La Audiencia de Palma ha condenado a siete años de cárcel a un hombre por forzar a su hijastra en varias ocasiones en el domicilio familiar, en Ciutat en 1997, cuando ésta contaba nueve años. El tribunal de la sección primera considera al padrastro, español de 57 años, autor responsable de un delito continuado de abuso sexual con acceso carnal con prevalimiento de una relación afín a la de parentesco al ser la víctima su hijastra. La sala le ha impuesto la pena mínima, siete años de prisión, además de la prohibición de aproximarse y comunicarse con la perjudicada durante cinco años y una indemnización de 6.000 euros por el daño moral.

El fiscal y la acusación particular habían pedido para el procesado una condena de 42 años de cárcel por tres delitos de agresión sexual, si bien el tribunal destaca que no hubo violencia o intimidación ni amenazas, tal como manifestó la víctima en el juicio. Por tanto, no hubo agresión sexual.

La Audiencia detalla que, pese a la gravedad de los hechos, debe imponerse la pena mínima de siete años: “No podemos olvidar que han transcurrido 20 años desde que los hechos se cometieron”. La sentencia resalta que pasaron 16 años desde la consumación de los abusos hasta su denuncia y que esto no se le puede achacar a la víctima del delito, pero se trata de un hecho objetivo “trascendente y excepcional” que lleva a la sala a fijar la pena mínima.

Según se declara probado, el acusado, en un clima de correctivos infligidos sobre los tres hijos de su pareja, abusó de su hijastra de nueve años en el domicilio familiar en Palma. Así, en 1997, al encontrarse a solas con la niña en casa, la condujo a la habitación del matrimonio, la tumbó en la cama, le quitó el pijama, la besó y tras varios tocamientos la forzó.

Posteriormente, en otras fechas la sometió a otras prácticas sexuales en la vivienda. Un episodio similar se produjo en otra ocasión hasta que la menor pudo escapar. El procesado entonces le advirtió de que no debía decir nada a nadie, “que todo era un simple juego”. El padrastro la besaba con lengua muchas veces y llegó a bajarse los pantalones en el rellano de la escalera, pero desistió ante la llegada de un vecino.

La perjudicada no ha sufrido ningún trauma ni enfermedad a raíz de los abusos, si bien precisó tratamiento psicológico. El tribunal destaca el relato de la víctima como principal prueba de cargo. La joven fue persistente, coherente, creíble y muy clara al explicar por qué no denunció antes: por vergüenza, por miedo, por no hacer daño a más gente. La sala no ha detectado ánimo de venganza ni de lucro en su testimonio. Su versión viene corroborada por otros testigos y el forense, que le dio total credibilidad. Además, otros elementos refuerzan su relato como que el propio acusado admitiera tocamientos íntimos y su reacción de querer pedir perdón. El hombre dijo que la tocó dos veces porque estaba en tratamiento de quimioterapia, lo que es “del todo absurdo”, para la sala. Su declaración carece de credibilidad.