El asesinato a sangre fría de Trevor O'Neill ante los ojos de su familia la noche del miércoles en Costa de la Calma multiplicó la trágica escena. "¡Trevor no te mueras, regresa cariño!", imploró su desconsolada esposa mientras testigos y las asistencias sanitarias trataban en vano de reanimarle. El brutal crimen había sido un fallido ajuste de cuentas, tras equivocarse el asesino de objetivo.

Trevor, asiduo visitante de la Costa de la Calma, se alojaba todos los años en el hotel Bouganvillia, situado en las proximidades del lugar donde fue asesinado. Para pasar sus vacaciones en familia, este funcionario del Ayuntamiento de Dublín siempre elegía este núcleo turístico mallorquín repleto de irlandeses, escoceses y algunos alemanes.

Numerosos testigos salieron a atender a Trevor, tendido en el suelo mientras atravesaba un paso de cebra de la calle Santa Ponça. Su presunto asesino, ataviado con una sudadera azul con capucha y las letras Rams 23, apretó el paso hasta perderse rápidamente de vista.

Una empleada de un supermercado cercano fue una de las primeras en prestarle ayuda en la calle. "Le vi ponerse blanco", indicó. La hora exacta del crimen se le había quedado grabada. "Fue a las 20.28 ", precisó.

Otro empleado del supermercado definía a Trevor como "buena gente". Aunque la víctima mantenía ciertos hábitos que llamaban la atención. "Siempre iba solo y separado de la familia. Solía ir con un amigo a desayunar y a tomar cerveza", indicó.

Mientras Trevor yacía en el asfalto, sus hijos y los vástagos de su amigos fueron apartados de la terrible escena. Los sentaron en la terraza de un restaurante cercano, donde les proporcionaron agua y refrescos. "Al oír el ruido, creía que eran cohetes y petardos. Cuando vi a una persona tendida en la calle pensé que era un accidente de tráfico. No me podía imaginar que le hubieran pegado un tiro", subrayó la cocinera del establecimiento.

Una sensación similar tuvo Hans Ludwig Kaufmann mientras se encontraba en su Vinoteca de Costa de la Calma. "Escuché cinco disparos y pensé que alguien estaba celebrando su cumpleaños", indicó. Pero al ver gente arremolinarse en la calle en torno a una persona tendida en el suelo, se dio cuenta de su error.

Mesas de un restaurante abandonadas apresuradamente. L. M.

"Muchas personas le estaban prestando ayuda. Me llamó la atención que no había sangre. Debieron utilizar un calibre pequeño del 22", apuntó el comerciante de vinos. "Había mucho miedo", resumió el sentir de las personas.

Desalojados del restaurante

De hecho, el temor ante un posible atentado yihadista se instaló en muchos de los presentes. En los instantes previos, como medida de precaución, algunos restaurantes situados en las inmediaciones de la escena del crimen fueron desalojados por la Guardia Civil.

Virtudes Ruiz, dueña del restaurante El Paso, aún no se había repuesto del susto por la mañana. "Se me levantó la gente de la terraza y echó a correr", indicó. En '800 grados celsius', los clientes se levantaron para abandonar el local después de abonar su consumición.

La mujer y los hijos de Trevor abandonaron ayer por la mañana el hotel de Costa de la Calma donde se alojaban. Para evitar cualquier posible incidente, agentes de la Guardia Civil les escoltaron armados con fusiles y armas largas mientras cogían taxis con destino al aeropuerto para regresar apresuradamente a Dublín.