La muerte de Araceli Currás sigue sin esclarecerse. El cadáver de la mujer apareció en el patio de su casa, en Montuïri, en mayo del año pasado y la causa del fallecimiento sigue siendo un misterio. Tanto como la hoguera de animales muertos prendida horas después del hallazgo del cadáver o quién entró con una escalera en el primer piso de su casa y revolvió sus cosas. Las últimas pruebas realizadas en un laboratorio de Barcelona han descartado que hubiera sido envenenada con raticidas o insecticidas, una posibilidad apuntada por el detective privado contratado por sus hijos. Los análisis toxicológicos ya echaron por tierra la hipótesis de un suicidio con medicamentos planteada por el forense al practicar la autopsia.

Araceli Currás tenía 56 años y vivía en un casa de campo sin luz ni agua corriente. Era una mujer solitaria que mantenía una tensa relación con sus vecinos y con algunos de ellos acabó viéndose en los tribunales. Los gatos y perros que acogía eran la fuente de estos enfrentamientos. El 1 de mayo de 2016, una vecina descubrió el cuerpo de Currás tumbado en el patio de su casa y dio la voz de alarma.

Las primeras pesquisas de la Guardia Civil descartaron que se tratara de una muerte violenta. El cadáver estaba descompuesto y mordisqueado por las ratas, ya que habían pasado tres días desde el fallecimiento, pero no se encontraron signos evidentes de criminalidad. El médico forense que practicó la autopsia concluyó que se trataba de una muerte suicida, después de que la prueba de consumo de drogas o fármacos diera positivo. Las muestras fueron remitidas al Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses, que llevó a cabo un análisis más exhaustivo y descartó la presencia de medicamentos y fármacos en el cadáver de la mujer.

Los dos hijos de la víctima nunca creyeron en la posibilidad del suicidio y contrataron los servicios del abogado Pablo Alonso de Caso y la agencia de investigación Detectib para tratar de esclarecer lo ocurrido. Los detectives llevaron a cabo un minucioso análisis de la escena y pusieron sobre la mesa la posibilidad de que Araceli Curras hubiera muerto envenenada. En un detallado informe, resaltaron las extrañas circunstancias en las que apareció el cadáver, las amenazas que había recibido la mujer, los más de 500 folios con denuncias que guardaba y la irrupción de uno o varios intrusos en su vivienda tras descubrirse el cuerpo. Según el investigador privado, las ratas que mordieron a la víctima aparecieron al día siguiente muertas y quemadas, junto a un gato, en una hoguera en la casa. Además, un desconocido accedió al primer piso de la vivienda mediante una escalera de mano y rebuscó en varios cajones. La puerta de acceso estaba rota.

Veneno en el agua

El detective sospechaba que alguien había puesto veneno en las garrafas de agua que la víctima tenía en el exterior de la casa con la intención de matar a sus perros por las molestias que causaban, sin saber que la propia Araceli Currás bebía de ella. Días antes de morir, la mujer había contado a una amiga que tenía dolores estomacales y contrató un seguro médico privado. El abogado Pablo Alonso de Caso pidió entonces al juzgado de Manacor que investiga el caso nuevas pruebas para determinar si había restos de veneno en el cuerpo de la mujer y la magistrada accedió. El Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses ha analizado en las últimas semanas las muestras de contenido gástrico en busca de seis tipos de raticidas y uno de plaguicidas, sin encontrar ningún resto de ellos. A la espera de que el laboratorio se pronuncie sobre el resto de sustancias apuntadas por el detective, como el talio y el nitrobenceno, el caso sigue siendo una incógnita.