expedito, el maltratador no tuvo la menor oportunidad de reaccionar. Los cuatro policías cayeron sobre él y le redujeron antes de que se pudiera revolver y agredir de nuevo a la mujer o golpear a su hijo de tan solo dos años. Acto seguido, se lo llevaron detenido a comisaríadetenido a comisaría. Los agentes apartaron al niño de corta edad para que no presenciara el arresto de su padre. "Papi, no pegues a mamá", dijo.

La discusión se había iniciado el lunes en el hospital. La mujer fue al domicilio de la calle Alfons el Magnànim y cerró la puerta con llave, pero cometió el error de dejar una ventana abierta. El sujeto se sirvió del desagüe para trepar y adentrarse en el inmueble.

El aspecto que presentaba la mujer después de la salvaje paliza que había recibido era aterrador. "No podía abrir los ojos de lo hinchados que los tenía", resaltaron. "Se quejaba de la cara y del cuerpo. El personal sanitario detectó que tenía un dedo del pie roto y ni siquiera se había quejado de él ni de los otros golpes", manifestaron.

Otro de los aspectos que más les llamó la atención a estos policías fueron las reticencias de la mujer a denunciar a su pareja, pese a que él la había dejado inconsciente. El maltratador había conseguido anular la voluntad de la joven. "Su estado de sumisión era impresionante", recuerdan.

Situación límite

De hecho, la víctima justificaba las reiteradas agresiones que sufría a manos de su pareja porque "se ponía nervioso". Durante algo más de un lustro había sido una mujer maltratada. En todo este tiempo se había resistido a interponer denuncia alguna contra él, aunque había sido detenido hace un año por este mismo motivo. Tras la detención, se armó, por fin, de valor y se animó a denunciarle.

"Ella sabía que era una situación límite. Fue un punto de inflexión en su vida y, por primera vez, se dio cuenta de que podría haber muerto", señalaron.

Estos cuatro agentes, destinados en la base de radiopatrullas de la Policía Nacional en Gran Via Asima, confían en que la feliz resolución de este caso, sirva de ejemplo a otras víctimas de la violencia de género que se encuentran en idéntica situación para que lo denuncien. "Siempre hay una segunda oportunidad", alentaron a las víctimas.