Comisiones de 1.500 y 2.000 euros a la semana. El considerado cabecilla de la mafia laboral desarticulada en Palma tras la clausura de 33 restaurantesclausura de 33 restaurantes y la detención de 18 personas, Juan Antonio S.G., preso desde mediados de diciembre, cobraba comisiones de 1.500 y en ocasiones 2.000 euros semanales a uno de sus testaferros que explotaba uno de sus negocios. El jefe del entramado le pedía estas cantidades en concepto de beneficios por regentar uno de sus antiguos locales, pese a que él no figuraba como administrador o socio. Así, el líder de la red seguía controlando en la sombra todos los establecimientos y se lucraba gracias a personas interpuestas. Los testaferros normalmente eran personas de su confianza, antiguos empleados, que eran puestos al frente de sociedades de nueva creación. Uno de ellos, detenido durante la 'Operación 14', relató a los agentes de la UCRIF de la Policía Nacional que los pagos se realizaban en efectivo todos los lunes a las cuatro y media de la tarde en el restaurante La Bionda. Siempre estaban presentes el jefe de la red Juan Antonio S.G. y su contable.

Las pesquisas apuntan a que estas comisiones se nutrían principalmente de dinero negro que aportaban al menos tres testaferros que gestionaban los establecimientos del líder de la trama.

Reparto de 200.000 euros de dinero negro en dos años

Tanto el magistrado instructor de la causa como la Policía Nacional destacan los elevados beneficios que obtenía la organización a través de las sociedades que explotaban y las irregularidades fiscales y laborales que supuestamente cometían. Uno de los socios y propietario de uno de los locales investigados, junto con los dos hermanos considerados los cerebros del entramado, Juan Antonio y Jerónimo S.G., manifestó que en los dos últimos años se repartieron unos 200.000 euros de dinero B200.000 euros de dinero B entre él y Jerónimo. El hombre, que también está encarcelado, recordó que entregaba a Jerónimo unos 100.000 euros por año, el dinero de las cajas, en las que se llevaba una doble contabilidad en A y en B.

Hacían quebrar las sociedades para luego crear otras iguales

Uno de los contables de la red desveló que el jefe de la mafia laboral, Juan Antonio S.G., desde hacía un tiempo trataba de liquidar las empresas en las que figuraba él como administrador. Para ello, ordenaba que los porcentajes en A fueran muchísimo menores que en B para dar la apariencia de que los negocios no funcionaban cuando en realidad eran rentables. La finalidad, según su versión, era la de llevar deliberadamente a la quiebra esas sociedades para después crear otras empresas que se encargaban de los mismos locales sin figurar él mismo, sino personas interpuestas como su mujer o empleados de confianza que ejercían de testaferros. Así, el cabecilla llevaba sus negocios a concurso de acreedores de forma intencionada. Y la red contaba con una ingente cantidad de dinero negro.

¿Cenas en el chalé con altos cargos del Govern y la Policía?

El juez en uno de sus autos señala el alto tren de vida que llevaba el líder del conglomerado empresarial de la hostelería y su elevado patrimonio, utilizando coches de alta gama y con numerosas propiedades, algunas de gran valor. Su pareja figuraba como administradora en varias de sus sociedades, pese a que ella indicó que no participaba en la gestión de las empresas. La mujer, que está presa, declaró que en la Comisaría los policías le dijeron que tenía que decir que en su casa se celebraban cenas con altos cargos del Govern y de la Policía, si bien ella recalcó que eso no era cierto.

Días antes les avisaban de las inspecciones en los locales

Una trabajadora denunció ante los agentes de la UCRIF que durante los dos años en los que estuvo trabajando en los bares de la red tuvo dos inspecciones de la Seguridad Social. La empleada recordó que, días antes de las inspecciones laborales, la encargada de los locales se puso en contacto con ella y le advirtió de que iban a tener una inspección de trabajo. Según su versión, la encargada le dijo que tenía que informar a los trabajadores de lo que tenían que decir ante los inspectores de trabajo. Todo esto le pareció muy raro porque parecía que "alguien informaba a los jefes" de las inspecciones que iban a tener en sus negocios. En otras ocasiones, cuando había redadas en un establecimiento, avisaban en ese momento al resto de empleados de otros restaurantes de la red para que estuvieran alerta. Si había algún trabajador sin contrato, se marchaba a toda prisa por orden del encargado.

Les cobraban los uniformes y eran controlados por cámaras

Una de las víctimas de la trama de explotación laboral subrayó que les cobraban los uniformes o se los descontaban del sueldo. A ella le descontaron 120 euros por dos camisas blancas y un delantal y luego otros 64 euros puesto que necesitó otro delantal y camisa. También señaló que eran controlados por cámaras de vídeo instaladas por todos los sitios y que el jefe les veía por su teléfono móvil o tablet. El jefe no les permitía descansar para comer, por lo que lo hacían a escondidas. Además, tenía la luz y el agua enganchados para no pagar.

Se quedaban a dormir en el bar tras jornadas de 20 horas

Una empleada indicó que en ocasiones especiales como en las fiestas de Navidad y Sant Sebastià el local en el que trabajaba abría las 24 horas y hacían jornadas de 20 horas, por lo que muchos trabajadores se quedaban a dormir durante las tres horas libres dentro del establecimiento.