Un juzgado de Palma celebró ayer la vista oral contra un conductor por atropellar a un ciclista menor de edad y darse a la fuga dejándolo gravemente herido en abril de 2013 en la urbanización Puig de Ros, en Llucmajor. El acusado, piloto de avión de profesión, lamentó lo ocurrido. "Estoy totalmente arrepentido, ha sido lo peor que me ha pasado en la vida y sobre todo lo siento por la forma en la que me comporté", aseguró. El sospechoso, de 34 años, admitió que se marchó del lugar porque se asustó y se puso muy nervioso: "Tomé la peor decisión que he tomado en mi vida, que fue esquivar la bicicleta y huir del lugar".

Los hechos ocurrieron el pasado 15 de abril de 2013, sobre las seis y media de la tarde, en un paso de peatones en la urbanización Puig de Ros donde el ciclista, un adolescente de 16 años, fue arrollado por un turismo Seat León de color rojo que huyó de la zona en la confluencia de las calles Ocells y Falcó. El menor impactó en la luna del coche, salió despedido y sufrió gravísimas lesiones. Estuvo doce días en coma, según confirmó ayer en el juicio el perjudicado, que todavía arrastra secuelas.

El acusado explicó que se dirigía a la casa de un amigo a "una velocidad normal" cuando, al salir de una rotonda, notó un golpe en un lateral. "Paré de inmediato, vi que tenía una bicicleta al lado, miré por el retrovisor y vi a un grupo de chicos que se acercaban" para atender a la víctima, según él. "Yo no vi cómo se acercaba la bicicleta, no vi al chico, no le vi volar. Yo iba despacio, no venía nadie de la rotonda y por eso no me llegué a parar", añadió. Luego, se dio a la fuga. "Entré en shock, fue una reacción cobarde, sé que fue una injusta e inmoral decisión", confesó. Horas después, al leer las noticias por Internet y comprobar que el menor se hallaba muy grave, se entregó por la noche ante la Guardia Civil. En 2009, fue condenado por conducir ebrio.

El perjudicado dijo ayer que no recordaba nada de lo sucedido y recalcó que su vida ha cambiado radicalmente. "Hoy en día sigo muy tocado", manifestó. El joven ya no puede estudiar, tiene molestias por las placas de titanio que lleva en un hombro y en la cabeza y ha tenido que pasar por una dura rehabilitación. Según indicó, su futura carrera y sus estudios de hostelería se han visto truncados. Los padres ratificaron su versión y destacaron que su hijo ha cambiado por completo después del atropello. Al principio, perdió el habla. Estuvo un año y medio de rehabilitación y también con un logopeda. "Antes era muy buen estudiante, sacaba muy buenas notas. También nos ayudaba los fines de semana trabajando en nuestro restaurante. Ahora, solo trabaja, no puede estudiar. No retiene la memoria", detalló su madre.

Un testigo declaró que el coche iba "a toda pastilla", si bien un perito apuntó que la velocidad era moderada. Por su parte, el instructor del siniestro, un policía local de Llucmajor, precisó que el vehículo iba a más de 40 kilómetros por hora y que se trató de un impacto violento. Dos peritos detallaron que hubo concurrencia de culpas ya que ninguno de los dos prestaba atención a la vía.

El fiscal solicitó dos años de prisión para el sospechoso por un delito de imprudencia grave con resultado de lesiones y otro de omisión del deber de socorro. El ministerio público aumentó su petición de indemnización a 82.883 euros. El letrado de la acusación particular reclamó cinco años de cárcel y 120.000 euros. El abogado defensor pidió la libre absolución y, de forma alternativa, una pena mínima con varias atenuantes.