El sargento de la Policía Municipal de Madrid David Martín es uno de los principales expertos de España en delitos de odio y gestión de la diversidad. Ha asesorado a distintas instituciones europeas y ayer participó en una jornada sobre este fenómeno organizada por la Policía Local de Palma y en la que han participado un centenar de agentes de toda la isla.

-¿Qué se considera un delito de odio?

-Los delitos de odio, tal y como está aceptado internacionalmente, son infracciones penales en los que el autor elige a la víctima solo por el hecho de ser diferente. Pueden ser por una cuestión racista, xenófoba, de identidad sexual, de religión, ideología o discapacidad. O incluso casos de "gordofobia", como se han dado recientemente.

-¿Se ha detectado un incremento de estos delitos últimamente?

-No sabría decirle, porque son delitos que se llevan cuantificando en España desde hace poco. Solo hay registros desde hace dos o tres años. Lo que sí ocurre es que cada vez hay más gente que se anima a denunciar.

-¿Cuáles son los casos más frecuentes?

-Por mi experiencia personal son la agresiones a la comunidad LGTB (lesbiana, gay, transexual, bisexual). Pero también son los que más denuncian, porque son los más concienciados. En los casos de racismo suele haber una victimización adquirida, que les hace pensar que la agresión que han sufrido no es delito y no denuncian.

"La situación en España está bien, pero no estamos vacunados contra

el racismo"

-Son agresiones que muchas veces quedan ocultas.

-Hay una gran parte oculta. Un estudio calculó que en el Reino Unido había un 20% de estos delitos que no se denunciaban. En casos como el de unas personas a las que no dejan entrar en un bar por racismo, la mayoría de las veces optan por irse a otro bar y no denuncian. Además muchas veces las víctimas son extranjeros, que prefieren evitar el conflicto. Por lo general hay que esperar a los hijos de estos inmigrantes, que ya son conscientes de sus derechos, para que se decidan a denunciar.

-¿Es un fenómeno que afecta especialmente a las generaciones más jovenes?

-No lo creo. El racismo o la xenofobia no tienen edad. De hecho, los niños nacen solidarios y estas actitudes se adquieren a lo largo del tiempo. En mi época en el colegio no había extranjeros. Ahora los jóvenes tienen amigos de otra nacionalidad u orientación sexual, y lo ven con normalidad. Vivimos en una sociedad cada vez más heterogénea y donde quedan menos prejuicios.

-Es un problema que afecta a toda Europa. ¿En que situación está España respecto a otros países?

-Afecta a todo el mundo. Todos los grupos refuerzan su identidad frente a lo diferente. España está bastante bien en este sentido, Tenemos una capacidad de aceptación superior a muchos países, pero no estamos vacunados contra el racismo, y aquí tenemos nuestra propia historia negra con los gitanos

-¿Y qué soluciones puede aportar la Policía?

-La solución no está en la Policía. La Policía tiene que girar su rumbo para atender a una realidad diversa. Hay que cambiar muchas actitudes, igual que ha pasado en los últimos años con el tratamiento de la violencia de género. Pero la solución está en la educación, en la familia, en los valores que inculcamos a nuestros hijos. Tenemos que aprender a convivir con una sociedad cambiante y la Policía tiene que cambiar su enfoque de trabajo.