Sentimientos entremezclados de conmoción y desolación se instalaron ayer entre muchos vecinos del presunto asesino de Santa Ponça. Muchos residentes no podían dar crédito a que Bernat se pudiera haber visto involucrado en un crimen tan horrible. El hombre, de 65 años, había descerrajado horas antes varios disparos al actual compañero de su exesposa antes de decidirse a acabar con su propia vida.

Una madre y su hija, vecinas del inmueble donde residía Bernat en la Gran Vía del Puig de Randa de Santa Ponça, no pudieron reprimir las lágrimas nada más enterarse de la trágica noticia. "Era muy buen vecino", subrayó la mujer. En sus largos años residiendo a escasos metros de él piso, no habían detectado ningún atisbo de violencia en el comportamiento de Bernat.

La menor, que mantenía una estrecha amistad con la hija de 12 años de Bernat y su exmujer, no pudo contener el llanto desconsolado. "Se juntaban las dos para salir", explicó la madre.

No obstante, la progenitora sospechó que algo extraño había ocurrido en las últimas horas al oír a investigadores del Instituto Armado golpear la puerta de su vecino. "Hemos sentido de madrugada a la Guardia Civil tocar muy fuerte. Nunca pensé que era por algo así", abundó la mujer.

La exesposa de Bernat había iniciado una nueva relación con la víctima en los últimos seis meses y había abandonado el domicilio conyugal. Al parecer, la mujer había iniciado los trámites del divorcio y desde hacía un mes empezó a convivir con su actual pareja. El presunto asesino no había hecho mención alguna a estas circunstancia.

El apacible núcleo residencial de Santa Ponça donde se había instalado la pareja en los últimos meses se vio perturbado de madrugada.

Más aún, la estupefacción ante el trágico suceso era más generalizada si cabe en las inmediaciones del número 5 de la Gran Vía de Serra de Alfabia. En este domicilio Bernat había acabado con la vida de Juan José, tras dispararle con una escopeta de caza, antes de suicidarse.

La presencia de numerosos efectivos de la Guardia Civil y la calle acordonada había trastocado por completo la vida apacible de esta zona residencial de la urbanización Nueva Santa Ponça. Desde las tres de la madrugada, la calle había quedado tomada.

La reconstrucción del crimen se antojó muy compleja. De hecho, los especialistas del Laboratorio Criminalístico y de Policía Judicial del Instituto Armado prosiguieron con la inspección ocular y recopilando pruebas hasta bien entrada la mañana.

La inmensa mayoría de los residentes en este área eran de nacionalidad alemana y la pareja solo llevaba residiendo un mes en el número cinco de Gran Vía Serra de Alfabia. Apenas nadie acertaba a identificarlos.

"¡Oh, Dios mío!"

"¿Qué es lo que ha pasado?", preguntó una pareja alemana mientras paseaba a su perro. "¡Oh Dios mio!", exclamó la mujer en cuanto un jardinero le explicó que había los cadáveres de dos hombres. Y uno de ellos había acabado con la vida del otro de un disparo antes de terminar con la suya.

"Se iban a casar los dos. El se había mudado recientemente de Son Gotleu, antes de instalarse aquí", explicó un allegado de la víctima. Hasta hacía un mes, Juan José Piña, de 37 años, tenía fijada la residencia en el barrio palmesano. Ahora había decidido mudarse hasta esta urbanización aparentemente más tranquila para convivir con su futura esposa.

La situación económica de la pareja era desahogada. Juan José era el propietario de una empresa de carpintería metálica. Mientras, la mujer, de nacionalidad rusa, se encargaba de proporcionar alquileres de lujo a sus compatriotas.