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Internamiento

Es Pinaret, tras las rejas de los menores

Medidas de internamiento y tratamiento socioeducativo de los adolescentes se alternan en este centro

El sonido de las puertas abriéndose y cerrándose, acompañado en todo momento por los vigilantes, haría pensar que nos encontramos en un penal normal. Al traspasar el umbral, algo difiere notoriamente de una prisión convencional. Las medidas de estricto confinamiento se combinan con un permanente tratamiento socioeducativo de los adolescentes que alberga en sus instalaciones, con la esperanza de recuperarlos para que puedan llevar algún día una vida completamente normal. Es el día a día en es Pinaret, el centro de internamiento de menores del Govern.

Algunos de los adolescentes que alberga es Pinaret entre sus muros, con edades desde los 14 hasta los 23 años, cumplen una pena de internamiento por delitos tan graves como homicidio o agresión sexual. La aparente complicidad de los internos con los educadores no es óbice para que se mantenga la vigilancia en cada módulo.

"Muchos chicos vienen aquí con una historia vital difícil", apunta Bernat Vidal, el director del centro. El estereotipo de que estos jóvenes proceden de ambientes marginales se rompe al momento. "La mayoría son de rentas medias y procede de familias estructuradas", subraya Vidal.

El ejercicio físico es una de los tratamientos terapéuticos más requeridos por los jóvenes internos del centro. Las actividades son mixtas. Al ver al fotógrafo, algunos de los adolescentes recluidos en es Pinaret se entrenan con más brío del habitual. El entrenamiento al aire libre supervisado por un monitor se alterna con el gimnasio. Las máquinas han sido recicladas de algunos establecimientos, donde estaban en desuso.

Uno de los adolescentes considerado más peligroso luce con orgullo los grilletes que le han colocado. "¡Sácame las esposas!", insta al fotógrafo.

Cada uno de los módulos del centro lleva emparejado el nombre de un viento. La idea surgió, de manera espontánea, de un chico recién llegado al centro procedente de Melilla: Xaloc, Llevant, Embat, Mestral, Tramuntana, Ponent y Migjorn. A estos hay que añadir Gregal, cuyas obras de reacondicionamiento se van a acometer de manera inminente. Es Pinaret cuenta ahora con 56 camas y otros tantos internos, pero el objetivo es que pueda albergar en un futuro próximo 106 plazas.

El Gregal será un espacio de la denominada "contención agitada" del interno. Allí mantendrá una separación prudencial del resto, con un tratamiento socioeducativo específico, hasta que se pueda reconducir su comportamiento para que el menor conviva con los demás.

Un grupo de adolescentes está exultante. Todos ellos están en el taller de jardinería. Una vez que han cumplido la labor que tenían encomendada en el invernadero se les ha permitido darse un chapuzón en la piscina para refrescarse del intenso calor.

Los distintos talleres son de vital importancia para los adolescentes. Además de aprender un oficio contribuye a potenciar su autoestima y su sociabilidad. La remodelación de la actual sala de visitas, donde se presentan los familiares de los chicos, también la han hecho ellos.

Televisión protegida

Al adentrarnos en las habitaciones de los módulos, las medidas de seguridad evidencian que estamos en un centro de internamiento. La televisión está protegida por una mampara y tanto las mesas como las sillas y las mismas camas están fijadas al suelo. "Todo lo que se puede mover, se acaba moviendo", indica rotundo el director del centro.

Este lugar suele ser uno de los puntos más comprometidos. El educador se queda solo con un grupo de unos 11 menores. El profesional supervisa 'in situ' la actividad lúdica de los internos. Para no interferir, a veces los controla desde una estancia contigua.

Las puertas metálicas cerradas bajo llave jalonan los pasillos del centro cada pocos metros. Un vigilante se encarga de abrirlas y cerrarlas enseguida nada más traspasarlas. En alguno de los puntos considerados más conflictivos, los internos también tienen que traspasar un arco de seguridad.

Mientras, en uno de los talleres de decoración, los internos están sentados y obedecen a pies juntillas las instrucciones de la monitora. El secreto de tanta docilidad es el buen funcionamiento del aire acondicionado en esta estancia del centro. Uno de los jóvenes se levanta y muestra con orgullo una riñonera que ha confeccionado.

La muerte de un menor el 14 de octubre de 2015 después de prender fuego a su colchón fue un momento traumático tanto para otros adolescentes como para los educadores del centro. El incidente dejó en evidencia que las medidas de seguridad y las instalaciones antiincendios no eran las adecuadas.

El colchón era ignífugo, pero de bajo nivel. Soltaba humo y provocó que el menor falleciera por intoxicación al inhalar el monóxido de carbono que desprendía.

A partir de este momento, la Consellería de Bienestar Social acometió una serie de medidas urgentes en es Pinaret. La primera fue reformar todo el sistema antiincendios del centro. Además, los colchones ignífugos básicos que había se sustituyeron por otros de última generación, que impedían también que pudiera brotar humo de ellos.

El peligro del hacinamiento

La plantilla de 49 educadores se reforzó y el personal educativo en es Pinaret aumentó hasta las 69 personas. Estas medidas son previas al crecimiento de las instalaciones para ocupar el inmueble que alberga en la actualidad la Dirección de Función Pública y Emergencias.

La finalidad de la expansión del centro es evitar el riesgo de hacinamiento que padece es Pinaret y que, en muchas ocasiones, da al traste con la función terapéutica que se persigue. Pese a la juventud de sus moradores, el internamiento allí responde al cumplimiento de penas por "los delitos más graves del Código Penal", subraya el director.

No obstante, el principal objetivo que se marcan los educadores del centro de antemano es reducir el riesgo de reincidencia de los menores. Una sanción excesivamente rigurosa o desproporcionada con la sanción puede ser a la larga contraproducente con la terapia reeducadora.

La media de permanencia de un menor en las instalaciones de es Pinaret ronda los 11 meses. Los últimos estudios demuestran que el riesgo de reincidencia de una conducta delictiva a un interno que no recibe tratamiento es del 48%. Mientras que el que recibe terapia hay un peligro de que vuelva a las andadas situado en torno a un 35%.

"La sanción tiene que ser siempre proporcional al delito. Hay que cuidar no actuar con demasiada contundencia. Es como tratar un simple catarro con antibióticos. Si no lo necesita, se pone más grave y hay más riesgo de reincidir", recalca Bernat Vidal.

Así, en los últimos días dos chicos habían protagonizado en paralelo distintos altercados en el centro. El tratamiento consistió en separarlos de los grupos donde habían actuado , "pero no de las personas", insiste Vidal.

La aplicación de una medida también varía siempre en función de la respuesta del interno. Unos 14 auxiliares educativos están especializados en separación de grupos. Los menores separados son supervisados con más ahínco para evitar el riesgo de autolisis.

En cualquier caso todas las sanciones están marcadas por la ley. Por otro lado, el buen comportamiento del interno y el cumplimiento de todas las tareas que le han sido encomendadas, a modo de estímulo, se recompensa de variadas maneras en es Pinaret: más horas de televisión, de piscina...

Nunca premiar con salidas

No obstante, el director insiste en que nunca se debe premiar con salidas a los adolescentes. "El Programa Individual de Ejecución ya las regula", explica. Por el contrario, no retornar tras un permiso en la fecha indicada puede acarrear la prohibición de salir de la instalación durante un mes.

En algunos casos, cuando la adaptación a este entorno es óptima, algunos internos no tienen prisa por abandonar las instalaciones. "Más de uno no quiere salir", señala Vidal. Pese a la aparente complicidad de internos con educadores, las medidas de seguridad son estrictas. Tras cada actividad hay que pasar por el detector de metales.

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