El nombre de Rudeger Onytzen puede haberse olvidado, pero este médico alemán protagonizó en 1996 uno de los crímenes más horrendos de la historia reciente de Mallorca, al asesinar a sus dos hijos inyectándoles una sobredosis de tranquilizantes para vengarse de su exmujer, de la que se había divorciado recientemente. Desde entonces otros cinco niños han muerto a manos de sus progenitores a lo largo de las últimas dos décadas.

El doctor Rudeger Oyntzen había llegado a Mallorca acompañado de sus dos hijos, de 6 y 8 años, para pasar unos días de vacaciones en un hotel de sa Coma, poco después de su divorcio. El 6 de septiembre suministró unos somníferos a los dos pequeños y les inyectó una dosis mortal de tranquilizantes. Fue detenido dos días después cerca de Formentor. Admitió que no había tenido valor para arrojarse por el acantilado.

Ese mismo año, en noviembre, una mujer austriaca vecina de Palma mató a puñaladas a su bebé de nueve meses en el lavabo de un edificio de apartamentos de Santa Ponça. La parricida sufría una grave enfermedad mental.

En marzo de 2011 un matrimonio alemán se suicidó tras matar a su hijo en un domicilio del barrio de La Marina, en Eivissa. La Policía encontró el cadáver del menor, de doce años, atado a la cama y con una mascarilla, que podrían haber usado para suministrarle una sustancia somnífera.

En noviembre de 2010 apareció el cadáver de un niño en una maletaadáver de un niño en una maleta en una zona boscosa de Menorca. Su madre fue detenida y confesó que lo había ahogado en la bañera. Tenía nueve años.

En 2011 fue detenida una pareja en Palma por matar a golpes a la hija de ella, de ocho años.

En 2012 un hombre ahorcó a su hijo, de cinco años, en el cuarto de baño de su casa, en Inca.