La locomotora diésel de SFM que se incendió el pasado domingo por la mañana "llevaba mucha tralla y mucha batalla", según explicaron a este diario fuentes sindicales. Los trabajadores de la empresa pública encargada del servicio de tren y metro señalan que el desgaste de los trenes y la escasez de convoyes de reserva sirvieron como caldo de cultivo para el siniestro que se produjo en la estación de Binissalem en un tren que circulaba de Palma a sa Pobla.

La principal hipótesis con la que trabajan en SFM es que un elemento de los bajos de la locomotora se rompió y provocó un derrame de aceite, que prendió al entrar en contacto con otros elementos de la locomotora. Sobre las vías hay un reguero que comienza un kilómetro antes de llegar a la estación de Binissalem, poco después del apeadero de Consell. Fuentes de SFM explicaron que se trata de aceite limpio, que podría provenir de la caja de cambios. El líquido habría impregnado la caja del motor, un elemento que alcanza temperaturas muy elevadas. Al salir, el chorro de aceite provocó unas pequeñas llamas que en seguida se apagaron y desprendieron una humareda negra y espesa.

"En los trenes eléctricos es muy difícil que pase un incidente así. En cambio, en los diésel es más probable, porque las máquinas están todo el día circulando. La pieza rota probablemente se hubiera desgastado por el uso ", explicó un empleado de SFM a este diario.

Desde diciembre de 2011, las líneas de Palma-sa Pobla y Palma-Manacor se cubren con vehículos eléctricos. Sin embargo, no toda la línea férrea está electrificada. En Inca se creó una estación de enlace donde los pasajeros deben apearse del tren y transbordar a una máquina eléctrica, si van hacia Palma, o a una diésel, si van en dirección a sa Pobla o Manacor.

El tren que ardió el pasado domingo es la excepción. El primer servicio de cada día que va a sa Pobla se realiza con un tren íntegramente diésel, porque el vehículo duerme en las cocheras de Son Rutlan, en Palma.

Según explicó ayer el gerente de SFM, Mateu Capellà, el tren que se incendió fue revisado la noche antes del suceso. El vehículo entró en funcionamiento en 2005 y está diseñado para que su vida útil sea prolongada. El aparato no había sufrido ninguna avería grave con anterioridad al siniestro del domingo.

El responsable de la empresa pública confirmó los indicios del derrame de aceite, pero negó que el tren recibiera un mantenimiento inadecuado. "Fue un incidente fortuito que le podría haber pasado a un coche, una moto, un camión o cualquier otro vehículo", argumentó Capellà.

"Estamos convencidos de que a los trenes les hacen el mantenimiento que toca. Se revisan cada ciertos kilómetros y también a diario", agregó el gerente. El personal del taller de SFM está subcontratado a una empresa privada que se encarga del servicio desde el año 2010.

Además, SFM dispone de cuatro unidades diésel de reserva en caso de avería. Según los sindicatos son insuficientes para garantizar que todos los trenes están a punto. Trabajadores de la empresa pública explican que algunos convoyes diésel están parados en un túnel a la espera de ser vendidos a un operador ferroviario de Francia, lo que hace que se utilice una flota muy ajustada.

Aparte del problema de seguridad, fuentes sindicales denunciaron "el caos informativo para el viajero", porque las taquillas no estaban abiertas ni había avisos antes de traspasar los tornos de accesos al andén. Los pasajeros que ya habían comprado el billete no podían conseguir una devolución del tique en ese mismo instante.