El Tribunal Supremo ha confirmado íntegramente la condena de 20 años de prisión para el joven Antonio Llompart Perún por asesinar a su madre golpeándola con una mancuerna en la cabeza y estrangulándola con un cable en Palma el pasado 28 de febrero de 2013 y otros tres años de cárcel para su padre, Antonio Llompart Mora, por maltrato habitual a su esposa, a la que humillaba, abofeteaba y cogía del cuello cuando discutían.

El Alto Tribunal destaca la "falta de humanidad" del hijo, que tenía 18 años en el momento del crimen, así como la reiteración de su actividad hasta que acabó con la vida de su progenitora. Así, la sala subraya tres secuencias consecutivas en el asesinato ocurrido en el domicilio familiar, en la calle Rosselló i Caçador, ya que primero el muchacho arrojó al suelo a su madre con violencia en el vestíbulo de casa, dejándola boca abajo, herida y aturdida, para seguidamente coger una mancuerna de tres kilos en otra habitación y golpearla con ella en la cabeza, lo que le produjo un traumatismo craneoencefálico. A continuación, remató su acción haciéndose con un cable eléctrico que enrolló al cuello y apretó hasta estrangularla.

El Supremo también ratifica la situación de maltrato y agresiones continuadas que infligía el esposo, Antonio Llompart Mora, de 82 años, a la víctima y considera que "constituyeron el perverso aprendizaje que fue recibiendo el hijo". La sentencia recoge también los testimonios estremecedores que aparecen en el diario de la fallecida, una de las pruebas fundamentales del caso, en el que se citan expresiones que dedicó el hijo a su progenitora: "Me dijo papá que solo te necesitamos para que nos sirvas" o "Hija de puta, te voy a poner lejía en el agua, cuando tenga 18 años te irás de mi casa, me dijo papá que solo te necesitamos para hacer de criada, tú eres solo eso, tu obligación es servirme, gracias que tienes una casa y comes gratis".

El Alto Tribunal hace hincapié en otro episodio violento en el que el asesino lanzó un bote de leche condensada a la perjudicada en presencia de su padre, quien respondió con total pasividad sin impedir los hechos, ni reprender ni denunciar a su hijo.

"Los primeros sentimientos que todo ser humano recibe al nacer son los de amor, atención y cariño. Nadie nace odiando, y por lo mismo, nadie nace maltratador o agresor y menos contra los progenitores", señala el Supremo.

'A maltratar se aprende'

"A odiar, como a maltratar, se aprende. Los padres le dan al hijo el ser, el sustento y la condición de ser social. Cuando esa escuela inicial y fundamental que es la familia está definida por la dominación y el desprecio, el sometimiento, la vejación y la victimización, se está en el retrato del negativo de lo que debe ser la familia como escuela de convivencia y respeto", añade la sala.

"Es evidente que el recurrente (el padre) no solo convirtió su relación con su mujer en una situación de dominación y de miedo, sino que transmitió esos dis-valores a su propio hijo, quien libre y acríticamente los aceptó y los llevó a efecto de la forma trágica descrita", concluye la sentencia.

"El hijo no solo estaba presente en ocasiones sino que fue cuidadosamente instruido por su padre sobre la forma de tratar a su madre", detalla el Alto Tribunal, que confirma los razonamientos del juez Juan Pedro Yllanes, que destacó la "desmedida crueldad" del joven asesino.