A 3.600 kilómetros de distancia, Mercedes Bustos sigue con preocupación desde Son Ferriol la huelga de hambre que su hijo Juan Fernández mantiene en una cárcel de Cabo Verde, contra una sentencia "injusta " por tráfico de drogas. "No le queda más remedio. Está desesperado, es el último recurso", proclama la mujer. El mallorquín cumple una condena de 15 años de prisión por un alijo de 521 kilos de cocaína, la segunda mayor incautación en el país africano. "Lo han condenado sin pruebas de que sea narcotraficante. El proceso judicial ha sido un desastre", sostiene Bustos. Pero no pierde la esperanza y confía en el recurso presentado ante el Tribunal Supremo caboverdiano: "Si tienen un poco de dignidad, lo dejarán libre".

Juan Fernández vive en Cabo Verde desde 2008. Tenía un barco que utilizaba para la pesca de altura en el que solía llevar a turistas. En 2012, su hermano Félix, informático de profesión, también se instaló allí. Su apacible vida en el archipiélago cambió radicalmente el 4 de noviembre de 2014. "Juan y Carlos Alemán, un chico canario, llegaron en barco al puerto de Mindelo y avisaron a Félix. Los tres estuvieron tomando unas cervezas y esa noche los detuvieron por haber desembarcado 521 kilos de cocaína", cuenta Mercedes Bustos.

La mujer desgrana con indignación lo que considera errores e incoherencias de la acusación. "Según la Policía, dejaron la droga en la playa de Salamansa. Había olas de hasta siete metros y era imposible atracar allí con el velero de 12 metros en el que navegaban. Además, aportaron pruebas -un recibo de un bar- de la hora a la que estaban en Mindelo, que hacía imposible que media hora antes hubieran descargado la droga en Salamansa. Pero no las tuvieron en cuenta. Incluso la Policía confundió la hora de entrada en el puerto con la eslora del barco", relata la madre de Juan Fernández.

La droga fue interceptada en una caravana de coches a kilómetros del lugar donde se encontraban los hermanos Fernández y Carlos Alemán. El barco en el que llegaron a Mindelo fue registrado, pero no se encontraron restos de cocaína. "Nadie los ha visto nunca con droga ni en el lugar donde se desembarcó el alijo. Todo son suposiciones", cuestiona la madre. En los vehículos donde fue intervenida la cocaína viajaban cuatro personas, entre ellas, otro mallorquín llamado Juan P.V. "Le conocían, es normal que en un sitio tan pequeño trabes cierta amistad con alguien que viene del mismo sitio que tú", señala Bustos.

Ella misma fue acusada de blanquear dinero del narcotráfico. Las autoridades de Cabo Verde solicitaron a la Policía Nacional de Palma que investigara sus cuentas bancarias y su patrimonio. El grupo de Delincuencia Internacional incluso le tomó declaración. No llegó a formalizarse ninguna acusación contra ella, pero la mujer no se fía: "Llevó un año y medio sin ir a Cabo Verde a visitar a mis hijos porque tengo miedo de que al llegar allí saquen algún papel y me acaben deteniendo".

Los dos hermanos corrieron suertes dispares en el proceso judicial. Félix fue exculpado y a Juan le condenaron, junto a otros cinco acusados, a 15 años de cárcel por delitos de tráfico de drogas de alto riesgo, asociación criminal y blanqueo de capitales. "Lo han condenado sin ninguna prueba de que sea narcotraficante", sentencia su madre, que lamenta que además de la pena de cárcel le haya confiscado todos sus bienes. Juan Fernández está preso en la prisión de Ribeirinha, en la isla de San Vicente desde que fue detenido en noviembre de 2014. "Cualquier cárcel española es un hotel de cinco estrellas comparada con esa. Ha llegado a dormir en el suelo", cuenta Mercedes Bustos. "Están encerrados 23 horas al días. Solo pueden salir al patio seis horas a la semana e ir al baño cinco veces al día", explica su hermano Félix, que permanece en Cabo Verde.

Escaso apoyo de la embajada

El recurso presentado contra la sentencia por su abogado, Fábio Calhau, es su última esperanza. El Supremo Tribunal del país africano debía resolver el caso en septiembre, pero pidió una prórroga debido a la complejidad del caso y no dictará sentencia hasta mayo. Juan Fernández y Carlos Alemán, compañeros de celda, comparten también desde anteayer huelga de hambre para pedir una solución a su situación y la implicación de la embajada española, cuyo apoyo "ha sido muy flojo" hasta ahora.

Félix visitó ayer a su hermano en el centro penitenciario. "Está bien, con fuerza. Se siente muy fuerte para reclamar sus derechos y confía en que la huelga de hambre surta efecto", cuenta este allegado del recluso mallorquín.